Negocios y pol¨ªtica SANTOS JULI?
Hacia finales del sigloXVII se public¨® en Holanda Elogio de la Codicia, una s¨¢tira que ofrec¨ªa, seg¨²n recuerda Sombart, la imagen admirable de una sociedad totalmente corrompida por el culto al dinero. La Codicia era creadora de sociedad humana, arreglaba casamientos, forjaba amistades y alianzas, levantaba naciones y ciudades, proporcionaba honra y estima, alegr¨ªa y regocijo, fomentaba las artes y las ciencias, el comercio y la alquimia. Nada quedaba fuera del ¨¢mbito de su acci¨®n. La Codicia guiaba todos los asuntos ?por qu¨¦, si no -preguntaba el autor de la s¨¢tira- os reun¨ªs tan a menudo en gran consejo? ?no es por las ganancias e ingresos del Estado?No hay nada nuevo bajo el sol. Movidos por aquella Codicia que proporciona, con la honra y estima privada, ganancias e ingresos p¨²blicos, se reunieron no ha muchos a?os en gran consejo los se?ores Aznar y Rato con sus viejos amigos Villalonga y Gonz¨¢lez para decidir el destino final de aquel inmenso tesoro de las empresas todav¨ªa por privatizar. Invocando el esp¨ªritu de Mendizabal, estos cuatro aguerridos empresarios -dos de lo p¨²blico, dos de lo privado- se dispusieron a acometer una Gran Desamortizaci¨®n que sirviera de cimiento a la alianza sobre la que habr¨ªan de construir naciones y ciudades y proporcionarse d¨ªas sin fin de alegr¨ªa y regocijo.
Los negocios lubrifican la pol¨ªtica desde que el esp¨ªritu del capitalismo sembrara de bulbos de tulipanes la bolsa de contrataci¨®n de Amsterdam; los negocios hacen reyes, se repitieron los empresarios del Estado. Garant¨ªzame un flujo permanente de capital y yo te aseguro un trono perdurable, debi¨® de susurrar en aquel gran consejo la Codicia a los o¨ªdos de los dos se?ores de la pol¨ªtica: Banca, Telefon¨ªa, Internet, Televisi¨®n, Radio, Prensa, Gobierno, Estado, todo bien trabado en la alianza y la amistad forjada por la doble pasi¨®n del oro y del poder. ?Qui¨¦n podr¨ªa nunca asaltar fortaleza tan inexpugnable?
Olvidaron una lecci¨®n elemental, de las primeras del manual sobre el esp¨ªritu del capitalismo: que el capital lubrifica al Estado s¨®lo porque es capaz de asegurarse su propia autonom¨ªa, lo que llaman los te¨®ricos su insularidad; que el oro, si es necesario para sacar brillo al Estado, puede resultar nefasto porque se mueve guiado por fuerzas impersonales, oculto a la mirada del pr¨ªncipe, lejos del alcance de su mano; que la historia est¨¢ repleta de cortes de manga dirigidos por el capital al Estado; que el esp¨ªritu del capitalismo sopla tan fuerte que mantiene a raya las ofensivas del pr¨ªncipe cuando pretende doblegarlo a sus intereses inmediatos.
De modo que cuando la Codicia dijo no a sus pr¨ªncipes, ¨¦stos, que cre¨ªan disponer de una formidable roca financiero-medi¨¢tica sobre la que construir un reinado eterno, ocho a?os Aznar, ocho Rato, no se lo pudieron creer. Ordenaron a sus palaciegos que hicieran p¨²blica la rebeld¨ªa, pensando que as¨ª acabar¨ªan con ella. Los d¨ªas de Villalonga est¨¢n contados, proclamaron. Y como la Codicia se carcajeara de la amenaza, ya no supieron qu¨¦ m¨¢s pod¨ªan decir y empezaron a balbucear que ellos no se hab¨ªan sentado en el Gran Consejo, que respetaban las leyes del mercado, que su ¨²nica preocupaci¨®n era la defensa de la competencia. Y como todos se mofaran de tan torpes excusas, negaron conocer a sus amigos. ?Sus amigos? ?C¨®mo podr¨ªan serlo si hab¨ªan celebrado entrevistas con su principal enemigo?
Y as¨ª van hoy, como son¨¢mbulos, sin saber qu¨¦ prometer para que los ciudadanos olviden sus estrechos v¨ªnculos con la Codicia. Terminado el regocijo y quebrantada la honra, han salido a los caminos para hacerse los encontradizos con la gente menuda y convencerla de que ellos nada tienen que ver con sus amigos, hoy forrados de oro, y que est¨¢n decididos a suprimir impuestos para que todo el mundo vea lo muy desprendidos que son; que ellos est¨¢n en el poder con el ¨²nico prop¨®sito de atender a los desvalidos y salvar a los peque?os empresarios de las fauces del diablo socialcomunista.
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