Un inconformista
G¨¦rard Mortier no va a completar su d¨¦cada agitadora al frente del Festival de Salzburgo. La situaci¨®n pol¨ªtica en Austria le ha llevado a adelantar un a?o su marcha anunciada, con lo que no culminar¨¢ simb¨®licamente su programaci¨®n en 2001 con la reposici¨®n de la elogiada versi¨®n de La condenaci¨®n de Fausto, de Berlioz, puesta en pie por La Fura dels Baus y el Orfe¨®n Donostiarra. Su presencia ayer en Barcelona se deb¨ªa, entre otras razones, a un intento de trasplantar este espect¨¢culo a otra ciudad europea: Par¨ªs, probablemente, cometido harto dif¨ªcil por la integraci¨®n del montaje con el complicado espacio de la Felsenreitschule. Desde 1992, Mortier ha mantenido en Salzburgo el debate oper¨ªstico en primer plano. Ha generado discusiones y divisi¨®n de opiniones, lo cual es siempre m¨¢s estimulante que la calma chicha. No ha sido el suyo un enfoque conformista. Al contrario. Ha buscado el riesgo en las propuestas esc¨¦nicas, ha apostado por una generaci¨®n joven de cantantes y directores de orquesta, ha atra¨ªdo a un nuevo p¨²blico quiz¨¢ m¨¢s intelectual que puramente musical y, sobre todo, ha presentado las ¨®peras como un hecho de cultura global, viva, desafiante a las convenciones, provocadora, incluso revulsiva.
Si no cae en la tentaci¨®n de una oferta americana multimillonaria, a buen seguro que llevar¨¢ su sello transgresor y personal de la ¨®pera a otra ciudad europea, tal vez m¨¢s cercana a sus ra¨ªces. Seguir¨¢ resistiendo,
como a ¨¦l le gusta decir, detr¨¢s de su aparente fragilidad, su exquisitez en el trato y su humanismo a flor de piel.
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