'Shibboleth'
Es una palabra hebrea que significa espiga, pero que viene utiliz¨¢ndose con el sentido de contrase?a. En tiempos de Jeft¨¦, los de Galaad identificaban a los de Efra¨ªm, a los que hab¨ªan derrotado, haci¨¦ndoles decir esa palabra, cuya consonante inicial pronunciaban de forma distinta. La palabra era, sin embargo, buena para los de Galaad, ya que para ellos no constitu¨ªa ning¨²n arcano, ni era fruto de una decisi¨®n arbitraria que pod¨ªa convertirlos tambi¨¦n en v¨ªctimas. No era algo que pudiera sustra¨¦rseles o a?ad¨ªrseles. Eran shibboleth, y ese era el lado bueno de la palabra. No ocurre lo mismo con cualquier contrase?a. Hallar un shibboleth equivaldr¨¢ a encontrar la contrase?a que une a una comunidad, mejor cuanto m¨¢s amplia sea ¨¦sta. Hallar un shibboleth constituye una tarea pol¨ªtica, que en ning¨²n caso consiste en dar con una invenci¨®n que se nos imponga, sino en buscar el terreno de encuentro en que podamos expresarnos. Shibboleth hoy no puede significar otra cosa que democracia.Lejos de m¨ª tratar de encontrar un l¨ªmite que nos circunscriba frente a los otros. La contrase?a ha de ser universal y, por lo tanto, un lugar de encuentro para todos. Pero mi preocupaci¨®n m¨¢s urgente surge de mi propia experiencia en la comunidad de la que formo parte. De mi exilio de mi propio shibboleth en su literalidad m¨¢s absoluta. Y tambi¨¦n en su sentido no literal, como expropiaci¨®n, como p¨¦rdida de una contrase?a que me deja al pairo. Entre nosotros, hoy no basta con pronunciar la consonante inicial al modo de aqu¨ª para no ser excluido; no basta con ser de aqu¨ª, como les ocurr¨ªa a los de Galaad. Lo que se es ya no es suficiente para ser incluido, porque la contrase?a requerida ya no es parte de lo que se es. La contrase?a requerida abre una brecha que marca dos ¨¢mbitos diferenciados, y lejos de sernos constitutiva es una invenci¨®n que se quiere arbitraria. Conocer la contrase?a es un requisito para formar parte de la comunidad, en lugar de que la secuencia de los hechos fuera distinta, es decir, que al ser parte de la comunidad se tuviera ya per se la contrase?a. La dimensi¨®n de la fractura es indicativa del car¨¢cter errante de aquella y de que su naturaleza es la de un arcano vinculado al poder. Es ¨¦ste quien la dicta para que sea desvelada y asumida. No basta con ser vasco para ser vasco: la contrase?a ya no es shibboleth.
Podr¨ªamos repartirnos las culpas por igual, pero la situaci¨®n dista de ser tan equitativa. No soy antinacionalista, pero son ellos quienes dictan aqu¨ª la contrase?a, ellos quienes gobiernan, ellos quienes en lugar de buscar un terreno de encuentro acotan una y otra vez el ¨¢mbito de Galaad en virtud de su propia conveniencia. Y resistirse a su contrase?a, en lugar de desvelarla y asumirla, significa ser expulsado. Lo hemos podido comprobar en las reacciones nacionalistas a la manifestaci¨®n convocada por la plataforma ?Basta ya!. Se lo hemos o¨ªdo decir al se?or Otegi, llamando gusanos a los manifestantes, excepto a las v¨ªctimas, tal vez porque ese castrillo de pacotilla nos querr¨ªa a todos v¨ªctimas para poder aceptarnos: v¨ªctimas del conflicto que nos redime a todos para beneficio de algunos. La marca de la sangre como shibboleth.
Pero ya no sigo. Porque qued¨¦ destrozado por la noticia que me dieron mientras escrib¨ªa. Conoc¨ª a Fernando Buesa siendo ¨¦l consejero de Educaci¨®n. Pero me da lo mismo haberlo conocido o no. Me da lo mismo que fuera bueno o no lo fuera, que fuera o no maravilloso. "?Hasta cu¨¢ndo los imp¨ªos, Yahveh, hasta cu¨¢ndo triunfar¨¢n los imp¨ªos? Cacarean, dicen insolencias, se pavonean todos los agentes del mal", dice el salmista. S¨ª, hasta cu¨¢ndo. Luego otra noticia me inform¨® de que el lehendakari hab¨ªa anunciado la ruptura del pacto con quienes jalean a los asesinos. Por encima de cualquier c¨¢lculo partidista, Ibarretxe debe ponerse al frente de quienes no admitimos el asesinato de Fernando Buesa y de su escolta, de quienes consideramos que s¨®lo un acuerdo en paz que pueda hacer llevaderos nuestros desacuerdos razonables deba ser nuestra contrase?a. Y que s¨®lo deben quedar fuera los asesinos.
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