Elegido
Tras la carnicer¨ªa causada por el Tercer Reich, algunos pensadores se plantearon si era razonable seguir definiendo a los humanos como animales libres, inteligentes y ben¨¦ficos. El pesimismo radical se formul¨® con preguntas metaf¨®ricas como "?es posible la poes¨ªa despu¨¦s de Auschwitz?", o bien, "?qui¨¦n puede creer en Dios despu¨¦s de Auschwitz?". La mirada vac¨ªa de los supervivientes inclinaba a suponer que se hab¨ªa aniquilado un modo de habitar el mundo que desde Plat¨®n hab¨ªa querido levantar ciudades de m¨¢rmol y constituciones luminosas. Un mundo para individuos de quienes se pudiera decir: mira, lleva un dios dentro de s¨ª.Han pasado muchos a?os y de aquello nadie se acuerda. En lugar de restaurar con esfuerzo y tenacidad a unos humanos capaces de volver a albergar un dios, en el ¨²ltimo medio siglo hemos construido un simulacro que de divino s¨®lo tiene la carcasa. Su aspecto es en verdad soberbio, hombres, mujeres y ni?os nos asedian constantemente, por todas partes, adornados con la m¨¢s esplendorosa e inocente forma corporal. La belleza de estos simulacros que siempre sonr¨ªen felices desde la publicidad y la pol¨ªtica (gemelos univitelinos) mantiene intacto en su interior un campo de concentraci¨®n. No fue posible, ni siquiera se intent¨® descontaminar la pasta, de modo que la hemos ocultado en el m¨¢s hermoso de los tubos. Pero la pasta venenosa sigue all¨ª dentro y nadie puede habitar en una pasta venenosa.
A veces, cuando alg¨²n perseguido mira a las c¨¢maras, vuelven a aparecer los ojos del superviviente. No miran con ira, ni con odio, ni mucho menos con temor. Miran con la hastiada indiferencia de quien ha sido elegido para el espect¨¢culo de la maldad. Luego irrumpe el alcalde, fuerte, lustroso como un director de circo, y dice que va a cambiar moros por rumanos como si dijera que va a cambiar de calcetines. Restalla el l¨¢tigo y suena la m¨²sica, el espect¨¢culo contin¨²a, los ni?os comen yogures, mam¨¢ tambi¨¦n los come, los pol¨ªticos besan a los ni?os.
Discutir sobre la "ense?anza de las humanidades" en un pa¨ªs que jam¨¢s ha valorado ni la honradez, ni la bondad, ni la convivencia, ni la raz¨®n, es puro cinismo. No hay que "ense?ar humanidades", hay que humanizar a los hom¨ªnidos. Por si un dios decide habitarlos alg¨²n d¨ªa.
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