Otro olmo
No lo derrib¨® el le?ador con su hacha, ni el carpintero ten¨ªa intenci¨®n de convertirlo en melena de campana, lanza de carro o yugo de carreta; no lo descuaj¨® un torbellino ni lo tronch¨® el soplo de las sierras blancas; tampoco arder¨¢ en alg¨²n rojo hogar de alguna m¨ªsera caseta al borde del camino; no, nada de eso le ocurri¨® a un olmo que presid¨ªa en la plaza de Espa?a desde hace trescientos a?os el acontecer diario de los vecinos de Rascafr¨ªa, un pueblecito de la sierra madrile?a.Antonio Machado lo ten¨ªa todo previsto pero no contaba con la nieve; s¨ª, con la nieve. Fue a mediados de enero cuando el norte de Espa?a y de Madrid qued¨® cubierto de un manto blanco. En algunas zonas el grosor de dicho manto fue m¨¢s abundante que en otras.
Eso ocurri¨® en Rascafr¨ªa. Apenas nev¨® en los alrededores, toda la nieve se concentr¨® en la plaza de Espa?a, en el centro geom¨¦trico del pueblo, en el s¨ªmbolo por excelencia, en el lugar de referencia para todos.
Hab¨ªa sido testigo infinito de generaciones y generaciones; el hueco de su enorme tronco hab¨ªa sido relleno en miles de ocasiones por cientos y cientos de ni?os que jugaban al escondite en sus tareas infantiles a lo largo de los tres siglos de vida; hab¨ªan anidado entre sus fuertes ramas miles de fr¨¢giles pajarillos, que en dulce y meliflua armon¨ªa alegraban los corazones; hab¨ªa proporcionado sombra fresca en el verano no s¨®lo a los lugare?os en sus interminables tertulias, sino a los miles de visitantes que eran atra¨ªdos por su frondosa belleza.
La nieve, el exceso de nieve ca¨ªda sobre ¨¦l, le hizo rendirse, y con un leve quejido dijo adi¨®s, en silencio, a todo un pueblo, a sus mayores, a los ni?os, a los pajarillos...- Jos¨¦ Marquina Sanz. Alcal¨¢ de Henares, Madrid.
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