Comunicaci¨®n e influencias
PEDRO UGARTE
Quiz¨¢s un poco decepcionados por las escasas repercusiones del dantesco efecto 2000, los medios de comunicaci¨®n llevan algunas semanas haciendo recuento de las vertiginosas mutaciones que experimentar¨¢ nuestra vida cotidiana en los pr¨®ximos decenios. No es la menor de ellas la detallada exposici¨®n de las posibilidades que est¨¢ abriendo Internet. El nuevo augurio dictamina que Internet cambiar¨¢ nuestras costumbres. Lo lejano ha dejado de serlo. Sidney, Buenos Aires o Yakarta se encuentran a tiro de piedra. Podemos encargar la ¨²ltima novela editada en Los ?ngeles antes de que las furgonetas de reparto la coloquen en las librer¨ªas de California. Las empresas cuentan con una herramienta formidable para publicitarse, entablar contactos y actualizar sus recursos tecnol¨®gicos. En definitiva, el mundo se ha transformado en una aldea cuyos ¨²ltimos extremos tenemos al alcance de la mano.
Este es el augurio, pero los augurios siempre tienen algo de incompleto. Internet nos ahorrar¨¢ b¨²squedas, gestiones y desplazamientos, pero al mismo tiempo no ha existido ¨¦poca en que las "b¨²squedas", las "gestiones" y los propios desplazamientos hayan sido m¨¢s numerosos e importantes. Es precisamente esa facilidad de acceso a gran parte de la informaci¨®n lo que da un valor mayor (e insustituible) al contacto personal, a la confidencia, a esas formas de confianza que s¨®lo proporciona el cara a cara.
No hay ¨¢mbito profesional o personal en que eso no se produzca. El aeropuerto es hoy una estaci¨®n dispuesta a facilitar desplazamientos de s¨®lo unas horas por motivos de trabajo. A muchos ejecutivos no les basta con una compleja artiller¨ªa de artefactos para culminar sus dif¨ªciles gestiones. Sigue siendo necesario, en todos los ¨¢mbitos, el contacto personal y la habilidad de cada individuo para establecer lazos de confianza con personas concretas.
Hoy d¨ªa, por ejemplo, los escritores saben que su libro cuenta con un impresionante despliegue de recursos promocionales pero, parad¨®jicamente, eso no ha hecho m¨¢s c¨®moda su vida. Antes al contrario, se considera necesaria una gira agotadora para publicitar cualquier volumen. No importa que el ¨²ltimo libro de Julian Barnes se encuentre a los pocos meses editado y distribuido en espa?ol: Barnes est¨¢ obligado a pasarse por Madrid y Barcelona. A otra escala, no importa que el ganador de cualquier premio estatal vea su nombre girar por el entorno: se exigir¨¢ su presencia en Valencia y Zaragoza, en Bilbao y Valladolid.
A medida que la informaci¨®n circula con mayor rapidez se hace m¨¢s importante la presencia f¨ªsica. Todo el mundo es consciente de lo que valen las reuniones personales (lo cual quiere decir: lo que valen los amigos, los conocidos, los contactos, esas personas con las que se disfruta de una "buena sinton¨ªa"). Todo el mundo sabe que puede entablar relaci¨®n comercial con un colega residente en el otro extremo del planeta pero tambi¨¦n que el mejor modo de amarrar las cosas sigue siendo comer con ¨¦l, interpretar los gestos de su cara y establecer una charla distendida. Nunca ha sido tan f¨¢cil tomar contacto con Nueva York desde un pueblo de Zamora, pero al mismo tiempo nunca la gente de ese pueblo tuvo tan claro lo lejos que se encuentra de los verdaderos centros (pol¨ªticos, culturales o empresariales) de influencia y de poder. Contamos con extraordinarias herramientas, pero ninguna ha sustituido a esa necesidad de moverse en el c¨ªrculo adecuado. Ese valor a?adido a¨²n no lo proporciona ning¨²n fax, ni ordenador, ni tel¨¦fono m¨®vil.
Los augurios del nuevo siglo nos hablan de videoconferencias, cat¨¢logos electr¨®nicos y comunicaciones internacionales, pero en el fondo la herramienta m¨¢s valiosa sigue siendo la de siempre. Permitan la vulgaridad, en aras de una mayor elocuencia: hay que estar en el ajo, hay que estar donde hay que estar. Y punto. Esas antediluvianas habilidades siguen siendo imprescindibles. Sin ellas el internauta ser¨¢ un gato enclaustrado al que s¨®lo le habr¨¢n facilitado sus posibilidades de gastar dinero a distancia. Quiz¨¢s es ¨¦se el pat¨¦tico destino que est¨¢ preparando para nosotros el siglo XXI.
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