Una mente en ebullici¨®n
Las Variaciones Goldberg, en opini¨®n de algunos historiadores, escritas por J.S. Bach para distraer al insomne conde Keyserling, nacieron con humilde vocaci¨®n utilitaria, pero se han convertido en objeto de controversia. Los puristas no paran de discutir sobre si es l¨ªcito interpretarlas al piano en vez de al clave de dos teclados para el que fueron concebidas. Pues bien, quienes se preocupen por esas minucias acabar¨¢n irremediablemente escandalizados con la atrevida propuesta de Uri Caine.El pianista norteamericano, bien conocido por anteriores experiencias con Mahler y Wagner, toma las Variaciones como una referencia que le sirve como vago punto de partida para desarrollar su idea global de las est¨¦ticas del siglo XX. Su irregular concierto sevillano empez¨® con la exposici¨®n ortodoxa del aria de la obra, s¨®lo tenuemente perturbada por una especie de ruidos par¨¢sitos que surg¨ªan de la mesa de efectos truculentos regida por DJ Olive, pero, una vez sentada la atm¨®sfera y esbozada la intenci¨®n, se lanz¨® a proponer variaciones en el sentido m¨¢s transgresor del t¨¦rmino. Continu¨® con un rag tambaleante y cubista que parec¨ªa salir de alg¨²n desencuadernado piano de prost¨ªbulo, y llam¨® despu¨¦s a la secci¨®n r¨ªtmica para emprender una galopada, ya en pura onda jazz¨ªstica, que marc¨® el punto culminante de la noche. La cosa promet¨ªa.
Uri Caine Ensemble plays Bach
Uri Caine (piano), Annegrette Siegel (viol¨ªn), Ralph Alessi (trompeta), Don Byron (clarinete), Drew Gress (contrabajo), Ralph Peterson (bater¨ªa) y DJ Olive (platos giradiscos). Teatro Central. Sevilla. 17 de noviembre.
El concierto no pas¨® de ah¨ª. Aunque el grupo de Caine ven¨ªa de grabar en M¨²nich el grueso del proyecto, dio la sensaci¨®n de andar todav¨ªa en fase de rodaje. Es posible que, al menos en directo, el norteamericano s¨®lo sea capaz por el momento de mostrar las galeradas o, como mucho, una edici¨®n en r¨²stica y con alguna errata de su idea: ciertos elementos parecieron cogidos con alfileres y el total se antoj¨® a¨²n por resolver. La aportaci¨®n casi heroica del fenomenal trompetista Ralph Alessi mereci¨® los aplausos m¨¢s encendidos, pero no se sab¨ªa muy bien qu¨¦ funci¨®n desempe?aba el citado DJ Olive. Tampoco el clarinetista Don Byron pareci¨® c¨®modo: indolente y como si no fuera el concierto con ¨¦l. Todav¨ªa se pudieron entresacar momentos brillantes, como las espl¨¦ndidas transcripciones para viol¨ªn de algunas variaciones concretas, magn¨ªficamente interpretadas por Annegrette Siegel, la perenne finura de Drew Gress y el furibundo baquetear de Ralph Peterson. Tambi¨¦n las intervenciones del l¨ªder gustaron cuando pudo centrarse, porque con tanto cambio de m¨²sica propia a la de Bach acab¨® con el atril echo un l¨ªo de partituras. Retazos de blues a?ejo, un homenaje a Rachmaninov, el acostumbrado gui?o a la m¨²sica klezmer y aires de gospel fueron las bases sobre las que Caine fue levantando su compleja obra.
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