La humillaci¨®n y el desconcierto JOSEP RAMONEDA
En el terreno de la peque?a y, a veces, s¨®rdida cotidianidad de la vida p¨²blica catalana, la semana nos ha deparado dos curiosos espect¨¢culos. La humillaci¨®n de la Junta Directiva del Bar?a por un presidente paranoico y las dificultades de Converg¨¨ncia i Uni¨® (CiU) para aprobar el cursillo acelerado de adaptaci¨®n a una nueva realidad pol¨ªtica que no admite prepotencias.Dicen los peri¨®dicos que Josep Llu¨ªs N¨²?ez busca desesperadamente el topo que hizo posible la retransmisi¨®n en diferido de la reuni¨®n en que N¨²?ez oficializ¨® lo que todo el mundo sab¨ªa: que para ¨¦l los directivos de una instituci¨®n de renombre como el F¨²tbol Club Barcelona son simples lacayos suyos, que lo deben todo a su generosa voluntad y no al club al que representan, y que carecen de cualquier derecho a opinar o a pensar por s¨ª mismos, salvo que sea para salir en defensa apasionada de su presidente y para defender tan noble figura que se equipara con el mismo Jesucristo, cuyo destino teme acabar compartiendo. Lo de N¨²?ez no es m¨¢s que una agudizaci¨®n senil de lo que ha hecho y dicho toda su vida. Si la opini¨®n que tiene de s¨ª mismo el hombre de los chaflanes ha sido siempre tan desmesurada y desvergonzada como para ser el m¨¢s esforzado cantor de sus propias excelencias, el shock provocado por el accidente que sufri¨® el pasado verano (quiz¨¢, por fin, tom¨® conciencia de que no era inmortal) parece haber convertido su obstinaci¨®n en delirio. Pero todo esto entra dentro de las ya conocidas caracter¨ªsticas de un personaje que, desde que lleg¨®, ha vivido en el sufrido estado de envidia permanente de aquellos que obten¨ªan el reconocimiento que a ¨¦l se le negaba. Sin embargo, lo que supera las m¨¢s pesimistas opiniones sobre el sentido de la dignidad de los humanos es la sumisa y servil reacci¨®n de su directiva. Es verdad que en la Junta abundan los que est¨¢n completamente infeudados por el jefe: unos porque dependen de sus dineros, otros porque conoce todas sus debilidades y algunos porque no tienen otra manera de ser alguien en la vida. Pero hay tambi¨¦n algunos se?ores que tienen o han tenido cierto renombre, que han demostrado ser alguien en la vida antes de sentir la llamada de N¨²?ez o que est¨¢n all¨ª por su vinculaci¨®n a partidos pol¨ªticos, en cuyos idearios esta escrito el respeto a las personas como c¨®digo de conducta. Ninguno de ellos afront¨® el ejercicio de disparates del presidente. Han pasado varios d¨ªas y nadie ha hecho el elemental ejercicio de dimitir en defensa de su propia reputaci¨®n. ?Tan dif¨ªcil es dejar el palco del Bar?a? Dinero y sumisi¨®n, ?es el signo de los tiempos? Nos hab¨ªan dicho que eran diferentes. El comportamiento de sumisi¨®n al caudillo que practica esta junta no le distingue particularmente de otros clubes. Si la pasividad de los aficionados persiste, al modo de sus directivos, el club se alejar¨¢ cada vez m¨¢s de las ideas sobre las que construy¨® su particular mitolog¨ªa.
Mientras en el Bar?a se asist¨ªa a la consagraci¨®n de la insolencia del nu?ismo, en la pol¨ªtica, CiU se ve¨ªa sometida a un r¨¢pido aprendizaje de los modos de relaci¨®n con los dem¨¢s cuando no se puede imponer la propia ley sin consultar. Converg¨¨ncia i Uni¨® ya demostr¨® en 1995 que no ten¨ªa los reflejos preparados para reaccionar cuando sus oponentes quisieran plantarle cara. Y perdi¨® entonces la presidencia del Parlament. Ahora, aunque estaba sobre aviso -por la experiencia anterior y por los resultados-, ha demostrado evidente patosidad ofendiendo a unos cada vez que se acercaba a otros. La solemnidad con la que el consejo nacional de Converg¨¨ncia proclam¨® a Esquerra como socio prioritario no ha durado una semana. Acostumbrados a un modo m¨¢s altivo de hacer las cosas dieron por entendido que el PP les votar¨ªa sin apenas hacerle caso. Se encontraron sin el s¨ª de Esquerra y con el PP con cara de virgen ofendida. Van a llegar a la meta con mucho lastre y m¨¢s de un roce. El PP y Esquerra tienen m¨¢s autoestima que los directivos barcelonistas. Nunca se pueden dar los apoyos por adquiridos.
En medio de las tribulaciones de los negociadores pujolistas, nacionalistas y socialistas han despreciado ol¨ªmpicamente la apuesta de Josep Llu¨ªs Carod por el tripartito. Y, sin embargo, no me extra?ar¨ªa que fuera una hip¨®tesis al alza, que dentro de un a?o o un a?o y medio pudiera ser perfectamente de actualidad. Si Jordi Pujol se encuentra -despu¨¦s de las elecciones espa?olas- gobernando sin conseguir disipar las turbulencias, ¨¦l puede ser el primer interesado. Porque a mitad de legislatura, lo que puede estar en juego es que Pujol acabe su ciclo con un homenaje nacional o salga por la puerta peque?a. No pasar¨¢n muchos meses sin que los intereses de Pujol y los de su partido empiecen a diferenciarse. Pujol cada vez pensar¨¢ m¨¢s en la historia. Y su partido deber¨¢ demostrar que tiene la juventud de los 25 a?os de existencia y no la edad del presidente al que ha estado indisociablemente ligado.
Si Pujol puede estar tentado a presidir un tripartito a partir de cierto momento, Maragall puede que tambi¨¦n eche sus cuentas. En un pa¨ªs electoralmente tan conservador que necesita hacer los cambios por etapas, ser vicepresidente de Pujol ser¨ªa una garant¨ªa casi absoluta de futuro. Sobre todo si sigue pensando que hay que ganar a Pujol en su terreno. El inter¨¦s de Maragall podr¨ªa no coincidir con el de su partido. El tiempo dir¨¢ si las expectativas que hoy existen entre los socialistas de que 1999 sea lo que fue 1979 para el PSOE, es decir, la antesala de la gran victoria, tienden a confirmarse o no. Y el tiempo dir¨¢ tambi¨¦n el grado de desgaste que el pujolismo haya sufrido a mitad de legislatura. La frustraci¨®n de la noche electoral y la angustia existencial que provoca en los socialistas el recuerdo de 1980 se han combinado para dejar pasar la propuesta de Carod sin siquiera mirarla. Puede que los meses cambien la perspectiva sobre las cosas.
Naturalmente, el mayor beneficiario de un hipot¨¦tico tripartito ser¨ªa Esquerra -por algo lo propone Carod- y quien mayores riesgos correr¨ªa en el envite ser¨ªa Converg¨¨ncia, que podr¨ªa ver c¨®mo Esquerra empieza a ocupar terreno y deja de ser, como es todav¨ªa, una inc¨®gnita. Aunque, pase lo que pase, Converg¨¨ncia deber¨¢ empezar de nuevo cuando su l¨ªder natural abandone la carrera. Los movimientos que Josep Antoni Duran haga de aqu¨ª a media legislatura condicionar¨¢n bastante la posici¨®n de sus socios. El tripartito que hoy parece una coartada de Carod para administrar sus equidistancias, puede ser una hip¨®tesis pol¨ªtica real antes de que acabe la legislatura. En las direcciones de los principales partidos ya hay quien empieza a darse cuenta.
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
?Tienes una suscripci¨®n de empresa? Accede aqu¨ª para contratar m¨¢s cuentas.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.
Archivado En
- Opini¨®n
- Jordi Pujol
- VI Legislatura Catalu?a
- Pactos postelectorales
- ERC
- Comunidades aut¨®nomas
- Pactos pol¨ªticos
- CiU
- Gobierno auton¨®mico
- Generalitat Catalu?a
- Parlamentos auton¨®micos
- PP
- Catalu?a
- Administraci¨®n auton¨®mica
- Pol¨ªtica auton¨®mica
- Parlamento
- Partidos pol¨ªticos
- Espa?a
- Administraci¨®n p¨²blica
- Pol¨ªtica
- Josep Llu¨ªs N¨²?ez