?A qui¨¦n fusilamos?
Al declarar la semana pasada a una periodista que nada hay m¨¢s aburrido que el teatro, Fernando Fern¨¢n-G¨®mez estuvo moderado. Hace 86 a?os,Valle-Incl¨¢n expresaba en un art¨ªculo su deseo de que "toda reforma en el teatro comenzara por el fusilamiento de los Quintero". Fern¨¢n-G¨®mez no apunta a nadie en su diatriba; simplemente se abstiene (por lo visto, desde hace treinta a?os) de pisar las salas teatrales, y eso incluye su propia ausencia de los escenarios como actor, ¨²nica desgracia en este asunto para los que seguimos yendo. Caigo por otro lado en la cuenta de que yo he visto -sin aburrirme lo m¨¢s m¨ªnimo- dos obras suyas, Las bicicletas son para el verano y Los domingos, bacanal, representadas en el Espa?ol y el Maravillas hace bastante menos de treinta a?os, y en agosto del 99 se estren¨® la pel¨ªcula de Manuel Iborra Pepe Guindo, en la que Fern¨¢n-G¨®mez interpreta y rinde homenaje al actor de teatro. No hay genio sin paradojas, debe ser eso. ?O es que el inminente acad¨¦mico de la lengua tuvo muy mala pata unas cuantas funciones seguidas y, perdiendo la fe en el culto a Tal¨ªa, abjur¨®? Tambi¨¦n usted y yo, teatristas practicantes, nos hemos aburrido. Las mismas veces, aproximadamente, que en el cine, el concierto y la lectura. Alivia saber que Fern¨¢n-G¨®mez sigue al menos leyendo; y escribiendo. (Voy a comprarme su ¨²ltimo libro de relatos, a ver c¨®mo est¨¢ de divertido).La otra noche, aprovechando que ese d¨ªa no iba al teatro,me le¨ª un excelente libro teatral que acaba de salir, La escena moderna. Manifiestos y textos sobre teatro de la ¨¦poca de las vanguardias (Ediciones Akal). Precisamente encontr¨¦ en uno de los textos rescatados por el compilador y prologuista, Jos¨¦ A. S¨¢nchez, la frase destructiva de Valle contra los castizos hermanos ?lvarez-Quintero y en general contra lo que el autor de Luces de bohemia denominaba, para execrarlos, escritores "nacidos bajo una mesa-camilla". (?Ser¨¢ ¨¦se el tipo de teatro que ahuyenta a Fern¨¢n-G¨®mez de las salas? Es otra posibilidad a estudiar). El teatro que nos presenta S¨¢nchez en este ¨²til y aleccionador libro es un sue?o. Desde finales del siglo XIX, un grupo de creadores y utopistas teatrales de Rusia y de Inglaterra, de Alemania, Italia y Catalu?a, empezaron, sin ponerse de acuerdo previamente, a mostrar un gran aburrimiento ante las mesas-camilla, los decorados naturalistas de papel, la dicci¨®n engolada, el chascarrillo dicho con un ojo en la primera fila. Muchas cosas se les ocurrieron para acabar con ese mortecino y aburguesado teatro de ¨¦xito: violentas luces expresionistas, actores liberados del cors¨¦, de todos los cors¨¦s que almacena la guardarrop¨ªa de los coliseos, espacios y textos esc¨¦nicos donde adquieran "las palabras la importancia que tienen en los sue?os". Esto ¨²ltimo es de Artaud, presente, como es l¨®gico, en esta antolog¨ªa, al lado de los Gordon Craig, Appia, Copeau, Isadora Duncan, Meyerhold, Tairov, Adri¨¢ Gual, entre muchos otros. No todos ellos sufrieron el suplicio de T¨¢ntalo que los dioses del Gran Mercado del mundo reservan a los vanguardistas. Sin ejecuciones en masa, tan s¨®lo, quiz¨¢, con el gesto ritual de "matar al padre", los so?adores de la escena moderna lograron despertar al p¨²blico, a una parte al menos, y dejarlo en vela mientras las guerras mundiales, la muerte o la retirada cobarde de los campos de batalla mandaban al limbo sus conquistas. Beckett, Ionesco, Pinter, Grotowski, Bob Wilson, Peter Brooks, son algunos de los despiertos hijos de aquellos visionarios agitadores.
En Espa?a hemos sido m¨¢s dormilones, o est¨¢ m¨¢s extendido el gusto de la mesa-camilla echegarayesca, otra palabra burlona de Valle-Incl¨¢n. Su teatro fue imposible, y tambi¨¦n el de Lorca qued¨® muchas d¨¦cadas enterrado bajo una arena de plaza de toros y un tendido de mantillas negras. La esperanza de que este viejo arte incomparable nos siga poniendo las pilas del llanto y la risa est¨¢ en nuestras manos y en las de otros m¨¢s directamente responsables, que bien podr¨ªan emplearlas a ratos perdidos en leer las 500 p¨¢ginas del libro de Jos¨¦ A. S¨¢nchez. La bajada en ayuda de alg¨²n genio del Olimpo nos har¨ªa a¨²n menos aburrida la funci¨®n.
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.