A la chita callando ?LVARO DELGADO-GAL
Se va diciendo por ah¨ª que a la izquierda no le ha funcionado el o¨ªdo: apoy¨® el estetoscopio en el torso del pa¨ªs, y confundi¨® el Lohengrin wagneriano con un cuarteto de cuerda de Haydn. ?Cierto o falso? Creo... que cierto. Conviene a?adir no obstante, para ser justos, que los fallos auditivos no han procedido s¨®lo de la izquierda, y que el error ha salpicado, ecum¨¦nico, los treinta y dos rumbos que se?ala la rosa de los vientos. Les voy a explicar el m¨ªo, sobre el que atesoro, por motivos obvios, una autoridad directa e insustituible.He lamentado, m¨¢s de una vez, que el Gobierno rehuyera la confrontaci¨®n de ideas, prefiriendo, a la exposici¨®n frontal de un programa, la gram¨¢tica parda y las maniobras envolventes. En ciertos aspectos, pienso todav¨ªa que mi posici¨®n era correcta. Estimo, por ejemplo, que la precaria situaci¨®n de Espa?a en el orden constitucional exig¨ªa pronunciamientos inequ¨ªvocos. Esta asignatura se super¨® con decencia tras el pacto de Estella. Aznar tuvo el acierto de hacer expl¨ªcito hasta d¨®nde no quer¨ªa llegar, y la oposici¨®n cometi¨® el error de envolver en niebla y medias palabras lo que, para la mayor parte de los espa?oles, era mejor que estuviese di¨¢fano y claro. Con todo, el comportamiento del PP fue, por lo com¨²n, de ¨ªndole experimental. Met¨ªa el dedo en el agua, comprobaba la temperatura, y volv¨ªa a retirarlo si ¨¦sta era demasiado caliente o demasiado fr¨ªa. Su captura del centro, en esencia, estuvo guiada por criterios oportunistas. Estrib¨®, fundamentalmente, en limar aristas y substituir los rostros disfuncionales por otros m¨¢s funcionales. Yo celebr¨¦ el viaje al centro. Pero hubiera deseado, de nuevo, m¨¢s apresto y gallard¨ªa intelectual.
Tengo que decir... que pequ¨¦ de poco realista, y que vuelve a confirmarse que el ¨¦xito pol¨ªtico se relaciona de forma muy oblicua con la coherencia intelectual. El Gobierno no anduvo descaminado en aproximarse al centro eligiendo una clave fundamentalmente ret¨®rica, y ello por dos razones. La primera, y elemental, es que el Gobierno era ya, de hecho, centrista. Por supuesto, el Gobierno cometi¨® abusos, y como todo gobierno en ejercicio, varias o muchas maldades. Pero la suya era, en promedio, una pol¨ªtica de centro. Esto se apreci¨® con nitidez en el car¨¢cter balbuciente de las contrapropuestas econ¨®micas de Almunia. Quitando lo de las treinta y cinco horas, que fue un accidente sobrevenido tras el semipacto con IU, y que nunca se acert¨® a explicar bien, el PSOE no dijo nada que permitiera pensar en "otro" planteamiento en materia econ¨®mica. El Gobierno se encontraba, pues, donde deb¨ªa encontrarse, y el asunto estaba en plasmarlo en signos visibles.
Y ahora viene el punto realmente importante. Durante a?os, los lugares comunes han beneficiado en Espa?a a la izquierda. Lo digo as¨¦pticamene, y sin meterme en honduras ideol¨®gicas. Los lugares comunes operan lo mismo que los dispositivos de seguridad: se manifiesta una opini¨®n que contradice el lugar com¨²n, y suena un "?clic!" que hace saltar los plomos y deja en la oscuridad al loquinario que ha osado apartarse de la opini¨®n recibida. Tal ocurr¨ªa entre nosotros con un mont¨®n de asuntos: las pensiones, el mercado laboral, los subsidios. Por otra raz¨®n -a?adida al hecho de que los populares no son, tampoco, unos fan¨¢ticos de las ideas- habr¨ªa constituido una imprudencia por parte de Aznar o su equipo el iniciar un despliegue doctrinalmente organizado, que s¨®lo habr¨ªa servido para que la oposici¨®n acumulara metralla verbal y los arrinconara en la derecha. En lugar de esto, el PP prosper¨® imitando la t¨¢ctica del gl¨®bulo blanco, que es la de rodear al rival y engullirlo en blando. La estratagema fue especialmente mort¨ªfera en la recta final de la campa?a. Los socialistas hab¨ªan sacado la estampita del d¨®berman, y se hab¨ªan puesto a vociferar las consignas del 96. Despu¨¦s de alg¨²n desacierto inicial, el Gobierno prefiri¨® no responder con un ladrido, y al cabo s¨®lo se oy¨® una voz destemplada: la del hooligang en las gradas. Entonces, justo entonces, perdieron irremisiblemente los socialistas las elecciones.
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