La l¨ªnea y la dieta
El autor asegura que para que los mejores de cada actividad accedan a la pol¨ªtica hay qye plantear una retribuciones adecuadas.
El editorial de EL PA?S del pasado lunes 8 de noviembre calificaba el sistema de dietas por asistencias a consejos de empresas p¨²blicas como un "mecanismo que fomenta el clientelismo pol¨ªtico", trasladando, en su contenido, la confusi¨®n que se observa al tratar la cuesti¨®n. Porque, indudablemente, se puede y se debe, en una sociedad democr¨¢tica, hacer un debate sobre la retribuci¨®n de los cargos p¨²blicos, sobre su r¨¦gimen de incompatibilidades, sobre el r¨¦gimen de los ¨®rganos de administraci¨®n de las empresas p¨²blicas y sobre las cajas de ahorro, su estructura institucional y sus administradores. Pero lo que me parece realmente absurdo es mezclar todas las cuestiones sin analizar l¨®gica y sistem¨¢ticamente el fondo de la cuesti¨®n, que no es otro que el de la retribuci¨®n de los cargos p¨²blicos y de los representantes pol¨ªticos, que son dos cosas distintas que no siempre coinciden. Y sobre todo, si el debate se plantea con el objetivo de deslegitimar ¨¦ticamente situaciones o de hacer exhibicionismo, que siempre es posible hacerlo, me parece un procedimiento perverso y mezquino.Deseo recordar que en el a?o 1983, el 26 de diciembre, se aprob¨® por el Gobierno de la naci¨®n una ley sobre incompatibilidades de altos cargos que sirva de base a la normativa actual, y que en su art¨ªculo 6.2 dice que cuando representen a la Administraci¨®n en los ¨®rganos colegiados directivos o consejos de administraci¨®n de organismos o empresas con capital p¨²blico "podr¨¢n percibir por los indicados cargos o actividades compatibles las dietas, indemnizaciones o asistencias que les correspondan y que se acomodar¨¢n al r¨¦gimen general previsto para la Administraci¨®n del Estado".
Por tanto, si se aceptase que este sistema fomenta el clientelismo pol¨ªtico, los promotores de este clientelismo est¨¢n trabajando desde el a?o 1983. Pero parece que el clientelismo pol¨ªtico tiene formas m¨¢s sutiles para su fomento. Acercarse de esta manera a la direcci¨®n de las empresas p¨²blicas es bastante fr¨ªvolo, ya que la cuesti¨®n principal debe centrarse en la asimilaci¨®n de estas empresas a las privadas o en la b¨²squeda de una categor¨ªa nueva que las singularice.
Sin apartarme del centro de la pol¨¦mica, parece que se asombra el editorialista de que el alcalde de Madrid cobre "el mejor salario de todos los regidores de Espa?a". A m¨ª me asombrar¨ªa lo contrario: que un alcalde de una poblaci¨®n menor cobrase m¨¢s, aun cuando no s¨¦ si lo que se propone es que todos los alcaldes cobren lo mismo.
En cualquier caso, la pregunta es si los cargos p¨²blicos deben cobrar no menos, sino la mitad, por decir algo, de lo que cobre una persona con similares responsabilidades en la vida privada. Porque se transmite que la retribuci¨®n de un alcalde, en este caso el de una ciudad que, adem¨¢s de ser capital, administra un presupuesto superior al de muchas comunidades aut¨®nomas y ministerios, se considera excesiva. Y si en general los pol¨ªticos, los que desempe?an cargos p¨²blicos, deben cobrar unas cantidades similares a las que tienen en la esfera privada quienes desempe?an actividades homog¨¦neas o, por el contrario, nuestra sociedad quiere pagar a los pol¨ªticos unas cantidades inferiores. Resultar¨¢, por tanto, que el mercado de los recursos humanos en la pol¨ªtica quedar¨¢ limitado para quienes tengan patrimonio propio o acepten una reducci¨®n temporal de sus ingresos, o se sientan satisfechos porque su equivalencia con la esfera privada no se ve afectada o mejora. Es cierto que el acceso a la pol¨ªtica es voluntario, pero la cuesti¨®n sigue siendo lo que la sociedad est¨¢ dispuesta a pagar a un cargo p¨²blico en relaci¨®n con lo que la sociedad paga a un ejecutivo, un director de medio de comunicaci¨®n, un piloto o un presidente de un club de f¨²tbol. Porque al final, por la v¨ªa de los impuestos o del consumo, est¨¢n siempre pagando los ciudadanos. Y mientras que en el mundo privado el mercado dicta las retribuciones, en la pol¨ªtica no se aceptan ni siquiera comparaciones ex¨®genas, y el sueldo de los pol¨ªticos siempre se considera excesivo y lleno de prebendas, sin valorar ni su trabajo, ni su dedicaci¨®n, ni su responsabilidad.
Escandalizarse de lo que ganan los dem¨¢s es un deporte ciertamente f¨¢cil. No conozco a nadie que se sienta bien pagado ni a nadie que considere que paga poco a Hacienda. Y las posibilidades de comparaci¨®n son m¨²ltiples y se pueden hacer los malabarismos m¨¢s divertidos. Ahora bien, si se quiere hacer un debate sereno hay que tener cierta voluntad para diseccionar y no simplificar ni generalizar. Por eso, hablar de "decenas de millones, decenas de concejales y decenas de consejos a los que no acuden" es tan falaz y poco riguroso como todas las generalizaciones.
No s¨¦ si se considera que "lo pol¨ªtico" carece de valor, que los pol¨ªticos son unos sinverg¨¹enzas o que la ¨¦tica p¨²blica no se expresa a trav¨¦s de la ley en una sociedad democr¨¢tica. Pero flaco favor hacen a la democracia y a sus instituciones quienes gozan representando a los pol¨ªticos como poceros de sus propios privilegios.
Nadie se ha opuesto a reformar las retribuciones, pero s¨ª a hacerlo a empujones. Nadie se ha opuesto a buscar acuerdos necesarios para estudiar y modificar el r¨¦gimen de las cajas de ahorro, pero s¨ª a hacer presentaciones maniqueas o pensar que Caja Madrid es un pesebre donde un grupo de pol¨ªticos privilegiados pasta a sus anchas. Y todos deber¨ªamos hacer una reflexi¨®n sincera y no farisaica sobre la retribuci¨®n de nuestros cargos p¨²blicos. Personalmente, me apunto a que los mejores de cada actividad vengan a la pol¨ªtica. Pero no a hacer pr¨¢cticas de santidad o de anacoretas, sino a aportar todos sus valores para que los intereses p¨²blicos sean defendidos. Y lo expreso desde mis convicciones liberales. Y para que esto suceda es necesario valorar la pol¨ªtica y no tener miedo a establecer unas retribuciones adecuadas.
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