El Atl¨¦tico se instala en el fondo
Por no defraudar, ni defraudarse, el Atl¨¦tico ha preferido bajar el list¨®n. En estas ¨¦pocas convulsas, mejor ponerse el traje de equipo mediano y penar ante todos los rivales, incluso en el Calder¨®n, que dedicarse al esfuerzo de creerse favorito: y tener que cumplir con las expectativas. El Atl¨¦tico afront¨® el partido contra la Real encajado en su esquema m¨¢s frecuente de esta temporada: el dispositivo policial, de talante perseguidor y destructivo, que le permite vivir sin mayores preguntas morales esta rutina triste que lo aqueja desde el verano, pero que desde el 22 de diciembre, d¨ªa en el que la familia Gil fue apartada del club, se ha vuelto atroz.Encima tuvo enfrente a un equipo, el de Javier Clemente, envuelto en dilemas similares. Fue un partido entre dos equipos ideales para el div¨¢n, con unos enormes problemas de autoestima. Y as¨ª se jug¨®: hormonal y correoso durante buena parte de su desarrollo, pero con numerosos y deliciosos detalles de calidad, desde ambas partes, que sorprendieron a los presentes en el estadio.
ATL?TICO 1 REAL SOCIEDAD 1
Atl¨¦tico: Molina; Gaspar (Valer¨®n, m. 69), Gamarra, Santi, Capdevila; Aguilera (Njegus, m. 60), Bejbl, Hugo Leal, Solari (Roberto, m. 71); Kiko y Hasselbaink.Real Sociedad: Alberto; Rekarte (Idiakez, m. 46), Fuentes, Pikabea, Gurrutxaga, Aranzabal; Guerrero (De Paula, m. 46), G¨®mez, Khokhlov, Sa Pinto (Ant¨ªa, m. 64); y Jankauskas. Goles: 1-0. M. 17. Hasselbaink, de falta. 1-1. M. 63. Jankauskas, desde el suelo, tras jugada colectiva. ?rbitro: Manuel D¨ªaz Vega (colegio asturiano). Ense?¨® tarjeta amarilla a Fuentes, G¨®mez, Guerrero, Gurrutxaga (dos veces, expulsado en el m. 64), Gamarra, Santi y Njegus. Roja directa a Pikabea en el minuto 85. Partido de la vig¨¦simo primera jornada de Liga, disputado en el estadio Vicente Calder¨®n ante unos 30.000 espectadores. En el palco no hubo representaci¨®n oficial del Atl¨¦tico de Madrid, aunque Miguel Angel Gil Mar¨ªn, director general, presenci¨® el partido desde una de las localidades VIP.
El Atl¨¦tico volvi¨® a sufrir el s¨ªndrome Valencia: jug¨® correctamente contra once -tenso, difuso, pero con Kiko, y eso es diferencia-, regular contra diez y desesperado y torpe contra nueve, rondando todo el tiempo el ¨¢rea de Alberto pero con una ansiedad sofocadora, paralizante.
En el primer tiempo, con el regreso de Kiko, el Atl¨¦tico descubri¨® que el bal¨®n es bello: que en un pase puede haber placer, y que aquello que llamamos f¨²tbol puede ser algo m¨¢s que el garrotazo picapiedra. Kiko contagia: deja solo a Capdevila con un pase ciego, y Solari se crece e intenta regatear a tres rivales; asiste a Hasselbaink desde el suelo, con un taconazo imposible, y Hugo Leal que se cree Stielike. Kiko muestra a sus coma?eros que el f¨²tbol existe, pero ¨¦stos todav¨ªa no acaban de cre¨¦rselo del todo.
El que s¨ª se lo cree, el que cree que juega sin rivales es Hasselbaink. El holand¨¦s es al Atl¨¦tico lo que Ra¨²l al Madrid: la voluntad pura, la seguridad de que querer es poder. Ayer, cuando la solemnidad del partido era pasmosa y militar, Hasselbaink pens¨®, contra la opini¨®n de todo el estadio, que aquella falta, a m¨¢s de 30 metros de la porter¨ªa, pod¨ªa acabar en gol. Y lanz¨® un misil que alg¨²n portero podr¨ªa haber parado, pero cuya rosca enga?¨® a Alberto -bastante acertado en general toda la tarde- y desatasc¨® el marcador. Hasselbaink es el h¨¦roe perfecto para los libros de autoayuda y el sue?o de Hollywood: todos los sue?os son posibles si lo intentas con todas tus fuerzas. Y Hasselbaink tiene muchos sue?os; y mucha fuerza.
Despu¨¦s del 1-0, el partido se volvi¨® enano, y nadie parec¨ªa demasiado molesto con su desarrollo. El gol de Hasselbaink cambi¨® bastante poco los planes de la Real, que sigui¨® ofreciendo su f¨²tbol con cuentagotas: el equipo de Clemente ataca poco (le gusta su guarida), pero cada avance suyo es una perfecta obra de ingenier¨ªa. La Real lleva varios partidos carente de pegada, y ello se debe en parte a la ins¨®lita querencia efectista de sus jugadores: no saben hilvanar una jugada que no sea bonita y el¨¦ctrica. As¨ª lleg¨® su gol incluso, tras una triangulaci¨®n brillante entre el lituano Jankauskas, De Paula y el ruso Kochlov, un jugador que de a poco va soltando un raro talento, que podr¨¢ darle a la Real algo de la alegr¨ªa perdida. Por lo visto hasta ahora, la inversi¨®n millonaria que realizaron los donostiarras este invierno -la mayor de la Liga- puede dar resultados positivos. La conexi¨®n sovi¨¦tica (?o la ambici¨®n rubia?) tiene futuro, por lo que pueda dar de s¨ª, y por lo que pueda insuflar a un deprimido Sa Pinto, jugador que sigue conservando las maneras pero que no pasa de aparente: pocas veces sus acciones pasan del amago bonito.
Con el empate, el Atl¨¦tico se sumergi¨® en el desconsuelo. El equipo se cree perseguido por alg¨²n tipo de fatalidad, y apenas se encuentra con un contratiempo se ve incapaz de remediarlo. Su v¨ªa de escape es el empe?o, y all¨ª va, ciego y neur¨®tico, contra la porter¨ªa rival. Un descontrolado D¨ªaz Vega -se equivoc¨® dos veces al principio, y se pas¨® el resto del partido compensando a los perjudicados, hasta que perdi¨® la cuenta- fue eliminando del campo a los jugadores de la Real, y el efecto de la ventaja num¨¦rica, algo que detesta el Atl¨¦tico -mucho m¨¢s c¨®modo en los desaf¨ªos imposibles- fue devastador para los jugadores de Ranieri.
Los realistas se crecieron y apretaron los dientes, para satisfacci¨®n de su genital entrenador. Hasta que se acab¨® todo. El Calder¨®n no tom¨® el resultado como una nueva decepci¨®n. Acepta, ya sin rabia, la nueva realidad del equipo, golpeado en todos los frentes: su median¨ªa en el panorama del f¨²tbol espa?ol.
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