Todos por la competencia MIGUEL ?. FERN?NDEZ ORD??EZ
El programa conjunto de IU y el PSOE considera la competencia como uno de los ejes de la pol¨ªtica econ¨®mica del posible Gobierno de izquierdas. Tambi¨¦n los portavoces del PP van proclamando la necesidad de liberalizar e introducir m¨¢s competencia en nuestra econom¨ªa. Es de celebrar esta coincidencia en la pol¨ªtica sobre la competencia, de la misma forma que fue muy positiva la coincidencia que acab¨® alcanz¨¢ndose entre los principales partidos sobre la moneda ¨²nica. Nuestra econom¨ªa se ha beneficiado mucho de la decisi¨®n del Gobierno socialista de incorporar Espa?a a la moneda europea, as¨ª como de los esfuerzos del Gobierno popular por hacer efectiva nuestra entrada en la misma. El problema, con el aumento de la competencia en nuestros mercados, es que las palabras han ido por un lado y la realidad por otro. Durante estos cuatro a?os hemos escuchado del Gobierno un discurso favorable a la competencia, mientras sus actuaciones iban en sentido contrario. Es verdad que algunas medidas, como las exigidas por la UE en el sector de las telecomunicaciones, nos han permitido ir hacia delante, pero otras muchas medidas adoptadas en esta legislatura han supuesto una paralizaci¨®n e incluso una marcha atr¨¢s en la introducci¨®n de competencia en nuestros mercados.Baste recordar que, nada m¨¢s llegar al poder, el Gobierno popular se puso de acuerdo con los empresarios de transporte de viajeros por carretera en suprimir durante algunos a?os la competencia en la concesi¨®n de servicios, extendi¨¦ndoles los periodos de concesi¨®n. Tambi¨¦n, en el oto?o de 1996, aprob¨® un decreto dando marcha atr¨¢s en las posibilidades de competencia que se hab¨ªan abierto en el mercado del gas natural y posteriormente aprob¨® una ley que, al no separar la infraestructura del suministro, ha consolidado de hecho un monopolio del gas. En el sector del tabaco, y es un ejemplo de c¨®mo en estos a?os se ha dado prioridad a la privatizaci¨®n sobre la competencia, el Gobierno prepar¨® y aprob¨® una Ley del Tabaco que no s¨®lo no suprimi¨® el monopolio de distribuci¨®n al por menor, sino que elev¨® a rango de ley unas injustificadas exigencias a la distribuci¨®n al por mayor, que impiden competir con Tabacalera. En el sector el¨¦ctrico, es sobradamente conocida la decisi¨®n de concentrar las 10 empresas que hab¨ªa en el sector, en un duopolio que controla m¨¢s del 80% de la generaci¨®n y la distribuci¨®n. En el suelo urbano tampoco se ha avanzado en aumentar la oferta, sino que la reforma de la ley se ha utilizado para reducir el aprovechamiento p¨²blico por parte de los Ayuntamientos en favor de los propietarios privados. Esto, parad¨®jicamente, est¨¢ obligando a los Ayuntamientos a obtener los mismos recursos financieros con menos terreno y, por tanto, les incentiva a restringir la oferta y aumentar el precio del metro cuadrado de suelo.
Pensando no s¨®lo en lo anterior sino en lo que queda por hacer (liberalizaci¨®n de las farmacias, competencia en las llamadas telef¨®nicas locales, etc¨¦tera), cabe subrayar que, para avanzar en la competencia, hay que promover el debate p¨²blico, instrumento excelente para acabar con los privilegios de los monopolistas que siempre intentan que no se discuta p¨²blicamente sobre su existencia o sobre los perjuicios que generan. Por ello, tambi¨¦n es de lamentar que el Gobierno popular pidiera al Tribunal de Defensa de la Competencia que permaneciera mudo durante estos cuatro a?os sin hacer p¨²blicos sus informes sobre d¨®nde y c¨®mo se debe introducir m¨¢s competencia.
Celebremos, pues, que los principales partidos espa?oles est¨¦n de acuerdo en aumentar la competencia en nuestros mercados, en avanzar en la liberalizaci¨®n y en desmontar los monopolios y oligopolios que todav¨ªa subsisten. Si realmente hicieran estas reformas, podr¨ªamos salir de la situaci¨®n actual en la que, en cuanto conseguimos crecer algo m¨¢s que nuestros socios europeos, nuestra inflaci¨®n duplica o triplica la suya. Pero, para conseguirlo, habr¨¢ que exigir a los que gobiernen, que hagan lo que dicen. Aunque, a la vista de lo que ha pasado estos cuatro a?os, a lo mejor deber¨ªamos ser m¨¢s modestos y conformarnos con que no hagan lo contrario de lo que proclaman.
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