Ainhoa Arteta cant¨® y encant¨®
No hace falta largo espacio ni exceso de ditirambos cuando se trata de una artista valiosa y aut¨¦ntica. Es el caso de Ainhoa Arteta, que protagoniz¨® el viernes el IV Concierto de la Almudena junto a la renaciente Orquesta Filarm¨®nica dirigida por Jos¨¦ Ram¨®n Encinar.Ainhoa cant¨® y encant¨®, valor¨® cada una de las obras y sedujo en todas con su arte aristocr¨¢tico. El precioso color de su timbre, l¨ªrico como el talante de su expresi¨®n, la luminosidad de sus agudos, la emoci¨®n de su regi¨®n central, brillaron fuertemente en la cavatina de El barbero de Sevilla de Rossini, Una voce poco f¨¢ (?ya lo creo que hace y mucho!) y se torn¨® delicadamente po¨¦tica en el aria de la ¨®pera Romeo y Julieta, de Gounod, que "supo conmover a gran parte de sus contempor¨¢neos", como dec¨ªa el tambi¨¦n compositor Debussy, con tan elegante intensidad como la interpretaci¨®n de Ainhoa.
Orquesta Filarm¨®nica de Madrid
Director: J. R. Encinar. Solista: A. Arteta.Obras de Alb¨¦niz, Suri?ach, Llorca, Mozart, Rossini, Bret¨®n, Gounod, Usandizaga, Guridi, Chap¨ª, Barbieri, Gim¨¦nez y Moreno Torroba. Auditorio Nacional. Madrid 5 de noviembre.
Especiales acentos tuvo la cantante guipuzcoana para la bell¨ªsima romanza de Mirentxu, del gran Jes¨²s Guridi, y para la "propina" pucciniana (Oh mio babbino caro). En cambio, El barberillo de Lavapi¨¦s (Canci¨®n de Paloma), barrio evocado al comienzo de programa en la p¨¢gina de Alb¨¦niz orquestada por Carlos Suri?ach, o en la Tar¨¢ntula del sevillano Ger¨®nimo Gim¨¦nez (debemos respetar las dos G del compositor como lo hacemos con las jotas del poeta y premio Nobel Juan Ram¨®n Jim¨¦nez), el refinamiento natural de la Arteta no se al¨ªa, hoy por hoy, con la vena popular que decide estas peque?as genialidades musicales. Envolvimos a la Arteta en un oleaje de ovaciones que super¨® notablemente el caudal del Manzanares, aprendiz de r¨ªo mientras Ainhoa es maestra de bien cantar.
Refinada sensibilidad
Conocimos el ¨²ltimo Premio de Composici¨®n que patrocina Uni¨®n Fenosa: El ¨¢ngel ca¨ªdo, de Ricardo Llorca (Alicante, 1962). Si no dibuja con exactitud la personalidad del m¨²sico, lo que es normal a sus a?os, nos habla de una refinada sensibilidad y un filoimpresionismo caracter¨ªstico de nuestros creadores mediterr¨¢neos. Los pentagramas atractivos y nada luciferinos de Llorca quedaron bien desentra?ados por Encinar y los filarm¨®nicos matritenses.As¨ª sucedi¨® con la obertura de Las bodas, de Mozart -un punto excesivamente agitada-, la de Los amantes de Teruel, de Bret¨®n, la breve e intrascendente p¨¢gina de Usandizaga, Dans la mer y la feliz Revoltosa, de Chap¨ª. Cerr¨® el programa La Marchenera, del madrile?o Moreno Torroba cantada con garbo y ritmo, pero la audiencia, que llen¨® el Auditorio, pidi¨® y obtuvo los consabidos regalos.
A la entrada, un organillero callejero desgrababa la jota de La Dolores, acaso en homenaje al P¨ªo Baroja que vagabundeaba nuestros "barrios bajos" o "suburbios" en las primeras d¨¦cadas de este siglo.
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