Un a?o
F?LIX BAY?N
Hay una frase hecha que se repite con frecuencia cada vez que un notable entra en prisi¨®n. En esos casos, se suele decir que "no es para alegrarse, porque nadie se merece la c¨¢rcel". Curiosamente, no se suele decir lo mismo cuando es un simple choricillo el que es enviado entre rejas. Este tipo de asuntos suele suscitar reflexiones, igualmente ben¨¦volas, sobre la prisi¨®n provisional. S¨®lo se habla de lo injusta que puede ser cuando el delincuente es conocido.
Creo que nadie merece la pena de muerte ni la tortura, pero s¨ª la prisi¨®n. Y reconozco que me encuentro entre los que a veces se alegran cuando conocen la noticia de alg¨²n encarcelamiento. Es m¨¢s, dir¨¦ que me llev¨¦ una gran alegr¨ªa al ver la foto de Javier de la Rosa comi¨¦ndose un bocadillo tras las rejas de la prisi¨®n Modelo de Barcelona. Y no precisamente porque sintiera inquina hacia este personaje, que ya me daba pena y me parec¨ªa pat¨¦tico cuando era poderoso. Me alegr¨¦ y me sent¨ª m¨¢s tranquilo porque aquella foto era la demostraci¨®n de que exist¨ªa la igualdad ante la ley.
Hace un a?o, el juez de Marbella Santiago Torres mand¨® a la c¨¢rcel a Jes¨²s Gil. En este tiempo, han cambiado muchas cosas. Una de ellas es que a Gil se le ha agotado la chuler¨ªa. Es normal, sus fanfarronadas eran s¨®lo producto del sentimiento de impunidad -o, quiz¨¢, de inmunidad- que gozaba. Gil nunca se distingui¨® por su valent¨ªa: es muy cobarde.
Esa impunidad comenz¨® a quebrarse algo antes de su entrada en prisi¨®n: cuando la Junta de Andaluc¨ªa -tras bastantes titubeos- decidi¨® pararle el PGOU de Marbella. Pero fueron la decisi¨®n del juez Torres y las resueltas investigaciones llevadas a cabo por la Fiscal¨ªa Anticorrupci¨®n las que marcaron el comienzo del final de este personaje.
Incluso entre muchos de sus detractores, Gil siempre ha sido tratado como una an¨¦cdota, como un venial p¨ªcaro. Pero a lo largo de este a?o se han visto cosas muy inquietantes: este p¨ªcaro hab¨ªa logrado la comprensi¨®n de algunos jueces y polic¨ªas. De ah¨ª le ven¨ªa quiz¨¢ la sensaci¨®n de impunidad, de estar por encima de la ley. En otros pa¨ªses, a este tipo de actividades se les califica de "mafiosas".
Es dif¨ªcil imaginar qu¨¦ hubiera pasado si el juez Torres y la Fiscal¨ªa Anticorrupci¨®n no se toman en serio su trabajo. Las instituciones -como colectivo- tienden a echar tierra sobre los asuntos que les afectan y huelen mal. En el caso de la Justicia, as¨ª ocurri¨® en anteriores resoluciones del Consejo del Poder Judicial sobre la juez Pilar Ram¨ªrez, en las primeras actuaciones sobre los jueces Pasqual Estevill y G¨®mez de Lia?o... Todos estos asuntos s¨®lo han terminado viendo la luz cuando un juez o un fiscal, dotados de la suficiente tenacidad y honestidad, se han dedicado a ellos desoyendo presiones y amenazas. Es por ello por lo que, a estas alturas, tengo ya m¨¢s confianza en las personas que en las instituciones.
Quer¨ªa que este art¨ªculo, el primero que escribo en 2000, fuera optimista y tuviera una moraleja casi navide?a. Lo cierto es que me siento orgulloso de vivir en la misma ciudad en la que vive el juez Torres y he pensado que pod¨ªa ejemplificar en ¨¦l las esperanzas que tenemos en el futuro.
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