La colchoneta RUTH TOLEDANO
Uno se empe?a en que las cosas est¨¦n dotadas de una naturaleza inalterable, una esencia en las cosas que no pueda ser tocada por los cambios del tiempo, de la luz o del estado de ¨¢nimo del ojo que las mira. Uno se empe?a en relacionar el estado de las cosas con el fluir del tiempo, olvidando que las cosas ser¨¢n siempre id¨¦nticas a lo que fueron y no podr¨¢n ser m¨¢s en este otro momento en que ya son distintas para siempre y sucesivamente. Uno se empe?a en dar esquinazo al azar, en restarle vigencia, en faltarle al respeto que merece, como si no hubiera sido de todo punto azaroso el hecho mismo de haber despertado una vez m¨¢s y distinta esa ma?ana y disponerse a abrir su buz¨®n distinto una vez m¨¢s.Abro mi buz¨®n. Encuentro uno de esos avisos de Correos que, con un cierto laconismo apremiante, te advierten de que es la segunda vez que se te avisa, que de insistir en tu pereza por acercarte a la estafeta de la calle Monle¨®n perder¨¢s una ¨²ltima oportunidad de contenido desconocido: recoger algo que no sabes qu¨¦ es enviado por alguien que no sabes qui¨¦n es.
Dependiendo del estado de ¨¢nimo de tus ojos, la naturaleza de ese papel que, tras un trayecto ignoto, se encuentra al fin entre tus dedos puede variar desde la calidad de entusiasmo de una sorpresa hasta la aspereza en el tacto de una incierta amenaza. La advertencia es la misma, el paquete que espera se supone es el mismo; sin embargo, esa ma?ana, que cre¨ªa ser yo tambi¨¦n la misma que ignor¨® y olvid¨® por completo el primer aviso recibido d¨ªas antes, miro ese papel de est¨¦tica anticuada y decido ir a buscar aquello que no s¨¦.
Hace en Madrid un fr¨ªo propio de los inviernos negros y de los d¨ªas dif¨ªciles. Nada, ni el sol voluntarioso ni el azul desva¨ªdo del cielo, parece suficiente para apenas intuir la calidez. Nada, ni una palabra bienintencionada, parece eficaz contra el escalofr¨ªo. Pero debajo de varias capas de tejido puesto y dispuesto contra la desdicha estacional, bufanda, gorro, guantes y silencio, la que este d¨ªa soy camina hacia la estafeta y, en el bolsillo del abrigo, una muy d¨¦bil, casi insignificante expectativa contin¨²a aquel trayecto suyo iniciado no s¨¦ cu¨¢ndo.
Me pregunto qu¨¦ me espera, conjeturo acerca de las consecuencias de mis pasos; puede, incluso, que suceda algo en el camino y nunca alcancemos a tocarnos, ese paquete y yo. Contra el fr¨ªo, como veis, me caliento la cabeza.
Llego a la oficina de Correos de la calle Monle¨®n sin que haya sucedido nada que pudiera cambiar algo y siendo ya, sin embargo, todas las cosas irreparablemente otras. Entrego al funcionario el anticuado papelito, que, en estos segundos anteriores a su transformaci¨®n en el objeto que representa, me parece menos ajeno (nos une que le he seguido hasta donde indicaba) y algo m¨¢s misterioso (los misterios adquieren su m¨¢s profunda calidad insondable justo en el momento inmediato a su resoluci¨®n). Deduzco que, por razones an¨ªmicas y clim¨¢ticas, me estoy poniendo excesivamente literaria con esto de los misterios y que lo previsible es que tan literario misterio no pase de ser un paquete de libros. Paquete que al fin me es entregado por el funcionario previo trueque con su representaci¨®n.
Abro all¨ª mismo el paquete, cuyo remite s¨®lo indica el nombre de un pol¨ªgono industrial, Barcelona. Dentro de una bolsa de pl¨¢stico aparece la foto de una chica en biquini que posa sonriente sujetando una colchoneta de playa. Debajo de la foto de una chica en biquini que sujeta una colchoneta de playa aparece una colchoneta de playa. Naranja. Le doy vueltas al paquete y a la cabeza: una colchoneta de playa naranja alegremente presentada por la foto de una chica en biquini que ha viajado desde un pol¨ªgono industrial de Barcelona hasta mis manos pasando por mi buz¨®n en forma de amenazador segundo aviso de Correos. En pleno enero, sin carta ni tarjeta ni pista alguna que remotamente pudiera desvelar qu¨¦ otras manos, de qui¨¦n, escribieron mi nombre y direcci¨®n, que otra cabeza sin nombre me tuvo dentro como destinataria, qui¨¦n pens¨® en m¨ª, por qu¨¦ esta colchoneta de playa que guardo con asombro en mi mochila. Y salgo de Correos y dentro de mi cuerpo aterido est¨¢ el mar.
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