Tolerancia cero
?l era muy negro y el portal estaba muy oscuro, dijo uno de los polic¨ªas neoyorquinos que dispararon sobre el joven inmigrante africano Amadu Diallo en un rinc¨®n sombr¨ªo de la Gran Manzana. A causa de la escasa visibilidad, los agentes tuvieron que disparar muchas veces para acertar en el bulto y cazarlo a la puerta de su casa.Tal vez si Amadu hubiera sido blanco y rubio, los azules, que patrullan por las calles de Nueva York con el mismo desparpajo que por nuestras pantallas dom¨¦sticas y domesticadas, le habr¨ªan identificado y preguntado antes de balearlo.
Tal vez si el infeliz Amadu hubiera vivido en una vivienda mejor iluminada en un barrio m¨¢s respetable que el Bronx, los agentes ni siquiera habr¨ªan desenfundado.
En la gran metr¨®poli global y multirracial, los polic¨ªas deben andar con mucho ojo para seleccionar sus blancos m¨®viles y vivientes si quieren conservar la placa.
Pero esta vez acertaron porque un jurado compuesto por ocho ciudadanos blancos y cuatro negros decidieron exculparles y aceptaron su versi¨®n de los hechos.
Los cuatro agentes especiales de la unidad anticrimen de la polic¨ªa de Nueva York actuaron en leg¨ªtima defensa cuando vieron un destello met¨¢lico en la oscuridad. Pensaron que pod¨ªa ser una pistola y, aterrorizados, se pusieron a disparar a mansalva. De los 41 disparos, 19 acertaron en el cuerpo de Amadu. Un porcentaje de ¨¦xitos realmente meritorio porque disparaban a ciegas.
Chester Himes, un maestro negro de la novela negra, defini¨® la violencia callejera de Harlem en el t¨ªtulo de uno de sus m¨¢s impactantes relatos: la violencia, para Himes, era Un ciego con una pistola.
Pero esta vez el destello que ceg¨® a los cuatro pistoleros de uniforme no proven¨ªa de una pistola, sino de una billetera.
Amadu trataba tal vez de identificarse ante sus verdugos, sacar sus papeles como a diario hacen millones de colegas suyos en la inmigraci¨®n ante las fuerzas de la ley y el orden en todo el mundo.
La campa?a de mano dura contra el crimen emprendida por el alcalde republicano, Rudolf Giuliani, bajo el criminal eslogan "Tolerancia cero", cuenta con el refrendo electoral de esa mayor¨ªa moral y silenciosa que prefiere la injusticia al desorden y habla de tragedias y no de cr¨ªmenes, de lamentables errores y no de asesinatos impunes.
El Ayuntamiento de la ciudad de Nueva York es un poco el Ayuntamiento de todos los ciudadanos de la aldea global, y sus ejemplos, consejas y moralejas se expanden a la velocidad de la luz hasta los m¨¢s rec¨®nditos rincones del globo.
En este arrabal madrile?o, perdido en las fronteras virtuales del Imperio, los efectos de la globalizaci¨®n son visibles, aunque a menor escala.
Espa?a como Estados Unidos, Madrid como Nueva York, necesitan cada d¨ªa m¨¢s inmigrantes y, por lo tanto, m¨¢s polic¨ªas y ej¨¦rcitos para controlarlos en sus reservas. De seguir as¨ª la cosa y dada la escasez de vocaciones en los oficios de armas, pronto se necesitar¨¢n emigrantes para cubrir vacantes de polic¨ªas y guardianes de la inmigraci¨®n, una nueva legi¨®n extranjera dotada con los ¨²ltimos adelantos tecnol¨®gicos.
M¨¢s robocops especializados en la detecci¨®n de replicantes, pues, seg¨²n uno de los t¨®picos m¨¢s difundidos por los racistas de todos los pelajes, todos los chinos, todos los negros o todos los ¨¢rabes son iguales.
Los asesinos de Amadu Diallo, ha dicho uno de los cuatro jurados negros que los absolvieron, no obraron por motivos relacionados con la raza, aunque la tez oscura de Amadu obrara en su contra.
Los agentes hubieran acribillado a balazos a cualquier blanco, o negro, hispano o filipino, a cualquier pobre diablo que hubiera estado aquella noche en aquel maldito portal del Bronx.
Cualquiera puede ser sospechoso en las sombras de un portal sospechoso en un barrio sospechoso, a unas horas en las que s¨®lo los sospechosos salen a la calle para llevar a cabo sus sospechosas andanzas.
Esos ciudadanos libres de toda sospecha permanecen encerrados y aislados en sus casas protegidas por polic¨ªas humanos y guardias electr¨®nicos, viendo series de polic¨ªas y criminales y poni¨¦ndose siempre del lado de la ley, aunque sea en el lado m¨¢s oscuro de la ley.
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