Barcelona no es Madrid JOSEP M. MU?OZ
Seg¨²n leo en este mismo peri¨®dico, el concejal de Cultura del Ayuntamiento de Barcelona, Ferran Mascarell, se preguntaba recientemente, en un debate p¨²blico organizado por el Colegio de Arquitectos, sobre la insuficiente presencia de p¨²blico barcelon¨¦s en los museos de nuestra ciudad. Una deserci¨®n que contrasta abiertamente con la aparente avidez con la que esos mismos barceloneses, cuando ejercemos de turistas, visitamos los museos de Berl¨ªn, Par¨ªs o Londres -y que, seg¨²n recog¨ªa la periodista, induc¨ªa a Mascarell a plantear la necesidad de un estudio sociol¨®gico que pudiera explicar tal paradoja-. Con ¨¢nimo de contribuir a la necesaria discusi¨®n, se me ocurre que una causa fundamental de esa insuficiencia de p¨²blico local se encuentra, antes que nada, en el d¨¦ficit hist¨®rico de nuestras colecciones p¨²blicas, que 20 a?os de autonom¨ªa y democracia no han sabido o podido enmendar. Qu¨¦ mejor ejemplo que nuestro museo, ahora nacional, de arte. Ubicado desde 1934 en el Palau Nacional de Montju?c, despu¨¦s de 1979 se tom¨® la decisi¨®n, quiz¨¢ acertada, de mantenerlo all¨ª. Pero se tuvo que reformar completamente el edificio, empezando por sus endebles cimientos, por lo que hubo que cerrar el museo, total o parcialmente, durante a?os. Ahora, cuando su costosa reconstrucci¨®n est¨¢ todav¨ªa inacabada, los fondos que puede mostrar no son muy distintos de los que exhib¨ªa anteriormente. De hecho, sus colecciones se formaron b¨¢sicamente en los a?os veinte y treinta, gracias a la labor de Joaquim Folch i Torres (quien, por cierto, fue apartado de su puesto por las dos dictaduras, la de Primo de Rivera y la de Franco). As¨ª, sus fondos m¨¢s importantes se nutren de la campa?a de sustracci¨®n de las pinturas murales rom¨¢nicas pirenaicas llevada a cabo entre 1919 y 1923, y de la adquisici¨®n de la colecci¨®n Plandiura en 1932, a la que se han a?adido posteriormente otras colecciones de ricos patricios como la de Camb¨®. Pero ?qu¨¦ se ha comprado de fundamental desde entonces? ?Qu¨¦ adquisiciones ha hecho en los, pongamos, ¨²ltimos 20 a?os el Museo de Arte Moderno, dependiente de aqu¨¦l, y precariamente instalado en la Ciutadella? La respuesta es poco, muy poco.
El caso del ahora ampliado Museo Picasso, uno de los m¨¢s visitados de la ciudad, no es sustancialmente distinto. Sus fondos siguen siendo en lo esencial los que leg¨® Jaume Sabart¨¦s a la ciudad en los a?os de Porcioles, aumentados con alguna donaci¨®n del propio artista. Sus ingresos en taquilla no sirven para aumentar su colecci¨®n, sino para sufragar el resto de los deficitarios museos municipales. Por ello, no puede concurrir a ninguna subasta para comprar nueva obra. Pero tampoco se beneficia de la pol¨ªtica de pago de impuestos al Estado con obra de arte, porque todo, o casi, se lo lleva Madrid. En Madrid se quedaron, sin ir m¨¢s lejos, la herencia Mir¨® o las colecciones de arte de las empresas p¨²blicas privatizadas, como Telef¨®nica o Argentaria.
Mientras, en Londres, los museos -muchos de ellos gratuitos- no dejan de hacer pol¨ªtica patrimonial, enriqueciendo sus fondos con adquisiciones y donaciones. Claro est¨¢ que "Barcelona no es Londres", como rezaba el titular que resum¨ªa el debate al que alud¨ªa al principio. Ahora bien, y puesto que, no siendo una gran capital, nuestro patrimonio muse¨ªstico no podr¨¢ ser nunca como el de esa ciudad, ?por qu¨¦ no miramos hacia Madrid? ?No habl¨¢bamos de bicapitalidad? Veamos qu¨¦ ocurre all¨ª. En los ¨²ltimos meses, hemos visto c¨®mo se restaura y se ampl¨ªa el Museo del Prado (hecho tan necesario como reformar Barajas, qu¨¦ duda cabe, pero que ocurre siempre en la misma direcci¨®n). Y ahora vemos c¨®mo se va a ampliar el Reina Sof¨ªa. Una extensi¨®n que conlleva tantos metros cuadrados como los que tiene el Macba, que va a costarnos mucho m¨¢s de lo que nos cost¨® a los contribuyentes el Macba, y que va a permitir al museo madrile?o presentar adecuadamente su colecci¨®n permanente. Una colecci¨®n que es ya importante, 10 a?os despu¨¦s de la decisi¨®n de convertir el Centro de Arte Reina Sof¨ªa en Museo Nacional, y que crece d¨ªa a d¨ªa, como lo demuestran los siete juan gris que se compraron recientemente o los dos torres-garc¨ªa que le don¨® un gran banco hace muy poco.
Mientras, en Barcelona, donde el gasto cultural por habitante est¨¢ claramente por debajo de la media de los pa¨ªses europeos a los que miramos como ejemplo a imitar, seguimos sin saber qui¨¦n debe tener competencias en materia de cultura (?es normal tener veintitantos museos municipales?, ?debe invertir el Ministerio de Cultura aqu¨ª o son exclusivas las competencias de la Generalitat?), y, sobre todo, sin la debida pol¨ªtica patrimonial. La Generalitat sigue siendo, como siempre, la gran ausente. Esperemos al menos conocer pronto qu¨¦ es lo que piensa hacer al respecto el nuevo consejero de Cultura. De su antecesor, nunca lo supimos. Quiz¨¢ segu¨ªa creyendo en ese eslogan, tan voluntarioso como divertido, de "Reus-Par¨ªs-Londres". Un lema que algunos llevaban en la cristalera trasera del coche mientras conduc¨ªan por la autopista, nord enll¨¤, para poder ver museos como Dios manda.
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