Entre aclamaciones

No olvidar¨¢ f¨¢cilmente Emilio Sagi la noche del s¨¢bado en el teatro de la Zarzuela. Porque fue aclamado en los saludos finales como raramente se vuelca el p¨²blico con un director teatral. No era s¨®lo un reconocimiento a sus m¨¦ritos esc¨¦nicos, sino m¨¢s bien a su trayectoria como responsable del teatro en la ¨²ltima d¨¦cada. Su despedida desemboc¨® en un homenaje.En El juramento despleg¨® hasta la apoteosis todo el juego de elementos teatrales que se conocen familiarmente como est¨¦tica Sagi. Envolvi¨® la zarzuela en una estructura de cuento, haciendo aparecer desde la primera escena a una ni?a que contemplaba con ojos inocentes las peripecias de lo que pasaba. Se sirvi¨® de una escenograf¨ªa na?f y luminosa de Gerardo Trotti, con cometas y soldaditos de papel: un gui?o a la infancia recuperada. Recurri¨® al dise?ador Jes¨²s del Pozo como figurinista, que despleg¨® un deslumbrante vestuario.

A partir de ah¨ª, Sagi marc¨® las pautas, moviendo la escena en clave de una comedia musical elegante y m¨¢s melanc¨®lica que grotesca, consecuencia directa del amor y conocimiento del g¨¦nero. Fue el suyo un trabajo artesanal de pura filigrana r¨ªtmica. El coro de las murmuraciones, por ejemplo, al principio del segundo acto alcanz¨® una resoluci¨®n magistral. Ni un asomo de pedanter¨ªa. Sagi se envolvi¨® de naturalidad teatral, y as¨ª las palabras y la m¨²sica de El juramento flu¨ªan sin altibajos, levant¨¢ndose un edificio teatral desde una comicidad contenida que buscaba en la sonrisa complicidad.

El sello Sagi se extendi¨® al reparto vocal, un elenco de j¨®venes cantantes que se ajust¨® a sus personajes con desenvoltura. Miguel Roa dirigi¨® la orquesta de la Comunidad de Madrid con conocimiento de lo que se trae entre manos. El ¨¦xito fue enorme. Y la reposici¨®n de la obra de Gaztambide hace justicia al compositor navarro.