Listas electorales y estructura de partido
La elaboraci¨®n de las candidaturas a un comicio importante trae a la superficie lo que entre elecci¨®n y elecci¨®n fluye por capas m¨¢s profundas, ocultas y ramificadas de la vida de los partidos. Se concretan entonces l¨ªneas de poder, direcciones de pensamiento pol¨ªtico, supuestas o proclamadas tomas de actitud en base a estas directrices, y aparece esa conjunci¨®n entre lo personal y lo colectivo, la ambici¨®n y la ideolog¨ªa, que ha constituido siempre la cala m¨¢s rica psicol¨®gicamente del poder, cuando no, con mayor frecuencia, de la falta del mismo e incluso de la resignaci¨®n a no tener alguna participaci¨®n en ¨¦l.Ahora que andamos escasos en la novela de temas en los que la realidad y la imaginaci¨®n, lo individual y lo colectivo, el proyecto y la larga eleg¨ªa que desata su p¨¦rdida, se conjuguen en un todo inseparable. Cuando el espejo a lo largo del camino deja escapar lo que de colectivo tiene cada cual, brindo a los colegas el tema: la persecuci¨®n del puesto electoral extraviado, arrancado con dura sangr¨ªa o con dolor seco.
Pero no se trata hoy de cantar la nobleza de quien acepta y sigue sirviendo. Ni recordar la c¨®lera de Aquiles cuando tan injustamente le privaron de Briseida el Atrida y sus colaboradores en el aparato aqueo, encerr¨¢ndose en su rencor y en su tienda, desentendi¨¦ndose de momento del combate. No se trata de evocar la grandeza y la servidumbre de la militancia, si no de algo menos literario, pero sin duda, en nuestra circunstancia, pertinente: recordar que, como el lector sabe, existe una relaci¨®n entre la estructura de los partidos y la manera de confeccionar sus listas electorales. No es que mec¨¢nica e inexorablemente la estructura de un partido imponga una manera de hacer la lista. Por el contrario, tan exaltante, si bien sin duda a veces dolorosa, tarea permite alg¨²n margen a sus autores. Se trata, pues, haciendo de necesidad virtud, de mejorar algo o bastante las formaciones como consecuencia de elecci¨®n racional y transparente de quienes las representan en la contienda electoral.
Una buena elaboraci¨®n de una candidatura debe inspirarse en criterios razonables:
a)En primer lugar, aumentar las posibilidades de ganar.
b)Luego, prestigiar a la organizaci¨®n, gane o no, en la sociedad y disminuir la distancia entre ambas.
c)Corregir o disminuir las derivas que la estructura organizativa fomenta.
d)Ejercer el poder de la direcci¨®n de manera que no le convierta en prisionero de quienes en la coyuntura determinada est¨¢n en situaci¨®n de presionar, imponer, configurar, excluir a los que no est¨¢n pr¨®ximos a ellos, equivoc¨¢ndose, pues, de antagonistas.
e)En los casos en que la estructura originaria ya no tiene vigencia, favorecer su modernizaci¨®n, su puesta al d¨ªa: al fin y al cabo, toda selecci¨®n es una clarificaci¨®n.
f)Por ¨²ltimo, la direcci¨®n puede aprovechar el proceso de selecci¨®n para afianzar su autoridad, para consolidarse o para lograr un equilibrio o perdido o amenazado.
Veamos c¨®mo estos criterios enmarcar¨ªan el proceso de selecci¨®n en la organizaci¨®n pol¨ªtica que me es m¨¢s pr¨®xima: el Partido Socialista.
En cuanto a la necesidad de favorecer mediante una selecci¨®n acertada de candidatos la victoria en las elecciones generales, lo primero que hay que decir es que esta victoria es posible.
El tiempo de las mayor¨ªas absolutas de una sola formaci¨®n parece pasado. Pero hay indicios de que el cuerpo electoral puede decidir una victoria socialista o un resultado que permita gobernar. En primer lugar, todo parece indicar que el m¨¢ximo de la lectura neoliberal, del pensamiento ¨²nico, de la primac¨ªa exclusivamente de la moral privada, de la descalificaci¨®n del Estado y aun de la pol¨ªtica, de la hegemon¨ªa sin contrapesos de una sola potencia capitalista, de la difuminaci¨®n de los valores sociales, es cosa de un pasado pr¨®ximo, pero, al fin, pasado. Un internacionalismo de nuevo cu?o se define -ONG, la exigencia de la aplicaci¨®n extraterritorial de las normas que garantizan la sanci¨®n a las violaciones de los derechos humanos; la alarma por la din¨¢mica sin contrapesos de la acci¨®n rectora de una sola potencia y una ¨²nica alianza; una visi¨®n de los equilibrios ecol¨®gicos se extiende, as¨ª como la irritaci¨®n frente a los residuos de estructuras estamentales, se convoca en una vigilancia creciente ante la utilizaci¨®n de procesos de dominaci¨®n y cuasi monopolio por los ¨¢rbitros de la tierra; el debate sobre las consecuencias de la globalizaci¨®n aparece; la vitalidad del sentimiento religioso y de difuminaci¨®n de las dominaciones institucionales en la religi¨®n indican que el ciclo del pensamiento y pr¨¢ctica ¨²nicos est¨¢ terminando en el mundo y, como es l¨®gico, entre nosotros-. El problema de la izquierda es que va a ser reclamada, pero a¨²n no tiene afinada la voz con la que contestar a la convocatoria.
Indicios de que entre nosotros el ciclo va a cambiar los muestran los resultados de las elecciones municipales y auton¨®micas del 13 de junio, la expectaci¨®n de un cambio en Catalu?a, la misma p¨¦rdida de confianza de nuestros antagonistas.
Si se puede ganar y si el resultado va a decidirse por un porcentaje limitado, la consecuencia para la elaboraci¨®n de las listas es que ¨¦stas no pueden quedar definidas por la utilizaci¨®n de criterios mec¨¢nicos y exclusivamente vistos desde una ¨®ptica intrapartido, cuotas de poder, paridades; tambi¨¦n que siendo la etiqueta, las siglas, decisivas, la trayectoria, discurso y capacidad de proyectarse de los participantes cuentan. Yendo a lo concreto, caso por caso, cual sea el resultado en varias circunscripciones, Madrid, Valencia, Canarias, y en provincias otrora graneros de votos, pero no tan florecientes ¨²ltimamente, puede decidir.
Las inercias organizativas o las historias personales o los episodios cabile?os en los grupos no pueden prevalecer sobre la posibilidad de aumentar el resultado.
Las im¨¢genes de vendettas en el seno del partido, de arreglo de cuentas, de imposici¨®n de la supuesta l¨ªnea de la direcci¨®n, de las vueltas atr¨¢s -al tiempo anterior a las primarias, por ejemplo-, son ventajas a?adidas al antagonista.
Pero, aparte de -y ¨¦ste es, sin duda, el primer objetivo inmediato- hacer una lista para ganar, su elaboraci¨®n permite acercarse a la sociedad. Se trata de prestigiar al partido para una labor de gobierno, o de oposici¨®n, y sobre todo como instrumento de pedagog¨ªa pol¨ªtica. Esto, a veces, se resuelve con la colocaci¨®n en la lista de independientes o de personalidades que supuestamente tienen contacto natural con ciertos colectivos o corrientes sociales. En otras ocasiones, estas soluciones fueron motivadas por la voluntad de se?alar un giro en la conducta que se nos atribu¨ªa -as¨ª los jueces en medio del r¨ªo desbocado de las campa?as contra la corrupci¨®n- o como complemento y correcci¨®n respecto a ciertos estilos, as¨ª los notables y los profesionalmente prestigiados, frente al supuesto obrerismo anacr¨®nico; o representantes de lo que en otra ¨¦poca -en la del absolutismo del Estado naci¨®n- fue la llamada nobleza de toga. (La nobleza de toga jugaba un papel de apoyo al pr¨ªncipe o al valido en el siglo XVII, semejante al de los tecn¨®cratas en el nuestro).
La personalidad introducida en las candidaturas no debe serlo por efectos ¨®pticos, sino por su valor y como consecuencia de una ampliaci¨®n natural de la plataforma a ¨¢reas que siempre estuvieron en la cultura socialista, pero a veces no con la vitalidad y claridad con la que lo est¨¢n en el momento actual.
No se trata de demostrar una competencia administrativa m¨ªnima, tras catorce a?os de gobernaci¨®n t¨¦cnicamente correcta y en ocasiones de innovaci¨®n pol¨ªtica, sino de ofrecer una alternativa en programa y en personas.
Estas ampliaciones o incorporaciones individuales se ampl¨ªan en esta ocasi¨®n por la participaci¨®n en las candidaturas de representantes de otras formaciones progresistas. En las elecciones municipales de junio pasado -en Madrid, por ejemplo-, ¨¦sta se produjo sin dificultades y con buenos o muy buenos resultados. Ahora bien, hay que evitar la contradicci¨®n de que, siendo la vocaci¨®n actual de los socialistas ampliar la colaboraci¨®n electoral y parlamentaria a grupos de izquierda, sectores del propio partido, del PSOE, puedan aparecer como postergados o marginados, En otro de los puntos volveremos a hablar de ello, pero que en la lista de Madrid la persona que encabeza la ¨²nica tendencia organizada admitida y la Izquierda Socialista aparezca como marcada para el sacrificio har¨ªa pensar a los maliciosos, y a muchos que no lo son tanto, que se utilizan diversas varas de medir, y lo mismo si ocurriese con quienes apoyaron en las primarias -nacionales y alcald¨ªa de ciudad, o regi¨®n- a quienes se enfrentaron a los que estaban apoyados por la direcci¨®n.
Cuando se repite que los partidos tienen que ser porosos con la sociedad es necesario que las direcciones sean porosas con todos los estratos y tendencias existentes dentro del partido y en su entorno social.
La selecci¨®n no se debe llevar a cabo pensando ¨²nicamente -lo cual tambi¨¦n es necesario- en la eficacia dentro de un futuro grupo parlamentario, o en gobierno o en oposici¨®n, sino en si los componentes tienen la capacidad y la vocaci¨®n para entrar en contacto con gentes de la cultura pol¨ªtica general.
La elaboraci¨®n de las listas no elimina, naturalmente, las derivas que una organizaci¨®n partidista favorece. En especial la oligarquizaci¨®n, parece que inherente a los partidos, la endogamia, favorecida por el poder de las direcciones, el clientelismo. Pero, a todos los niveles, quienes colaboran en su redacci¨®n y los que deciden en ¨²ltimas instancias est¨¢n obligados al esfuerzo de resistir estas inercias que a¨ªslan a las estructuras de la militancia, y mucho m¨¢s de la ciudadan¨ªa. Es una ocasi¨®n de abrir ventanas, de convocar a los afiliados a la participaci¨®n.
El PSOE se enfrent¨®, hacia 1992, con la necesidad de encararse con el hecho de que su estructura, que tan bien hab¨ªa resistido las pruebas de la transici¨®n y la de gobernar en mayor¨ªa durante 10 a?os, necesitaba convocar a un nuevo bloque que despejase el camino del progreso. Fue un ministro intelectual, Jorge Sempr¨²n, el que hacia 1992 se?al¨® la necesidad de una reflexi¨®n que condujera a retoques en funciones. En la disoluci¨®n para la elecci¨®n de 1993 jug¨® un papel importante la conciencia de obtener una nueva confirmaci¨®n de un liderazgo en buena dosis carism¨¢tico. Incluso antes de la disoluci¨®n se lleg¨® a hablar de preparar una mayor¨ªa presidencial.
Pero se mantuvo la oferta cl¨¢sica: plataforma de un partido y eventual designaci¨®n de un l¨ªder como presidente, con el complemento, m¨¢s medi¨¢tico que otra cosa, de independientes. Paralelamente, desde entonces hasta 1998 se mantiene la estructura con el importante a?adido de la regularizaci¨®n del poder, y la integraci¨®n de las funciones de los l¨ªderes de las federaciones en un consejo territorial, arbotante de la ejecutiva federal y punto de referencia para identificar la localizaci¨®n del poder.
La estructura era aceptada, pero la progresiva demanda de participaci¨®n por los militantes, de vitalizaci¨®n de los ¨®rganos, conduce a que en el 34? Congreso se decrete el sistema de primarias y que el secretario general las ampl¨ªe al mismo procedimiento de designaci¨®n del candidato a la presidencia del Gobierno. La facilidad y naturalidad con que se desarroll¨® la primaria de abril de 1998, y luego otras como la de Madrid en junio del mismo a?o, y la posibilidad de una nueva situaci¨®n factible y, a ojos de muchos, conveniente de un secretario general y un candidato a las elecciones generales, indican, como suele ocurrir cuando estos cambios son fluidos, que la cultura pol¨ªtica de la organizaci¨®n hab¨ªa cambiado antes de que se ensayasen las primarias. El cambio de estructura no era debido al hecho de las primarias, sino que las primarias eran factibles porque la cultura hab¨ªa cambiado, llevaba a?os produci¨¦ndose el cambio en la base.
En el actual momento de elaboraci¨®n de las listas, lo m¨¢s negativo ser¨ªa, y muy negativo, porque lo dem¨¢s es corregible, que el resultado de la operaci¨®n pudiera ser interpretado como un arreglo de cuentas por parte de quienes no ganaron -o perdieron-las primarias frente a los que resultaron elegidos. En un clima de ataque de los valores morales de la cosa p¨²blica, que tanto ha perjudicado a los socialistas, esta imagen valdr¨ªa m¨¢s a la derecha que toda la propaganda tradicional y en los medios que pudiere realizar.
Es una ocasi¨®n para completar el cambio refrescante que las primarias iniciaron, no para archivar lo que produjo confianza y entusiasmo. No se puede, sin grave riesgo, sangrar indefinidamente el entusiasmo. Por el contrario, es conveniente alentarlo y encauzarlo.
Otra inercia tradicional en todos los partidos es la de encerrarse entre los fieles, cerrar las escotillas y navegar sin mirar demasiado por la borda. Por una vez, la convocatoria a otros que participan en lo esencial, en el caso concreto a los progresistas, parece indicar no ya una mayor generosidad, sino mayor sentido de la realidad. Ahora bien, la credibilidad del empe?o quedar¨ªa empa?ada si los miembros del partido que han desarrollado su militancia en una corriente organizada, expl¨ªcita y autorizada, los compa?eros de Izquierda Socialista, apareciesen penalizados en las listas.
Qu¨¦ credibilidad goza la necesaria apertura extramuros, cuando se erigen ¨¦stos en el interior para que no salgan de recintos estrechos quienes han ejercido una militancia ejemplar y una representaci¨®n federalmente brillante. La alarma en la opini¨®n ante la colocaci¨®n en la lista de Madrid del portavoz y cabeza de corriente, Garc¨ªa Santesmases, responde no a una malicia exagerada, sino a la reacci¨®n normal de mirar a c¨®mo ser¨¢n tratados los otros cuando as¨ª se act¨²a con los propios. Si los actos decisivos, y la elaboraci¨®n de las listas es uno de ellos, en este periodo pudiese producir la impresi¨®n de que la cultura de las primarias no fue tal, sino una concesi¨®n a que obligaron las circunstancias, y que habiendo renunciado quien en ellas triunf¨®, todo fue un episodio sin profundas ra¨ªces, habr¨ªamos puesto obst¨¢culos, una vez m¨¢s, a canalizar el entusiasmo hacia un proyecto de progreso social, que no deja de estar bastante extendido en nuestra sociedad.
Los errores iniciales en las primeras etapas de la confecci¨®n son corregibles. La sociedad juzgar¨¢ no por que existan inercias y obst¨¢culos en los partidos, sino en virtud de la voluntad y capacidad para superarlas.
Fernando Mor¨¢n es miembro del Comit¨¦ Federal del PSOE.
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