Coraz¨®n y rebajas
JUSTO NAVARRO
Eran ciudadanos pac¨ªficos, ejemplares en su normalidad, hasta que son¨® el tel¨¦fono y una voz les dict¨® la contrase?a: entonces se transformaron en extra?os a s¨ª mismos, agentes de una potencia remota. Despertaron de su hipnosis o cayeron en el sonambulismo para cumplir una misi¨®n inexplicable. Es una pel¨ªcula que vi una vez en el Palacio del Cine: el m¨¦dico de California o el mec¨¢nico de Oreg¨®n resultaban ser furibundos agentes sovi¨¦ticos, aunque ni ellos mismos lo hubieran sospechado nunca. As¨ª despiertan los ciudadanos y se encaminan fan¨¢ticamente a las rebajas, todav¨ªa agotados de haber seguido a la estrella de los tres Reyes.
Las rebajas de enero sugieren que no estamos sujetos al imperio de la econom¨ªa, sino a las tradiciones del coraz¨®n. Hay problemas absurdos para matar el tiempo filos¨®ficamente: el problema de Newcomb, por ejemplo, tal como lo expone el fil¨®sofo Nozick. Ve¨¢moslo. Existe un Ser capaz de pronosticar lo que vas a elegir. Existen dos cajas: la primera contiene 1.000 euros; la segunda, un mill¨®n o nada. Puedes elegir entre coger las dos cajas o s¨®lo la segunda. Si el Ser pronostica que vas a coger las dos, no pone el mill¨®n. El Ser pronostica y pone el mill¨®n (o no lo pone). Ahora te toca a ti escoger, y la caja del mill¨®n ya est¨¢ llena o vac¨ªa. ?Qu¨¦ haces? Isaac Asimov consideraba (nada m¨¢s y nada menos) que este problema cuestiona la existencia real de la libertad de elegir y la posibilidad de un dios que lo sabe todo.
Las rebajas plantean un problema sobre econom¨ªa sentimental: el 5 de enero puedes comprar cierto regalo (costoso y no inmediatamente necesario) un 20% m¨¢s caro que el 7 de enero. Te est¨¢ permitido elegir entre comprar el 5 o el 7. ?Cu¨¢ndo compras? El sentido com¨²n econ¨®mico parece dictar que compres el d¨ªa 7, pero la mayor¨ªa compra el 5, v¨ªspera de Reyes. ?Esta conducta antiecon¨®mica niega que nos movamos por intereses puramente ego¨ªstas y mercantiles? Alguien contesta: no, porque los regalos sirven para anudar y apretar lazos econ¨®micos y ego¨ªstas, estrictamente sujetos al c¨¢lculo. Otro lo contradice: los regalos son una muestra de confianza mutua (yo te regalo y t¨² me regalar¨¢s) y sentimientos compartidos (formamos una familia, unidos por el coraz¨®n y las tradiciones).
Y hay algo desquiciado (m¨¢s all¨¢ de la simple econom¨ªa) en las rebajas, una aventura con los elementos primordiales de un gui¨®n de cine: un h¨¦roe, yo, se lanza a la busca de cierto objeto fascinante, mientras un adversario poderoso intenta adelantarse y arrebatarme el tesoro perseguido. El escenario son las rebajas, la turbulencia del gran almac¨¦n en la Carrera de la Virgen, en Granada, donde me dejo arrastrar por la multitud al viaje sentimental, entre rom¨¢nticas ruinas: est¨¢n liquidando los restos del a?o pasado. Acabo de verme en un espejo: es sobrecogedor el aire solitario de los que buscan afanosamente algo que no tendr¨ªa que ser buscado con tanto af¨¢n. Nunca se vio a tantos tan apretadamente juntos y tan solitarios, como si busc¨¢ramos comprar a bajo precio el tiempo perdido. Ensimismados como cient¨ªficos, estamos inventando el prodigio de ahorrar gastando dinero.
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