El rastro de Kohl
El presidente de la Uni¨®n Cristiana Democr¨¢tica alemana, Wolfgang Sch?uble, se niega a dimitir despu¨¦s de haber reconocido -poco antes de que se hiciera p¨²blico- que recibi¨® una maleta con 100.000 marcos en efectivo del mismo traficante de armas e influencias que hab¨ªa alimentado las cuentas clandestinas del canciller Helmut Kohl. La credibilidad de Sch?uble ha sucumbido definitivamente, aunque tal vez tenga raz¨®n al afirmar que su renuncia, lejos de mejorar la situaci¨®n del partido, podr¨ªa empeorarla.Sch?uble intenta ahora recuperar la iniciativa con la convocatoria de una comisi¨®n de tres viejos y respetados militantes que deber¨¢n proponer una salida a la crisis cuando haya concluido la auditor¨ªa puesta en marcha para clarificar las finanzas democristianas. El ex jefe del Estado Roman Herzog, el ex presidente del Bundesbank Hans Tietmeyer y el antiguo juez del Tribunal Constitucional Paul Kirchhof son los elegidos para buscar una f¨®rmula que devuelva un m¨ªnimo de consenso interno y de credibilidad a la CDU, sumida en la mayor crisis de su historia.
Pero no parece probable que lo consigan a la vista de las luchas que ha desencadenado el esc¨¢ndalo. Las rivalidades personales largo tiempo soterradas por el indiscutido liderazgo del ex canciller Kohl ya hab¨ªan comenzado a brotar despu¨¦s de la derrota electoral en septiembre de 1998. Pero es ahora cuando se han desatado con toda virulencia. No hay d¨ªa en que no act¨²e alg¨²n francotirador dentro de la ejecutiva o desde las direcciones de los Estados federados. Si la crisis contin¨²a con esta intensidad es posible que el pr¨®ximo mes sean pocos los electores que contemplen a la CDU como una fuerza que merezca ser votada.
El esc¨¢ndalo comenz¨® como un caso de financiaci¨®n ilegal protagonizado por Kohl y puede acabar destrozando al partido y poniendo en peligro a medio plazo la propia estabilidad pol¨ªtica alemana. La CDU es imprescindible como gran partido de centro-derecha en la primera potencia europea. Por eso, las consecuencias de esta cat¨¢strofe pol¨ªtica de los democristianos pueden ser graves no s¨®lo para los alemanes. La salud de aquella democracia es de capital importancia para toda la Uni¨®n Europea.
Lo que cada vez resulta m¨¢s incomprensible es el empecinamiento de Helmut Kohl en no hacer p¨²blicos los nombres de quienes le financiaron, bajo la alegaci¨®n de que les prometi¨® guardar silencio. Muy por encima de su lealtad personal con los generosos donantes est¨¢n las que debe a la Constituci¨®n federal y a su propio partido. Adem¨¢s, Kohl alimenta con su silencio especulaciones de todo tipo, que van desde su implicaci¨®n personal en la venta de favores econ¨®micos e industriales -algo que ha negado con ¨¦nfasis- hasta los intentos de evitar que esos nombres revelen conexiones que puedan dinamitar a la CDU. Kohl no s¨®lo est¨¢ logrando acabar con el prestigio ganado en su larga e hist¨®rica labor al frente de la canciller¨ªa alemana. Su silencio retrasa cualquier posible soluci¨®n de la crisis y envenena cada vez m¨¢s la relaci¨®n de los electores alemanes con la pol¨ªtica.
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