Cantante para rato
No parece la misma. Diana Krall ha dejado de ser aquella prometedora cantante que grababa discos notables, pero luego defraudaba sobre los escenarios. Hace apenas dos a?os, como si no terminara de creerse su papel de firme esperanza del jazz vocal, se la ve¨ªa desgranar de manera fr¨ªa y apocada un pu?ado de buenas canciones que desfallec¨ªan heridas por el rayo de la rutina y la falta de entrega. Alguien ha debido convencerla en este tiempo de que tiene genuina madera de estrella para que ahora parezca resuelta a imponer su calidad y hasta a arrancar sonrisas al p¨²blico con elegantes bromas de chica cultivada.Y ese alguien podr¨ªa haber sido Clint Eastwood, un hombre intuitivo al que no le ha pasado por alto que Krall es a la vez foto y fonog¨¦nica, una combinaci¨®n verdaderamente irresistible que bien merece un padrinazgo rumboso. En consecuencia, la nueva Krall lleg¨® al Auditorio Nacional crecida en su autoestima y dispuesta a comerse el mundo a la manera civilizada, con exquisitos modales y cubiertos de plata.
Diana Krall
Diana Krall (voz y piano), Peter Bernstein (guitarra), Paul Gill (contrabajo) y Joe Farnsworth (bater¨ªa).Auditorio Nacional. Madrid, 9 de noviembre.
Tacones altos y traje cl¨¢sico de color negro para realzar su espigada figura; piano gran cola y disciplinada secci¨®n r¨ªtmica para lucir su no menos estilizado palmito musical.
Baladas
Atac¨® de entrada un tempo r¨¢pido para soltar los nervios y templar la voz, un detalle de veterana, pero despu¨¦s fue remansando la atm¨®sfera hasta llegar a su especialidad, el arte de la balada.Dio muestras de dominarlo en una canci¨®n nada f¨¢cil, Boulevard of broken dreams, y repiti¨® la peque?a proeza en When I look in your eyes, t¨ªtulo de su millonario ¨²ltimo disco. La ac¨²stica del Auditorio se comport¨® esta vez razonablemente bien y, al margen de algunas pifias de un altavoz perezoso, permiti¨® apreciar tanto los pian¨ªsimos como los arreglos cremosos y amigables de los ritmos m¨¢s encendidos. El p¨²blico obtuvo la recompensa de dos espl¨¦ndidas propinas y despidi¨® en pie a la artista, convencido de que en Diana Krall hay cantante para rato.
Babelia
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