La segunda vuelta de la piqueta

El Pozo del Huevo, en Vallecas Villa, es uno de los poblados chabolistas m¨¢s antiguos de la ciudad. En 1990 las instituciones intentaron desmantelar este n¨²cleo levantado hace 40 a?os realojando a sus habitantes en las viviendas sociales del complejo conocido como el ruedo de la M-30, en Moratalaz. Pero 10 a?os despu¨¦s el n¨²cleo est¨¢ habitado por otras 142 familias a las que el Ayuntamiento de Madrid va a derribar la chabola. La mayor¨ªa ha llegado en los ¨²ltimos a?os pero otros llevan m¨¢s tiempo en la barriada, aunque quedaron fuera del programa de viviendas.Las ¨®rdenes de demolici¨®n, autorizadas por los jueces pero a¨²n sin fecha de ejecuci¨®n porque el consistorio no la ha decidido, han puesto en guardia a las cuatro asociaciones que trabajan en la barriada: C¨¢ritas Apomar; las hermanas franciscanas de Mar¨ªa, que viven en el asentamiento; el Movimiento Cuarto Mundo y el Movimiento cat¨®lico gitano La Frontera. Todas ellas reclaman que se ofrezcan alternativas a 40 familias del asentamiento, muy necesitadas, que no tienen d¨®nde cobijarse y a las que han ayudado a presentar un recurso judicial.

El concejal de Urbanismo, Ignacio del R¨ªo, explica que el consistorio no ha dado la orden de derribar estas casetas porque exista un proyecto urban¨ªstico para la zona, sino porque se trata de construcciones ilegales. "Pero el desalojo no va a ser inminente y antes de que entren las m¨¢quinas estudiaremos el caso de cada familia con el Instituto de Realojamiento e Integraci¨®n Social (IRIS) de la Comunidad", a?ade.

El viceconsejero de Obras P¨²blicas, Urbanismo y Transportes, Luis Peral, de quien depende el IRIS, ratifica las palabras de Del R¨ªo. "El consistorio nos ha dicho que los derribos en el Pozo del Huevo no van a ser inmediatos", afirma.

Los habitantes del barrio casi no saben lo que est¨¢ pasando y Susana Castro, voluntaria de Cuarto Mundo, una ONG presente desde hace seis a?os en el n¨²cleo, explica que a ellos les han llegado noticias de que Gerencia de Urbanismo quiere iniciar las demoliciones en enero.

"Las entidades sociales que trabajamos en este barrio conocemos a las familias y sabemos que unas 40 viven con muchas estrecheces; y si les echan s¨®lo podr¨¢n levantarse otro chamizo en otro lugar hasta que vuelvan a expulsarles. Hay tambi¨¦n familias que tienen pisos y otros recursos y ¨¦sas no han recurrido a nosotros", asegura.

Rom¨¢n Corredera, de 49 a?os, su esposa Antonia Escudero, y sus tres hijos, uno de ellos discapacitado ps¨ªquico, son algunos de los que temen quedarse con el cielo arriba y la tierra abajo. "Nosotros, haciendo esfuerzos, podr¨ªamos pagar un alquiler de hasta 30 billetes al mes. Pero esos precios no se encuentran y, si nos echan abajo la chabola, no s¨¦ qu¨¦ vamos a hacer", explica Corredera, que cada d¨ªa, desde que amanece, recoje chatarra empujando una carretilla por todo Vallecas junto a su hijo disminuido.

"Con la chatarra hay d¨ªas que sacas 2.000 pesetas y otras veces nada. Adem¨¢s de eso, los cinco vivimos de las 37.000 pesetas que recibe el chico por su incapacidad y de las 46.000 del IMI (el salario social para personas sin recursos) que nos han concedido", a?ade Corredera.

Llegaron al barrio hace nueve a?os "por una ri?a de contrarios entre gitanos". Antes viv¨ªan en uno de los m¨®dulos prefabricados del Instituto de la Vivienda de Madrid (Ivima) en la avenida de Guadalajara (San Blas), pero tuvieron que poner pies en polvorosa. "Nos marchamos de all¨ª para evitar males mayores, pero puede que eso ponga dif¨ªcil que nos concedan un piso social", reconoce. Las monjas del Pozo les ayudaron a levantar su actual chabola.

Su caseta, construida con tablas y lonas, est¨¢ formada por una sola habitaci¨®n dividida en dos por una cortina. En una de ellas est¨¢ la chimenea, un sof¨¢ y una cocina. En la otra se api?an tres camas. Todo est¨¢ limpio, pero sin comodidad alguna y con humedades. No tiene retrete ni ducha, la luz la obtienen a trav¨¦s de enganches al tendido y el agua la consiguen mediante una manguera.

Las organizaciones sociales que apoyan a estos chabolistas, como C¨¢ritas y Cuarto Mundo, quieren que las instituciones valoren las situaciones de extrema necesidad que han llevado a algunas personas a vender o abandonar la vivienda social en que viv¨ªan. "Sabemos que hay largas listas de espera para obtener un piso social y que hay quien abusa y vende la vivienda por picaresca, pero tambi¨¦n hay casos extremos que no deben penalizarse de por vida".