La emoci¨®n venci¨® al fr¨ªo
Madrid fue anoche una bufanda. Una gran bufanda infantil. Provistos de tales prendas, de abrigos, gorros y guantes de muchos colores, miles de corazones peque?os latieron con fuerza al paso de la Cabalgata de los Reyes Magos, que surc¨® alegremente las calles c¨¦ntricas -y ayer heladas- de Madrid. La llegada de los regalos m¨¢s deseados del a?o se vio as¨ª precedida por la emoci¨®n de una v¨ªspera divertida, que hizo olvidar el invierno.En nueve barrios de la ciudad otras tantas comitivas hicieron lo propio. Pero la m¨¢s vistosa, con m¨¢s de treinta carrozas vivamente habitadas y con un pu?ado de sorpresas, fue la que parti¨® a las seis de la tarde del parque del Retiro. Dos grados cent¨ªgrados de temperatura y alguna niebla en el recorrido de dos horas, desde el parque a la Plaza Mayor.
Una zarabanda de animales, carromatos y gentes "un poco raras", seg¨²n confesaba t¨ªmidamente M¨®nica, de seis a?os, -"no, por sus drisfrasces"- se aprestaba a desfilar dando escolta a los tres Reyes Magos, rodeados de la atenci¨®n de todos.
La primera sorpresa la dio un perro pastor australiano de pelambrera marr¨®n y de nombre Zeus. Tiene seis a?os y es la mascota del Samur, el servicio de asistencia en urgencias sanitarias que ayer destac¨® a la cabalgata a 270 de sus miembros, m¨¢s 150 ni?os, todos vestidos de amarillo y naranja. El perro es bicampe¨®n del Mundo de Obediencia y est¨¢ "a la espera de una oportunidad para mostrar sus dotes en tareas de salvamento de escaladores", seg¨²n dice ufano su cuidador. Zeus se dejaba acariciar por todos. El orgullo se ve¨ªa en los rostros de dos de los ocho encasquetados ciclistas de este cuerpo municipal sanitario, presentes en la cabalgata. Con sus livianos veh¨ªculos pueden acceder a las encrucijadas m¨¢s rec¨®nditas de cualquier parque, a diferencia de las grandes ambulancias, 19 de las cuales fueron enviadas a las distintas cabalgatas madrile?as "por si las moscas", dijo uno. Por cierto, no hubo apenas moscas durante la velada.
Tras un largo espacio ocupado por un divertido autob¨²s de la Empresa Municipal de Transportes, con pasajeros vestidos con atuendos de los a?os veinte del pasado siglo, s¨ª, del siglo XX, otro animal despertaba el afecto infantil. Se trataba de la burra llamada Casquitos, de un mes de edad, que acompa?aba a su madre y a otros 17 asnos con serones cargados de confetti, llevados a la cabalgata por una asociaci¨®n dedicada a combatir la extinci¨®n de este animal "tan hispano-espa?ol", seg¨²n bromeaba el padre de un chaval fascinado con el jumentillo. T¨ªmida y tierna, la burrita era una tentaci¨®n para las manos de los m¨¢s peque?os.
Una leona muy graciosa, m¨¢s parecida a un peluche que a un verdadero f¨¦lido, sesteaba con los ojos verdes muy abiertos y algo lega?osos dentro de una jaula de la carroza del Zoo, pared con pared con dos leones marinos -focas bien gordas- tra¨ªdas de la Patagonia.
La n¨®mina de animales de la cabalgata se ampliaba a dos elefantes, macho y hembra, algo asustados. Caminaban con timidez cogidos trompa a rabo, mientras obedec¨ªan las ¨®rdenes en lengua indost¨¢nica y en ingl¨¦s de sus domadores del Circo Mundial. La medrosa elefanta defec¨® de pronto una enorme bosta sobre el paseo de Coches, hecho que desat¨® carcajadas sonoras entre los ni?os.
Entonces, avanzaron para iniciar la salida las carrozas, pobladas de muchachas y muchachos cargados de caramelos y serpentinas, de los tres Reyes Magos. La fascinaci¨®n transform¨® entonces las miradas de los ni?os en recuerdos. Inmediatamente despu¨¦s, surgieron tres dromedarios con cimbreantes silletas cargadas de paquetes de envolver regalos, alrededor de sus ¨²nicas jorobas. Los ojos infantiles se extasiaron en el papel de los paquetes, donde todos y todas, sin distinci¨®n, adivinaban -y exig¨ªan- contar con algo propio.
No lejos de all¨ª, la banda de m¨²sica de Correos, creada el pasado junio, con 28 profesores y al menos una profesora, se dispon¨ªa a debutar en la cabalgata madrile?a con unas marchas similares a las levantinas de moros y cristianos. Para ello llevaban en un carrito dos grandes timbales o atambores, de esos que impresionan con sus tr¨¦molos.
El protagonismo de las carrozas recay¨® en la denominada Madre Universo, donde Gran Wyoming, con una narizota natural considerable, oficiaba de J¨²piter sobre una constelaci¨®n humano-planetaria ideada por Pepe, dise?ador conocido como El Hortelano. El actor Antonio Resines aupaba a una sobrina muy morena a la carreta, mientras la actriz Mar¨ªa Barranco hinchaba globos y repart¨ªa caramelos con gran soltura. "Me han pegado un caramelazo en la cara de tres pares", dijo Concha, que acudi¨® con su hija Alicia a la cabalgata de Reyes, de cuyas carrozas brotaba un r¨ªo de dulces. "Pero Alicia lo ha pasado de miedo".
Pablo Andr¨¦s se encontraba junto a su hermana Clara sentado en el bordillo de la acera de la calle de Alcal¨¢, a la altura del palacio de Correos, al paso de las carrozas regias. Se mostraba un poco taciturno. Tiene 11 a?os y estudia sexto en el colegio Gamo Diana. Quiere ser entrevistado: "He pedido a Gaspar el libro Las aves en Espa?a", dice. "Pero es que no s¨¦ si me lo llegar¨¢ a traer", se?ala con pesimismo. Tiene cara de buen chico. "Hombre, un amigo m¨ªo tiene cierta amistad con Baltasar. ?Quieres que le digamos algo?", indica un transe¨²nte que se interesa por la entrevista. "S¨ª, por favor, d¨ªgale que se lo diga a Gaspar", a?ade con pesadumbre mientras se frota las manos.
?ngela Blanco Rivera tiene seis a?os. Es rubia y dicharachera, firme en sus decisiones. Apoyada sobre una cerca de barrotes, sujeta por sus padres, ha estado esperando a que frente a ella cruce la carroza del rey Gaspar. Hace un enorme esfuerzo cuando tiene el carromato ya enfrente: cierra los ojos y se muerde los labios con mucha fuerza. Estira las manos hacia la iluminada carroza. Parece como si rezara. "?Pero qu¨¦ haces, ?ngela?", le preguntan. "Es que ahora le estoy pidiendo muy fuerte que me traiga mis regalos", dice sin apenas abrir sus ojos. ?Muchos regalos? "No lo puedo decir a casi nadie".
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