Aparece Azcona
La culpa de todo la tiene Fernando Trueba; un d¨ªa le pregunt¨® un amigo: "?Es verdad que Rafael Azcona es inaccesible, que no contesta al tel¨¦fono, que resulta hura?o, que no da entrevistas, que no se deja ver en p¨²blico, que cuando recibe premios env¨ªa a Jos¨¦ Luis Garc¨ªa S¨¢nchez, el director de cine, como si fuera ¨¦l, y que te responde con un gru?ido si le preguntas si ¨¦l es Rafael Azcona cuando le ves en la cola del cine de las cuatro?".A todas esas preguntas, el mayor de los Trueba respondi¨® que no, y fue en ese momento cuando alguna gente se decidi¨® a llamar por tel¨¦fono a Rafael Azcona. Fue el final de su largo anonimato; hab¨ªa dado una vez una entrevista robada a un peri¨®dico de Italia, y fue tal su indignanci¨®n por verse en letras de molde que jam¨¢s permiti¨® que hubiera a un metro de distancia, un magnet¨®fono para recoger sus palabras; y cuando EL PA?S quiso publicar una foto suya, tuvo que tomarla de un retrato de su juventud golfa.
En efecto, despu¨¦s de la confesi¨®n de Trueba, el hombre que le puso al cine espa?ol los estimulantes de humor y de surrealismo que han hecho legendarias sus pel¨ªculas, sali¨® de su escondrijo, se present¨® en sociedad, se dej¨® ver, y ahora no s¨®lo su rostro resulta inconfundible, como un p¨¢jaro extra?ado de haber salido del para¨ªso, de modo que ya Garc¨ªa S¨¢nchez no puede simular que es ¨¦l, sino que tambi¨¦n es conocida su voz de tenor en retirada.
Y ya cada vez m¨¢s gente en Espa?a -por donde hizo una gira, con Manuel Vicent y con ?ngel S¨¢nchez Harguindey- sabe que este hombre que escribi¨® El verdugo y El cochecito,y m¨¢s tarde hizo con Jos¨¦ Luis Cuerda y Manuel Rivas La lengua de las mariposas, era una especie de tesoro escondido en el cofre donde se guardaba voluntariamente uno de los creadores m¨¢s geniales que ha tenido este pa¨ªs en las ¨²ltimas d¨¦cadas.
Pero hoy, en una de las librer¨ªas Crisol de Madrid, es donde por fin aparece Rafael Azcona en solitario, frente al mundo, de cuerpo presente, como dice ¨¦l, para hablar de un libro expresamente suyo, y no una colaboraci¨®n; ese libro, Estrafalario, ha sido prologado por una de sus mejores amigas, Josefina Aldecoa, quien le convenci¨® adem¨¢s para que al fin publicara las consecuencias de su genio rebelde y valleinclanesco de hombre que vino a Madrid desde Logro?o, para pasar hambre creyendo que iba a estar siempre de vacaciones. Hoy hablar¨¢ de s¨ª mismo en p¨²blico, pero ¨¦l espera que se produzca un cataclismo y que el acto previsto se suspenda en medio del terremoto.
Un d¨ªa le dijeron: "?No tomas vacaciones?". "?Para qu¨¦?", respondi¨®, "ya yo me fui de Logro?o". ?Qu¨¦ ha hecho, desde aquellos lejanos cincuenta de hambre y de bohemia? Viaj¨® sin un duro a Ibiza, a Canarias, esperando siempre el cheque de La Codorniz, aliment¨¢ndose del agua gratuita del caf¨¦ de los poetas, se arruin¨® desde la ruina, y se divirti¨® mucho; los que le presentaban como un ser hura?o y alejado del ruido de la gente, en realidad quer¨ªan protegerlo como una especie rara en un pa¨ªs de gritones.
Pues era, en efecto, lo contrario de un hombre hura?o: dotado de un agudo sentido de la iron¨ªa valleinclanesca, Azcona es enseguida un contertulio magn¨ªfico que se detiene en las an¨¦cdotas con la sabidur¨ªa del que lee los libros -y los peri¨®dicos- al derecho y al rev¨¦s y va al encuentro de la gente como si antes se hubiera aprendido una lecci¨®n de cosas como las que ense?aban las viejas enciclopedias; una vez coleccion¨® pacientemente las estampas de la historia del Bar?a para acudir a una cita siempre pospuesta con un amigo barcelonista: no quer¨ªa aparecer, dijo, con las manos vac¨ªas, y al llegar produjo aquel ¨¢lbum de incre¨ªble melancol¨ªa blaugrana; en los ¨²ltimos tiempos ha sido vencido por la tiran¨ªa del tel¨¦fono m¨®vil, y se le ve al atardecer avisando de sus correr¨ªas por Madrid como quien tirara bengalas para ser salvado en alta mar.
Como dice Josefina Aldecoa en el pr¨®logo de aquel libro, es un sentimental que r¨ªe si los dem¨¢s le precisan risue?o, pero desde muy chico, casi desde que escuchaba a su padre sastre despotricar contra Franco al principio de la guerra, sabe que la melancol¨ªa es el refugio de los solitarios, y es sobre todo un solitario al que le asusta de veras el ¨¦xito, la bengala en la fiesta.
Por eso, cada vez que se le ha requerido para estar en p¨²blico ha huido por otra escalera, la de servicio; no asiste a los estrenos de las pel¨ªculas que ha hecho, donde ha tenido como c¨®mplices, entre otros, a Berlanga, a Ferreri o a los Trueba, y en efecto cree que siempre se va a producir un terremoto el d¨ªa en que por fin se cumple la fecha en la que ha de acudir a un compromiso ineludible.
Hoy, que ha de estar en solitario, bajo un cartel que le tiene como protagonista, querr¨¢ que le trague la tierra y estar¨¢ mirando al cielo a ver si amenaza la peor tormenta de la historia y se suspende su obligaci¨®n de aparecer, por fin, en cuerpo, en alma y en palabras. Aparece Azcona, pues; es un acontecimiento.
Babelia
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