Ripley en el recuerdo ENRIQUE VILA-MATAS
Anoche me dio por recordar una entrevista que le hice a Patricia Highsmith en el hotel Col¨®n de Barcelona. Este 22 de febrero se cumplir¨¢n cinco a?os de la muerte de la escritora y a uno le gustar¨ªa poder seguir teniendo noticias de Ripley, saber qu¨¦ clase de vida lleva ¨²ltimamente. Tal vez por eso me dio por recordar aquella entrevista en la que la escritora y yo hablamos -es un decir- de Ripley.Despu¨¦s, me qued¨¦ pensando que entrevistar es un arte mucho m¨¢s dif¨ªcil de lo que la gente cree. Yo no sabr¨¦ todo sobre mi madre, pero s¨¦ algo sobre las entrevistas: s¨¦ que tienen un secreto. ?Lo digo? Pues s¨ª. Despu¨¦s de todo, fue Truman Capote el que revel¨® ese secreto y ser¨ªa ahora feo hacerles creer que fui yo quien lo descubri¨®. Dec¨ªa Truman Capote que ese secreto, el secreto de ese arte, consiste en hacerle creer a la persona entrevistada que es ella la que te est¨¢ entrevistando a ti. En cierta ocasi¨®n, Capote, sin tomar una sola nota -dec¨ªa que tomarlas creaba una atm¨®sfera poco propicia-, entrevist¨® a Marlon Brando, que se sincer¨® con ¨¦l de una forma sorprendente. Al terminar la entrevista, Capote, que ten¨ªa una memoria prodigiosa, hab¨ªa registrado con precisi¨®n pavorosa todas las barbaridades que el incauto Brando le hab¨ªa confiado. El duque en su dominio, que as¨ª se llam¨® la entrevista (Retratos, Anagrama, 1995), es una obra maestra del periodismo, de la narrativa y de la astucia. Brando nunca dijo que no hubiera dicho lo que Capote hab¨ªa publicado, pero, eso s¨ª, jur¨® que en cuanto se lo encontrara lo matar¨ªa.
Tambi¨¦n yo entrevist¨¦ a Brando y, como algunos ya saben, fue para Fotogramas y me invent¨¦ la entrevista de arriba abajo y no descubr¨ª el fraude hasta 10 a?os despu¨¦s. Esto me anim¨® tanto que en la misma revista y en otras invent¨¦ entrevistas con Nureiev, Anthony Burgess, Cornelius Castoriadis... En fin. En la mayor¨ªa de los casos cont¨¦ con la aprobaci¨®n de los entrevistados. En el caso de Brando, desde luego no. Est¨¢ claro que Brando no ha tenido suerte en esta vida con las entrevistas. Pero se lo merece. ?Acaso no ha sido el actor de la historia del cine que m¨¢s se ha negado a ser entrevistado?
El tipo de entrevista m¨¢s dif¨ªcil de hacer es sin duda aquella en la que el personaje decide no contestar. Que se lo pregunten a Camilo Jos¨¦ Cela, que en 1950 entrevist¨® a un Azor¨ªn que se encerr¨® en un hermetismo deliberado. Pese a ello, Cela llev¨® a buen puerto la entrevista, la convirti¨® en un texto profundamente c¨®mico que todav¨ªa hoy en alguna facultad de periodismo es utilizado como un ejemplo notable de c¨®mo resolver una entrevista cuando el entrevistado no quiere decir nada.
Cuando entrevist¨¦ a Highsmith en el hotel Col¨®n, me encontr¨¦ con una se?ora encantadora que hac¨ªa honor a su fama de decir siempre lo mismo y lo m¨ªnimo posible en todas las entrevistas. Yo a¨²n no conoc¨ªa el truco de Cela y, por otra parte, me sent¨ªa incapaz de convencer a Highsmith de que era ella la que me estaba entrevistando. Empec¨¦ a preguntarle cosas raras para ver si la despistaba, pero no hab¨ªa forma, a todo respond¨ªa con monos¨ªlabos (estilo Azor¨ªn) y estaba claro que no pensaba desvelar nada de su intimidad. "?Me parezco a Ripley?", termin¨¦ dici¨¦ndole. "No", me respondi¨®. Me supo muy mal esto. Siempre hab¨ªa querido parecerme a Ripley y, adem¨¢s como buen admirador del fraude, le admiraba. "?Por qu¨¦ no me parezco a Ripley?", pregunt¨¦. Pens¨¦ que eso iba a hacerla hablar por fin, que iba a decirme, por ejemplo, que no me ve¨ªa con fuerza suficiente para levantar un remo y matar. Pero en lugar de esto me contest¨® simplemente: "Porque no".
Esta cr¨®nica es un homenaje a mi admirada Highsmith y tambi¨¦n al fraude y a Ripley en su quinto aniversario. Recuerdo que aquel d¨ªa, de vuelta del hotel Col¨®n, me vino a la memoria de pronto que -siempre una excepci¨®n confirma la regla- una ¨ªntima amiga de Highsmith, No?lle Loriot, se hab¨ªa pasado encerrada tres d¨ªas y tres noches en casa de la escritora y hab¨ªa terminado por hacerle creer que la entrevistada era ella, la entrevistadora. Highsmith hab¨ªa revelado, por primera y ¨²nica vez en su vida, sorprendentes intimidades que acababa de publicar un semanario franc¨¦s. En las horas siguientes a haberme acordado de esto, fui feliz, fusil¨¦ con disimulo -pero levantando el remo del fraude, estilo Ripley- la entrevista, y la publiqu¨¦ en una revista de Barcelona. Sin escr¨²pulos, sin ¨¢nimo vengativo alguno, simplemente comport¨¢ndome con el talento de Ripley. Lo asombroso fue que, a pesar de las impresionantes declaraciones de Highsmith, la entrevista pas¨® sin pena ni gloria y, es m¨¢s, ni siquiera me la pagaron. Hab¨ªa conseguido la entrevista de mi vida y, sin embargo, mi vida hab¨ªa ido a peor. Entonces me di cuenta de que ten¨ªa que cambiar de pa¨ªs si quer¨ªa ser alguien alg¨²n d¨ªa.
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