El Madrid vuelve a su miseria cotidiana
Al Celta le alcanza con ofrecer su versi¨®n m¨¢s pobre para doblegar a un rival acobardado y rampl¨®n
Pas¨® el espejismo del cambio de entrenador, se olvid¨® ya la solvente respuesta sobre la nieve de Ucrania, y el Madrid volvi¨® ayer a pasear su rostro demacrado, esa miseria cotidiana que acompa?a al equipo en la interminable pesadilla que vive desde hace algunos meses. Si no quieren deprimirse, bien har¨¢n los madridistas en contentarse con la discreci¨®n de su derrota frente a un equipo abonado ¨²ltimamente a los marcadores estrepitosos. Pero la estrechez de la victoria del Celta induce al enga?o. Porque el Madrid hizo en Vigo lo peor que puede esperarse de un equipo de su categor¨ªa. Renunci¨® a la pelota y al juego, sali¨® al terreno derrotado de antemano, asumiendo su inferioridad ante un reci¨¦n llegado a la ¨¦lite y con la ¨²nica consigna de sobrevivir a la previsible avalancha gallega. El Madrid vivi¨® casi toda la tarde encerrado en su ¨¢rea, y ni siquiera reaccion¨® con el marcador en contra. Se fue de Bala¨ªdos sin apenas tirar a gol. Y eso que tuvo enfrente a un Celta menor, lejos de la brillantez de otras ocasiones, un tanto fatigado tras su sonada semana europea. Pero el Celta tampoco necesit¨® m¨¢s.Entre las numerosas bajas y el temor que inspira este Celta, Del Bosque puso el equipo patas arriba con el prop¨®sito de arropar a su maltrecha defensa. El nuevo t¨¦cnico emul¨® a Toshack y dispuso tres centrales y dos pivotes, con lo que el equipo se parti¨® a la mitad. Ocho jugadores se dedicaron a contener y los otros tres -Seedorf, Ra¨²l y Savio- quedaron perdidos en tierra de nadie, desconectados del resto y condenados a ver el partido desde la lejan¨ªa.
CELTA 1
REAL MADRID 0Celta: Dutruel; Velasco, C¨¢ceres, Djorovic, Juanfran; Makelele, Celades; Karpin, Mostovoi (Tom¨¢s, m. 88), Gustavo L¨®pez (Revivo, m. 73); y Mc Carthy (Turd¨®, m. 70). Real Madrid: Bizzarri; Iv¨¢n Campo, Karembeu, Julio C¨¦sar (Meca, m. 67); Geremi, (Etoo, m. 46), Helguera, Sanchis, Roberto Carlos; Seedorf; Ra¨²l y Savio. Goles: 1-0. M. 39. Celades marca desde el borde del ¨¢rea, tras jugada de Gustavo L¨®pez y Karpin. El bal¨®n pega en Iv¨¢n Campo y descoloca a Bizzarri. ?rbitro: Mejuto Gonz¨¢lez. Amonest¨® a Helguera, Iv¨¢n Campo, Karpin y Juanfran. Unos 27.000 espectadores en Bala¨ªdos.
Tan en serio se tom¨® el Madrid su humilde papel que vivi¨® toda la primera parte sin apenas asomar una ceja en campo ajeno. El conjunto de Del Bosque -y no es una exageraci¨®n ret¨®rica- se dedic¨® a defender su piel achicando balones en las inmediaciones del ¨¢rea y puso al descubierto la incompetencia en el manejo del bal¨®n de dos de sus centrales, Iv¨¢n Campo y Karembeu. Sobre todo este ¨²ltimo, que se pas¨® la tarde agujereando el bal¨®n con pelotazos que rebasaban la l¨ªnea divisoria para morir a pies del contrario. Hasta los dos carrileros, Geremi y Roberto Carlos, traicionaron sus costumbres y apenas se aventuraron en territorio hostil. La consecuencia no pudo ser m¨¢s deprimente: lo m¨¢s parecido a un remate a puerta suyo fue un centro cruzado de Roberto Carlos que acab¨® mansamente en las manos de Dutruel. Pero el Madrid no s¨®lo no tir¨® a puerta, sino que tampoco hilvan¨® una sola jugada con m¨¢s de tres toques.
Desde el inicio, se cerni¨® sobre el estadio la certeza de que el triunfo del Celta era cuesti¨®n de tiempo. Si el Madrid resisti¨® casi 40 minutos fue m¨¢s por la discreta producci¨®n local que por la supuesta firmeza de su defensa, presa del p¨¢nico ante la m¨¢s inocente acometida. El Celta se erigi¨® en due?o incuestionable del partido, fiel a su estilo depurado y sin desesperarse nunca, como si el equipo de V¨ªctor Fern¨¢ndez, contagiado de la sensaci¨®n general, confiase en que su superioridad se manifestase con el mero transcurrir de la contienda. Pero no se vio al Celta deslumbrante de otras jornadas, sino a un conjunto un tanto espeso, m¨¢s lento de movimientos de lo habitual y algo falto de luces en los metros finales. En la l¨ªnea de creaci¨®n, Celades anduvo demasiado inseguro y cohibido, con miedo a arriesgar en el env¨ªo y una tendencia irritante a pasarla hacia atr¨¢s. S¨®lo despu¨¦s de su gol, el ex barcelonista se sacudi¨® la timidez y decidi¨® asumir mayor protagonismo en el juego. Por lo dem¨¢s, el Celta vivi¨® de los destellos individuales de Mostovoi y de las penetraciones de Karpin y Gustavo L¨®pez, quienes, sin embargo, apenas lograron conectar con Mc Carthy, otra vez desafortunado.
La segunda parte comenz¨® con una noticia extraordinaria: Seedorf remat¨® entre los tres palos. Fue un disparo anecd¨®tico e inofensivo, pero tal como estaban las cosas pareci¨® que el Madrid lograba una haza?a inconmensurable. Pero ni siquiera ese t¨ªmido intento result¨® el preludio de nada. Aunque el Madrid atac¨® m¨¢s que en la primera parte, pareci¨® que se lo tomaba como una obligaci¨®n administrativa, como un trabajo de rutina que se acomete sin la menor convicci¨®n. Excepto en alguna pelota bombeada que sembr¨® la confusi¨®n en el ¨¢rea, nunca dio la impresi¨®n el Madrid de poder empatar el partido. A Del Bosque ya s¨®lo le quedaban soluciones desesperadas y rebusc¨® en su precario banquillo para recurrir, sin el menor resultado, al hasta ahora casi in¨¦dito Etoo y a Meca, un chico del filial. El Celta, mientras tanto, se dio a la pereza.
Con Mostovoi aparentemente fatigado, los de V¨ªctor decidieron acomodarse a la espera de que alg¨²n contragolpe eliminase cualquier duda sobre el desenlace. Gustavo L¨®pez descubri¨® un carril de alta velocidad en la banda derecha del Madrid, pero no acab¨® de encontrar el punto de lucidez para golpear en el instante decisivo. Tampoco sufri¨® el Celta por ello. Hasta el final, la pelota, el f¨²tbol y las ocasiones estuvieron del lado gallego frente a un Madrid cabizbajo y resignado, como un equipito de ese fondo de la clasificaci¨®n hacia la que sigue precipit¨¢ndose domingo a domingo.
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.