'Parking-art'
El hermoso Jaguar descapotable, todo cromo centelleante en el aire de la noche, arranc¨® con un sensual gemido mec¨¢nico y enfil¨® la rampa, hacia abajo. El cabello de una joven sentada en la parte de atr¨¢s qued¨® suspendido en horizontal un momento como la cola de un cometa. La m¨¢quina desapareci¨® detr¨¢s de unas grandes cortinas negras, hacia las entra?as del parking. ?Qu¨¦ hab¨ªa m¨¢s all¨¢? ?Acaso el Jaguar y sus ocupantes se disolver¨ªan en chatarra, carne y sexo en una emulaci¨®n casera de Crash? La multitud expectante descendi¨® por la rampa para descubrir que en esta ocasi¨®n el arte no estaba en los autom¨®viles y en su sem¨¢ntica de lujo, muerte y erotismo, sino en el aparcamiento (un garaje privado en la calle del Doctor Fleming, 9, de Barcelona). Por una vez el recipiente se convert¨ªa en protagonista y la m¨¢quina, tan bella, en simple comparsa. El Jaguar se reuni¨® con un pu?ado de hermanos y quedaron all¨ª, inm¨®viles, con las puertas abiertas como criaturas fabulosas bostezando de asombro: toda la pared del aparcamiento, metros y metros, nivel tras nivel, era un maravilloso mural pleno de s¨ªmbolos, figuras, oquedades y relieves. Una calidez tel¨²rica emanaba de los muros evocando -desde el expresionismo abstracto- la densidad sumeria de las tumbas de Ur, el brillo alucinado de los z¨®calos mesoamericanos y la p¨¦trea sacralidad tao¨ªsta del pante¨®n de Kongwangshan. Un moderno Lascaux junto a Piscinas y Deportes, ?lo que hay que ver! Decenas de varillas de incienso que se quemaban en el suelo pon¨ªan una nota ceremonial. El cemento del piso hab¨ªa sido asperjado de p¨¦talos de rosa, como una ofrenda de sangre.
Se inauguraba (el pasado mi¨¦rcoles) el mural, obra del escultor Jordi Gispert, y el acto contaba con un programa may¨²sulo: concierto del colectivo 3 para cuarteto de cuerda, meg¨¢fono, tres autom¨®viles -los Jaguars-, tuba y tromb¨®n, y actuaci¨®n, con coreograf¨ªa creada especialmente, de Lan¨°nima Imperial. Parkart y Arte para aparcarte eran dos de las denominaciones de la fiesta ceremonia.
Descendi¨®, pues, el p¨²blico, m¨¢s de 200 personas, en plan Orfeo a descubrir la oferta art¨ªstica subterr¨¢nea y al principio evolucion¨® de aqu¨ª para all¨¢ buscando cada cual su plaza en el asunto -cosa l¨®gica en un aparcamiento-. Hubo quien se acomod¨® en el tresillo dispuesto junto a los m¨²sicos y quien se dedic¨® a acariciar las l¨²bricas redondeces de uno de los Jaguars -"no me lo toque m¨¢s, hombre, que me lo va a rayar", advert¨ªa un guardia de seguridad .
Todo el mundo tuvo palabras de elogio para el trabajo de Gispert, que ha conseguido convertir algo tan ¨¢rido, claustrof¨®bico y definitivamente inh¨®spito como un aparcamiento en obra de arte. Vaya trabajo, ?eh? "Una superficie de 400 metros cuadrados, dos meses he tardado", explicaba Gispert, un artista de larga trayectoria -¨²ltima individual, Una hist¨°ria d'art en set paraules, en la galer¨ªa Safia-, con una especial sensibilidad para obtener registros ins¨®litos de la materia. "Me preguntaron '?te atreves?'. Y yo dije que pues claro. Vi que hab¨ªa muchas posibilidades de hacer algo interesante por la textura de las paredes, de roca aglomerada, que recuerdan una cueva natural". Gispert ha realizado bajorrelieves esgrafiados y altorrelieves, practicado agujeros, insertado mosaico y piezas escult¨®ricas, y pintado superficies. La obra no parece destinada a tener una gran difusi¨®n p¨²blica, dado el car¨¢cter privado del aparacamiento, pero el artista conf¨ªa en que se puedan organizar visitas concertadas. En fin, siempre puede descubrir su mural Saba y darle trabajo de por vida.
Galeristas, artistas y mortales corrientes permanec¨ªan largo rato frente a la obra de Gispert en respetuosa contemplaci¨®n, componiendo im¨¢genes dignas de un muro de las lamentaciones profano y con cava. Entonces Greta, la hija de cinco a?os del actor Eduard Fern¨¢ndez, invitado al acto, acarici¨® la pared y sonri¨®. La sonrisa de la ni?a pareci¨® iluminar a¨²n m¨¢s el mural, son¨® la tuba, respondi¨® un claxon, los bailarines de Lan¨°nima golpearon r¨ªtmicamente los conductos de ventilaci¨®n y luego se arquearon como gatos frente al largo friso esculpido. El aparcamiento estaba vivo. Y los Jaguars, olvidados, rompieron a llorar, brrrrum, y se fueron.
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.