Necesidad y virtud
Los tiempos de la pol¨ªtica son muy peculiares. A menudo, los acuerdos dif¨ªciles -aqu¨¦llos que, aparentemente, requerir¨ªan largos procesos de aproximaci¨®n- s¨®lo se consiguen bajo la presi¨®n del calendario. El PSOE e IU llevan a?os como vecinos -al menos te¨®ricamente, viven ambos en la calle de la izquierda- irreconciliables. Se han dicho de todo. Los segundos se han esmerado en los piropos que han dedicado a los primeros: criminales, ladrones, traidores y otros cari?os parecidos. Pero, de pronto, aparece la necesidad. La urgencia de transformarla en virtud hace que se suspendan los rencores hasta nueva orden. Es verdad que en pol¨ªtica y negocios no hay enemigo con el que no se puede llegar a pactar un d¨ªa. Pero los rencores censurados pueden aflorar tras el primer desencuentro.Las dos partes viv¨ªan en estado de necesidad. El PSOE se encaminaba hacia otra derrota dulce y estos caramelos la primera vez consuelan, pero a la tercera o cuarta ya s¨®lo se atragantan. IU segu¨ªa con marcial firmeza su marcha imparable hacia la marginaci¨®n, un viaje por el que ha trabajado con ejemplar tenacidad desde que, en los albores de la transici¨®n, Carrillo descubri¨® que Espa?a no era Italia y que la hegemon¨ªa de la izquierda era para los socialistas. Pero la marginaci¨®n pol¨ªtica tambi¨¦n requiere intendencia. E IU iba directo a no poder siquiera pagar la luz a sus profesionalizadas almas bellas.
De perdidos al r¨ªo. Ante la presi¨®n de la necesidad -en su propia casa se hac¨ªan quinielas para despu¨¦s de la derrota-, Joaqu¨ªn Almunia dio un giro a la izquierda que, indudablemente, es una novedad. Almunia consegu¨ªa varios objetivos a la vez. Tomaba la iniciativa pol¨ªtica, desplazando la campa?a hacia el debate derecha-izquierda. Afirmaba su personalidad como dirigente pol¨ªtico con una iniciativa que romp¨ªa manifiestamente con el felipismo, del que se le consideraba deudor. Devolv¨ªa la tensi¨®n pol¨ªtica a la campa?a provocando cierta movilizaci¨®n de la izquierda e introduciendo un factor de incertidumbre. Y, si IU aceptaba, consegu¨ªa, en cierto modo, blanquear al partido de las lacras de la corrupci¨®n y el GAL, sin haber hecho la renovaci¨®n generacional, en la medida en que se aliaba con el ariete que abr¨ªa la marcha de las acusaciones pol¨ªticas.
Entre las necesidades de uno y de otro, el mar ha acercado las dos orillas. No es f¨¢cil provocar un cambio de cultura pol¨ªtica como el que la apuesta de Almunia exige. En Francia hay una larga tradici¨®n de uni¨®n de la izquierda favorecida por el sistema electoral: la segunda vuelta obliga a los que no consiguen plaza para la final a optar, con lo cual derecha e izquierda est¨¢n condenadas a agruparse. Aqu¨ª el PSOE lleg¨® al poder mirando al centro y esperando que IU acabara suicid¨¢ndose. E IU viv¨ªa completamente ajena a cualquier cultura pol¨ªtica de gobierno. Lo suyo era palabra, palabra, palabra. Puede sorprender que Almunia les alargue la mano cuando m¨¢s cerca del suicidio estaban. Pero la raz¨®n pol¨ªtica se ofusca ante una buena encuesta y sobre una de ellas construy¨® Almunia su propuesta.
Puesta en marcha la jugada, ahora ya no hay lugar para la derrota dulce. De nada le servir¨¢ la virtud si no resuelve su necesidad. Si gana, Almunia habr¨¢ llevado la izquierda al Gobierno; si pierde, se le acusar¨¢ de haber resucitado a un muerto del que el PSOE aspiraba a conseguir el trasplante de algunos ¨®rganos. Pero Almunia no pod¨ªa aspirar a ganar sin correr alg¨²n riesgo. Es lo que ha hecho.
Como es obvio -aunque Aznar parezca sorprenderse de ello-, Almunia aspira a gobernar. Pero, si no queremos ir avanzando hacia el entierro de la democracia, es necesario preguntar: gobernar ?para qu¨¦? ?Hay razones ahora para que la alianza con IU, que el PSOE descart¨® siempre, sea m¨¢s que una cuesti¨®n de c¨¢lculos electorales? La respuesta deber¨ªa estar en el programa. Un programa que se justificar¨ªa con un objetivo prioritario: repartir mejor el crecimiento econ¨®mico. Y empezar a liberar la pol¨ªtica de su sumisi¨®n al dinero.
La alianza PSOE-IU clarifica la oferta electoral. Para que el ciudadano tenga la informaci¨®n necesaria s¨®lo falta que Aznar anticipe sus hipot¨¦ticas alianzas de investidura. Aunque parece improbable que encuentre aliados dispuestos a suscribir en campa?a un programa com¨²n con ¨¦l. ?Por qu¨¦ ser¨¢?
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