Cercano a Jarry
JOS? LUIS MERINO
Acud¨ª a la exposici¨®n de Daniel Tamayo, que inauguraba su muestra en Windsor Kulturgintza, de Bilbao. Ten¨ªa previsto dedicar este espacio a su pintura. Al rato, alguien que ven¨ªa de la inauguraci¨®n de otra exposici¨®n, concretamente en la galer¨ªa bilba¨ªna Col¨®n XVI, me habl¨® con entusiasmo de lo que all¨ª se mostraba."Deber¨ªas ir a verlo"...
Me acerqu¨¦ hasta esa exposici¨®n. Un pintor toledano, Pedro Castrortega, era el autor de aquellas obras. El valor de los cinco cuadros, grandes y medianos, acreditaba el entusiasmo de quien me hab¨ªa aconsejado ir a ver la muestra. Se palpaba el gozo por crear...
Al d¨ªa siguiente fui a ver otra vez las dos exposiciones. Me segu¨ªan atrayendo las obras de Pedro Castrortega. Eran unas obras donde se percib¨ªan ciertos aromas que evocaban a Andreas Schulze y Sigmar Polke, como recordaba tambi¨¦n a T¨¤pies y algo a Gordillo. Mas todo ello trabajado con una po¨¦tica y un humor muy personales. Son obras plenas de sutilidad y buen gusto. Revela unas buenas maneras de saber conjugar en una misma obra elementos sumamente dispares. Armoniza los contrarios con talento y sabidur¨ªa. Por los cuadros corren a ritmos despavoridos las pinceladas de acr¨ªlico, los fragmentos de fotograf¨ªas, las maculaturas de los fondos, los signos gr¨¢ficos flotantes en espacios libres, los papeles pegados, al tiempo que todos ellos logran amansarse y atemperarse, ante los ojos perplejos del espectador.
Lo que importa son los resultados finales de estas obras. Sin embargo, cada elemento contiene una especial sustantivaci¨®n. Por ejemplo, cuando procede a incorporar un objeto fotografiado, el autor organiza un modelo a representar -guedejas de lana aprisionada por alambres- que posee suficientes alicientes como para que nos sorprenda y extra?e gozosamente. El conjunto de elementos distribuidos por los cuadros participan de la antinomia ya se?alada, esto es, del fulgor y la quietud.
Adem¨¢s de lo dicho, es posible que por alguna parte de estas creaciones pl¨¢sticas discurra un leve fluir literario, cercano al absurdo y l¨²dico y original mundo pataf¨ªsico de Alfred Jarry. No aventuro que lo sea. S¨®lo es un imperceptible soplo de enfelizada idea.
En su debe hay que se?alar el muestreo de su experiencia como escultor. Son unos balbuceos muy pobres. Queda en abultada evidencia el error de colgar un mismo modelo de bota a lo Pap¨¢ Noel, hecho en serie, que sirve como esquema de unos dibujos que titula Pasiones. Los dibujos pueden defenderse mejor sin esos colgajos repetitivos. El poder que exhibe en los cuadros tiene poco que ver con esa veleidad volum¨¦trica. Parad¨®jicamente, encontramos m¨¢s sensaci¨®n de volumen en las dos dimensiones de sus cuadros que en las tres dimensiones de sus esculturas
En cuanto a Daniel Tamayo, sigue teniendo vigencia su inventiva por crear extra?os personajes y bestiario multiforme. No acierta tanto en su actitud frente al paisaje. Se ha empe?ado en engarzar espacios diferentes, en una suerte de realismo de viejo cu?o, con el fin de organizar la composici¨®n total de los cuadros. Es una pena, ya que los personajes inventados pierden solidez con ello.
Recordamos con especial deleite los postulados inteligentes que propon¨ªa en su tesis doctoral, presentada hace diez a?os, bajo el t¨ªtulo, Una teor¨ªa del Proyecto referida al Arte-Ambiente. Intervenci¨®n en el Espacio Tridimensional desde presupuestos Bidimensionales. Ah¨ª s¨ª se encontrabansus personajes y, por tanto, las historias en plena euforia acertante. No importaba que el paisaje estuviera engarzado con nada ni con nadie en concreto. Lo art¨ªsticamente eficaz era su inmersi¨®n en la axonometr¨ªa (estudio de la proyecci¨®n de figuras en el plano), que le permit¨ªa trabajar sobre la tr¨ªada conocida por paralelidad, perpendicularidad y oblicuidad. Aquello no es esto de ahora.
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