El gen
Investigadores del Instituto Europeo de Oncolog¨ªa han descubierto que la supresi¨®n de un gen prolonga la vida, mientras que otros cient¨ªficos a lo ancho del mundo tantean con la clonaci¨®n animal. El fin -fin m¨¢gico- de toda la experimentaci¨®n presente ser¨ªa no ya aplazar la muerte, sino alcanzar la radiante f¨®rmula de la inmortalidad. La muerte aparecer¨ªa entonces como una opci¨®n o una alternativa aventurera que unos seres humanos elegir¨ªan y otros no. Bastar¨ªa renunciar a la clonaci¨®n o a alguna operaci¨®n gen¨¦tica de extirpaciones para tener la muerte. Porque, contrariamente a lo que parece, la muerte no es un menos, sino un m¨¢s. Los seres unicelulares se reproducen cl¨®nicamente y viven sin fin. De la misma manera algunas c¨¦lulas cancerosas pueden llegar a un punto en que, por alteraci¨®n del gen antitumor o de la apoptosis, se olviden de morir. Las c¨¦lulas tumorales en el famoso caso de Henrietta Lacks eran tan particularmente virulentas que fueron expedidas a varios laboratorios del mundo y hasta al espacio a bordo del Discoverer 17 para seguir una ronda inmortal tras el fin del cuerpo de Henrietta.Los seres unicelulares poseen la met¨¢fora de la eternidad. Ha sido la evoluci¨®n de la biosfera la que ha desarrollado individuos mortales. En la reproducci¨®n pura y simple no hay muerte, pero en el nivel de procreaci¨®n mueren el germen y el ¨®vulo para procurar el nacimiento de un ser superior. El orden asexuado de los virus se perpet¨²a, pero todos los seres sexuados perecen.
Lejos, pues, de avanzar con los adelantos, no hacemos sino regresar para pervivir. M¨¢s que seguir una l¨ªnea ascendente, nos dirigimos, en apariencia, hacia abajo para salvarnos. La victoria evolutiva introdujo la muerte en la vida, pero ahora la ciencia, ideando la existencia inmortal, copia a los seres elementales
Probablemente la pulsi¨®n de muerte de Freud se encuentra relacionada, seg¨²n Baudrillard, con esta nostalgia del principio de los tiempos, no siendo la verdadera muerte otra cosa que la regresi¨®n a un punto de vida indiferenciada. Buscar¨ªamos, pues, as¨ª en el estado m¨¢s ¨ªnfimo y simple la clave de la eternidad, con la paradoja de que ese descubrimiento ser¨ªa, para los humanos, el mayor ¨¦xito de su grandeza.
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