OTO?O DE RENUNCIAS EN EL HIMALAYA
Ninguna expedici¨®n, entre ellas una de alpinistas vascos, ha pisado estos meses la cima de un "ochomil"
El invierno pasado, uno de los m¨¢s secos que se recuerda en la cordillera del Himalaya, propici¨®, entre otras cosas, el descubrimiento del cad¨¢ver de George Leigh Mallory, desaparecido en el Everest en 1924. El presente oto?o no ha hecho sino generar frustraci¨®n entre los alpinistas diseminados por las faldas de las monta?as m¨¢s altas del planeta.La cr¨®nica de las expediciones espa?olas que entre septiembre y octubre pasados han tratado de conquistar alguna monta?a de ocho mil metros se escribe con una sola palabra: renuncia. Los restos de Mallory, hallados antes del verano, mostraban su blanca espalda, al descubierto entre los jirones de su camisa. Su cuerpo se hallaba rodeado de rocas, pese a encontrarse a 8.500 metros sobre el nivel del mar. Apenas hab¨ªa nieve a su alrededor. A la expedici¨®n Euskaltel 99 le sobraron, en cambio, varios metros del blanco manto. Willy Ba?ales (Vizcaya), Josu Feij¨®o (Alava) y los guipuzcoanos ?ngel Navas y V¨ªctor Izquierdo s¨®lo encontraron una extraordinaria resistencia climatol¨®gica en su intento de hollar la cima del Everest por su vertiente tibetana, la arista noroeste empleada por Mallory.
En el habitualmente superpoblado campo base de la monta?a m¨¢s alta de la tierra, se encontraron desesperantemente solos. Sospechoso. "El Everest es un monte negro, pero en esta ocasi¨®n estaba totalmente blanco", recuerda Feij¨®o. Los vientos del monz¨®n, que se desencadenan coincidiendo con el verano europeo, traen lluvias y tormentas que en el Himalaya se traducen en copiosas nevadas. El posmonz¨®n, y concretamente la estrecha franja de d¨ªas comprendida entre finales de septiembre y el 10 de octubre ofrece condiciones ¨®ptimas para atacar los ochomiles. No en esta ocasi¨®n.
La brecha, id¨®nea para abordar retos de este calibre antes de la llegada del invierno, se ha cerrado a capricho.
Atrapados en el Manaslu
Hartos de asarse de calor hasta el mediod¨ªa, de encerrarse en sus tiendas tarde y noche mientras en el exterior las nevadas se suced¨ªan, decidieron renunciar el 23 de septiembre. Cada amanecer, la misma mec¨¢nica: avanzar hundidos hasta las rodillas para rehacer la huella borrada, discutir con los dos sherpas de altura para que trabajaran, comprobar c¨®mo se suced¨ªan las avalanchas a su alrededor. Un suicidio en potencia. Media vuelta.
En la otra cara del Everest, por su vertiente nepal¨ª, una expedici¨®n castellano-leonesa alcanz¨® el 7 de octubre la misma conclusi¨®n que los vascos. Un mensaje en Internet explicaba su decisi¨®n: "Es muy duro tener que renunciar a algo con lo que se ha so?ado muchos a?os y organizado durante meses (...), pero la realidad de la situaci¨®n impone la soluci¨®n y llega un momento en el que hay que tomar una decisi¨®n definitiva aunque no nos guste". Tambi¨¦n eran los ¨²nicos habitantes del campo base: todo el trabajo en la ruta (abrir huella, colocar cuerdas fijas, etc¨¦tera) recay¨® sobre sus hombros. Ba?ales lo entiende; ¨¦l debi¨® animar a los sherpas para que le acompa?aran a la hora de trabajar en la pared. Para nada, a fin de cuentas.
La ¨²ltima expedici¨®n nacional que aguanta en el Himalaya, la del programa de TVE Al filo de lo imposible, renunci¨® el 20 de octubre a atacar la cumbre del Manaslu (8.163 m). Sus preocupaciones, en estos momentos, son menos ambiciosas: tratan de abandonar el campo base, semienterrado por una nevada que lleva d¨ªas sin abandonarles y que impide a los porteadores alcanzar el campo base para desmantelarlo. Carlos Soria, protagonista del reportaje que ha movilizado a su alrededor a un equipo compuesto por Ferr¨¢n Latorre (Barcelona), Juanjo Garra (L¨¦rida), Aitor B¨¢rez (Madrid) e I?aki Ochoa de Olza (Pamplona), tiene que remontarse hasta 1973 para recordar algo parecido. "Fue en el mismo Manaslu, con un tiempo igualmente infernal", recuerda, harto de tanta nieve. "Parece una maldici¨®n", se?ala Soria, que da por perdido todo el material abandonado en los campos 2 y 3, entre el que se contaban dos c¨¢maras de v¨ªdeo y cintas con im¨¢genes de su ¨²ltima visita al Broad Peak, saldada ¨¦ste verano con otro fracaso debido al mal tiempo. "Subir a buscarlas ser¨ªa un suicidio, dado el riesgo de aludes que existe", sentencia. De hecho, una avalancha de placa sepult¨® la tienda instalada en el campo 3 mientras los expedicionarios descansaban a una cota inferior.
El equipo de TVE, sometido a una dieta forzosa debido a la escasez de alimentos y a la imposibilidad de recibir ayuda externa, se ha quedado solo en el campo base. El resto de las expediciones (franceses, coreanos, japoneses y aragoneses) hace d¨ªas que prefiri¨® olvidar la monoton¨ªa de la inactividad y la congoja del peligro manifiesto de aludes. "En estas circunstancias", explica Ferr¨¢n, "s¨®lo puedes encerrarte en tu tienda y leer".
No existe constancia oficial de que alguna expedici¨®n haya alcanzado la cima de un ochomil este oto?o. En Katmand¨², capital de Nepal, Miss Holly, encargada de censar las ascensiones a las monta?as m¨¢s codiciadas de la tierra, confirm¨® a la expedici¨®n Euskaltel 99 tal ausencia de resultados. Para algunos, una derrota. Para el resto, la excusa para regresar en primavera.
Aludes o el pulso a la raz¨®n
Regresar sobre sus pasos y abandonar un proyecto en el Himalaya se considera una decisi¨®n inteligente. Acertada, por lo menos, cuando los riesgos son obvios. La obsesi¨®n por alcanzar la cima, su hechizo, topa con los l¨ªmites que impone el sentido com¨²n. Sin embargo, hay ocasiones en las que la monta?a se encarga de precipitar los acontecimientos, y al hacerlo, priva al alpinista de toda su capacidad para decidir y actuar.Es el caso de Alex Lowe (41 a?os), el alpinista norteamericano m¨¢s sobresaliente, desaparecido bajo un alud el pasado 5 de octubre mientras trataba de conquistar lo m¨¢s alto del Shisha Pangma (8.027 m). Ni su cuerpo, ni el de su compa?ero Dave Bridges (29 a?os) han sido hallados entre el caos de nieve y hielo que el alud dej¨® a su paso y del que pudo escapar Conrad Anker, miembro de la misma expedici¨®n.
El grupo pretend¨ªa hollar la cima del Shisha Pangma ascendiendo por la v¨ªa polaco-suiza para realizar su posterior descenso en esqu¨ªes. D¨ªas antes hab¨ªan realizado un ensayo desliz¨¢ndose desde una cota de 6.000 metros, lo que les hab¨ªa animado a insistir en su idea original. Se hallaban a unos 7.000 metros de altura cuando una avalancha sorprendi¨® a los dos desaparecidos y sumi¨® en la conmoci¨®n a la comunidad relacionada con las actividades de elite en el Himalaya.
Antes del accidente, la expedici¨®n norteamericana decidi¨® no abandonar su proyecto, que inclu¨ªa la filmaci¨®n de un documental, y eso pese al evidente riesgo de avalanchas que exist¨ªa. La posibilidad de sufrir un alud, permanente en el Himalaya, se ha visto agravada este oto?o. En estos casos, insistir se convierte en un juego perverso, un pulso a la ley de probabilidades que exige toneladas de serenidad y autocontrol para soportar el p¨¢nico y la incertidumbre. Cualquier paso en falso puede causar una avalancha, que arrastre al compa?ero. O el peligro puede anunciarse desde arriba, como en el caso de los dos norteamericanos desaparecidos.
Lowe lleg¨® a trabajar como gu¨ªa de alta monta?a en el Everest y acababa de inaugurar una v¨ªa en la cara noroeste de la Gran Torre del Trango (Himalaya), tras 18 d¨ªas de escalada. La noticia de su fallecimiento se difundi¨® instant¨¢neamente a trav¨¦s de Mountain Zone, una p¨¢gina web creada en Seattle y la m¨¢s visitada en EEUU por monta?eros y escaladores.
Una vez abandonada la b¨²squeda de los cad¨¢veres, la familia de Alex Lowe anunci¨® su funeral para el pr¨®ximo 3 de diciembre en un gimnasio en Bozeman (Montana). No habr¨¢ cuerpo que velar, como ocurre casi siempre en estos casos.
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