Rector magn¨ªfico
NEGRITASLa continuidad de la monarqu¨ªa en Espa?a est¨¢ asegurada si de las universitarias cordobesas depende. La entrada y salida del pr¨ªncipe Felipe a los diferentes edificios del campus de Rabanales durante su visita a C¨®rdoba el pasado mi¨¦rcoles estuvo arropada por los suspiros, chillidos y piropos de un grupo de alumnas de la universidad cordobesa.No eran tantas, apenas un par de cientos, pero ten¨ªan buena garganta. Aquello parec¨ªa, si no un concierto de las Spice Girls, s¨ª, desde luego, un colegio de primaria. El pr¨ªncipe de Asturias atendi¨® cort¨¦smente las demandas de las j¨®venes. Una saludo por aqu¨ª, una sonrisa por all¨¢, un apret¨®n de manos para las de ac¨¢... No obstante, el heredero de la corona declin¨® ponerse a dar besos o regalar a algunas de las adolescentes su preciada firma, alegando que con tales peticiones le pon¨ªan en un "aprieto".
Superada la entrada a los edificios universitarios, la primera visita oficial del pr¨ªncipe Felipe a C¨®rdoba fue todo un ¨¦xito. La hermosa capilla de Rabanales, actual sal¨®n de actos del nuevo campus universitario, acogi¨® a lo m¨¢s granado de la sociedad local. Militares, pol¨ªticos, empresarios, sindicalistas y cl¨¦rigos se unieron a los estudiantes para recibir a tan ilustre invitado.
Especial comentario mereci¨® la llegada de los miembros de la presidencia hasta la tribuna de oradores. La alcaldesa de C¨®rdoba, Rosa Aguilar; el presidente de la Junta de Andaluc¨ªa, Manuel Chaves; el de los empresarios espa?oles, Jos¨¦ Mar¨ªa Cuevas; y los dos anfitriones y organizadores del acto: el rector, Eugenio Dom¨ªnguez, y el presidente de la patronal cordobesa, Luis Carreto. Llegados todos ellos a la tribuna, el protocolo marc¨® que fuera el magn¨ªfico rector quien se sentar¨¢ junto al pr¨ªncipe. El escaso metro sesenta y cinco de estatura del catedr¨¢tico apenas si llegaba al hombro del futuro rey. La reacci¨®n del p¨²blico fue espont¨¢nea e inmediata. De forma masiva, un murmullo sembr¨® los bancos de la antigua capilla. S¨®lo fueron unos segundos, los suficientes para que los protagonistas de la an¨¦cdota advirtieran lo que ocurr¨ªa. El pr¨ªncipe se tir¨® r¨¢pidamente hac¨ªa el asiento. Urg¨ªa esconder tanta altura. El rector, por su parte, secund¨® la sentada del pr¨ªncipe con toda naturalidad, sin complejos, mostrando que ¨¦l tambi¨¦n es un hombre de altura.
ANTONIO FERN?NDEZ
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