Dieta y confesi¨®n, o guerra
"Cualquier utilizaci¨®n de la religi¨®n para alentar la violencia es un abuso de la religi¨®n", dijo el pasado jueves Juan Pablo II ante 24 jefes de otras tantas religiones reunidos en Roma. Es una proclamaci¨®n que la Iglesia adopt¨® en el Concilio Vaticano II, porque el Papa que convoc¨® el Vaticano I, P¨ªoIX, a mediados del siglo pasado, todav¨ªa sosten¨ªa en su famoso Syllabus que, aparte su poder para prohibir libros y autores, la Iglesia "tiene derecho connatural y propio, independientemente de toda autoridad humana, a castigar a los delincuentes con penas tanto espirituales como temporales".Era el ¨²ltimo vestigio del poder coercitivo de los papas, incluido el ius gladii, es decir, el derecho a tener ej¨¦rcito, a organizar guerras y a maldecir pensamientos. As¨ª, el liberalismo era pecado, se anatematiz¨® al socialismo como "un desvar¨ªo social", la excomuni¨®n de los comunistas se justific¨® porque negaban "la propiedad privada", y la masoner¨ªa era perseguible "de oficio".
De las dos grandes fracturas que ha sufrido la Iglesia en este milenio, el cisma de Oriente y la ruptura de Lutero, la que dej¨® una huella de desolaci¨®n m¨¢s profunda fue la protestante, porque condujo a guerras de religi¨®n interminables, cruzadas y persecuciones, y a la ferocidad de diversas inquisiciones eclesi¨¢sticas.
Fue, adem¨¢s, la que tuvo m¨¢s ¨¦xito, por el gran carisma de Lutero y por la necesidad de reforma sentida por buena parte de la cristiandad, un clamor que Roma no quiso escuchar.
Lo peor fue que la ruptura se libr¨® tambi¨¦n en los campos de batalla, e implic¨® a todos los pa¨ªses. En Espa?a, el empe?o mayor del rey Carlos I, durante una parte de su mandato imperial, lo gast¨® en guerras de religi¨®n, persiguiendo herejes o amparando al Pont¨ªfice de Roma. Su famoso viaje a la Dieta de Augsburgo, un congreso convocado para exigir una confesi¨®n (rectificaci¨®n) a los protestantes fue el principio de su final centroeuropeo.
Los espa?oles labraron en aquellos a?os de persecuci¨®n de herej¨ªas buena parte de su fama de intolerancia (con o contra la religi¨®n, seg¨²n se terciase), que se prolongar¨ªa hasta la guerra incivil de 1936, calificada por algunos como cruzada. Un solo dato: el papa P¨ªo XII, el 29 de junio de 1939, recibi¨® en la Ciudad del Vaticano a 3.000 legionarios para que celebrasen a su lado la victoria, y poco tiempo despu¨¦s nombr¨® al dictador Francisco Franco "protocan¨®nigo de la patriarcal bas¨ªlica de Santa Mar¨ªa la Mayor".
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