De Kin¨¦polis
Un domingo, mi mujer y yo decidimos pasar la tade yendo al cine; reconozco lo poco original del plan, y habiendo o¨ªdo las excelencias de las salas Kin¨¦polis, a las afueras de Madrid, no lo dudamos ni un momento.La sesi¨®n de la pel¨ªcula elegida empezaba a las 20.30, pero, avisados del complejo de locales y restaurantes que all¨ª se encuentran, decidimos salir de casa una hora y media antes del inicio de la pel¨ªcula para tener tiempo de tomar algo y no ir con prisas a las taquillas.
Para desplazarse hasta los cines no hay ning¨²n modo de hacerlo salvo en coche, y, una vez en las proximidades del complejo, se da uno cuenta de que mucha m¨¢s gente ha tenido la misma idea. Tanta, que la v¨ªa de dos carriles que lleva hacia el aparcamiento de Kin¨¦polis est¨¢ absolutamente saturada.
A una distancia de quinientos metros de las salas, numerosos agentes de la Polic¨ªa Municipal intentan distribuir al p¨²blico entre los ya colapsados aparcamientos. Incluso las aceras y alg¨²n solar est¨¢n ocupados.
Despu¨¦s de una hora y diez minutos de estar literalmente inmovilizados en semejante atasco, no pudiendo ni siquiera salir de all¨ª despu¨¦s de ver lo ilusorio que ser¨ªa poder ver nuestra pel¨ªcula, la suerte nos permiti¨® aparcar. A¨²n hab¨ªa tiempo material para llegar a la proyecci¨®n, pero en las taquillas el panorama era desalentador: un gent¨ªo descontento comprobaba que todas las salas estaban completas.
Para compensar la desilusi¨®n, y ya que est¨¢bamos all¨ª, nos resignamos a hacer de nuevo cola para tomar un bocadillo y un caf¨¦.
Ni que decir tiene que en lo que se ha convertido el complejo que rodea a los cines no tiene nada que ver con una gran superficie de ocio y recreo.
Puede que, como he o¨ªdo, las salas de cine sean de gran comodidad; las pantallas, de dimensiones especiales, y la ac¨²stica, fabulosa; puede ser, pero, desde luego, de lo que estoy absolutamente seguro es de que no vuelvo a ir.- Rafael Rubio Garc¨ªa. Madrid.
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