Torear despacito
Torear despacito es un atributo axiom¨¢tico del arte t¨¢urico, seg¨²n se suele manifestar en el ambiente. Lo dicen los apoderados a sus pupilos: "Hay que torear despacito". Y entonces van los pupilos y se ponen a hacerlo todo despacito. Todo menos lo que es torear propiamente dicho. Y as¨ª sucede que las corridas duran horas.La ¨²ltima de Valdemorillo dur¨® dos horas y media, y las anteriores, por ah¨ª. No es que esto sea patrimonio exclusivo de las plazas de talanqueras. En las de f¨¢brica, grandes e hist¨®ricas, tambi¨¦n. Antes, cuando los toros se llevaban tres puyazos o acaso el doble, y los matadores compet¨ªan en quites, y los banderilleros banderilleaban asom¨¢ndose al balc¨®n, y los diestros tiraban de repertorio, con hora y media quedaba liquidada la funci¨®n. En cambio en la actualidad, que no hay quites ni nada, y la suerte de varas se resuelve con un picotazo, y los banderilleros ponen pies en polvorosa, y los diestros han reducido la t¨¦cnica muletera a perpetrar derechazos a destajo, las corridas pueden durar el doble.
Paniagua / Antequera, G¨®mez, Saavedra Novillos de Mar¨ªa Luisa Paniagua, bien presentados, aunque muy pobres de cabeza, flojos -varios inv¨¢lidos-, manejables
Mart¨ªn Antequera: estocada trasera, perdiendo la muleta, y tres descabellos; se le perdon¨® un aviso (aplausos y saludos); pinchazo, estocada corta y rueda de peones (oreja). ?lvaro G¨®mez: estocada trasera, perdiendo la muleta (oreja); siempre perdiendo la muleta, pinchazo y bajonazo; se le perdon¨® un aviso (aplausos y saludos). Julio Pedro Saavedra: pinchazo bajo y estocada ladeada (dos orejas); estocada (oreja). Plaza de Valdemorillo, 7 de febrero. 4? y ¨²ltima corrida de feria. Cerca del lleno.
La explicaci¨®n es dif¨ªcil pero si uno se fija observar¨¢ que, efectivamente, van todos despacito: el presidente, que no saca el pa?uelo hasta que el espada ha capoteado cuanto le viene en gana; los caballos de los picadores, que acuden con andar cansino; el peonaje, que brega para llevarse al toro a lejanos pagos y, fijo all¨¢, lo vuelve a traer; el matador, que sustituye el toreo de capa por un ceremonioso destocarse y pedir cambio de tercio; los banderilleros, que no salen a la palestra hasta en tanto el picador, parsimonioso y holgach¨®n, no haya desaparecido por la puerta de cuadrillas; y cuando finalmente se hacen presentes, no van a la suerte si antes no les aparcan el toro...
Dos horas y media, dios.
Y despu¨¦s de dos horas y media, la verdad, hay poco que contar. Entre los rellenos referidos, en este festejo prostrimero se vio a un Mart¨ªn Antequera que cargaba la suerte y ligaba los pases; y ya van dos. El d¨ªa anterior fue Canales Rivera, matador de toros. El posterior, Mart¨ªn Antequera, novillero veterano, que presentaba la pa?osa donde es debido y, al vaciar el muletazo, ya se hab¨ªa cruzado con el novillo gan¨¢ndole terreno y volv¨ªa a tomar la embestida sin soluci¨®n de continuidad. Claro que pas¨® apuros por esta forma valerosa de ejecutar el toreo; se le cern¨ªan derrotes e incluso sufri¨® una seria voltereta... A veces ese es el precio que hay que pagar cuando se torea de verdad.
Algunos prefer¨ªan las formas de ?lvaro G¨®mez porque toreaba m¨¢s f¨¢cil. Faltar¨ªa m¨¢s: al vaciar el muletazo ced¨ªa terreno, perd¨ªa un paso o muchos -a conveniencia de la situaci¨®n, siguiendo la moda- de manera que pod¨ªa citar con alivio (aunque tambi¨¦n se llev¨® un acos¨®n), perfilarse pinturero al ejecutar el pase, y vuelta a empezar. ?lvaro G¨®mez pareci¨® tener mejor corte con el capote, que manej¨® a la ver¨®nica con gusto y armon¨ªa.
La expectaci¨®n se centraba en Julio Pedro Saavedra, que tuvo detalles de torer¨ªa cara y exitoso resultado en su anterior comparecencia valdemorillana y, adem¨¢s, es hijo del lugar. Tra¨ªa toda la moral del mundo -se pareci¨® advertir- y con ella una prestancia altiva y una empalagosa afectaci¨®n que le restaron calidad a sus intervenciones. Hubo en ellas m¨¢s posturas y desplantes que toreo. A lo mejor estaba tan imbuido de aquellos modos que le atenazaban el buen concierto para ejecutar con naturalidad y fundamento el arte de torear. Podr¨ªa ser: esto y lo contrario. Si bien ser¨ªa preferible que las aptitudes toreras de Julio Pedro Saavedra, a quien los paisanos premiaron con largueza, fuesen las del primer d¨ªa antes que las del segundo.
Cinco orejas dio el presidente, sin que tanto despojo sea indicativo de nada. Siempre se exagera.
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