La conjura anual
En al menos un aspecto, el f¨²tbol espa?ol se mantiene inalterable. Tan pronto la Liga enfila la recta final, un clamor se levanta en despachos, banquillos y vestuarios, y las secciones deportivas de los medios de comunicaci¨®n se impregnan de un tono belicista. El nerviosismo en los clubes ante el incierto desenlace del campeonato desplaza la atenci¨®n hacia los ¨¢rbitros. Y por todas partes va cobrando fuerza la hip¨®tesis de que hay en marcha una conspiraci¨®n para destruir a ¨¦ste o aqu¨¦l. Lo ¨²nico que cambian son los protagonistas: hace a?os, la conjura ten¨ªa por objetivo aupar al Madrid; ahora, es el Barcelona el beneficiario de las maquinaciones.S¨®lo un ingenuo patol¨®gico podr¨ªa dejar de reconocer que, puestos en la balanza los errores arbitrales, los grandes ganan por goleada. Admitir eso no implica arrojar sospechas de corrupci¨®n sobre los colegiados, sino constatar que ¨¦stos miden mucho m¨¢s sus decisiones con los poderosos, porque cualquier error tiene una repercusi¨®n enorme. ?Qu¨¦ clase de ch¨¢chara nacional se hubiese desatado si en lugar del Depor fuesen el Madrid o el Bar?a las v¨ªctimas del gol injustamente anulado a Songo'o en el ¨²ltimo minuto contra el Numancia?
Ahora bien, resultar¨ªa igualmente ingenuo omitir que los errores arbitrales se utilizan muchas veces como cortinas de humo. El Madrid carga ahora contra los ¨¢rbitros, como si ¨¦stos fuesen los culpables de su desgraciada temporada. El Deportivo ten¨ªa razones para quejarse de la actuaci¨®n de Medina Cantalejo en el Camp Nou hace una semana, pero convertir al ¨¢rbitro en el ¨²nico responsable de la derrota gallega es cerrar los ojos al hecho de que el l¨ªder se fue de Barcelona sin haber tirado m¨¢s de dos veces a gol. Y la est¨¦ril discusi¨®n sobre los ¨¢rbitros logra que nadie debata sobre esas cuestiones futbol¨ªsticas.
Cuando el presidente o el entrenador del Deportivo arremeten contra los ¨¢rbitros lo hacen buscando un beneficio para su equipo, pero las intenciones no siempre se corresponden con los resultados. La experiencia indica m¨¢s bien lo contrario: desde los lejanos tiempos en que el pintoresco doctor Cabeza presid¨ªa el Atl¨¦tico, casi todos los equipos han pagado caras sus obsesiones con los ¨¢rbitros. Porque el recurso a la teor¨ªa de la conjura es siempre un s¨ªntoma de debilidad. El que comienza a ver enemigos por todas partes delata de modo inconsciente su nerviosismo, y los dem¨¢s captan el mensaje de que le falta confianza en sus posibilidades.
Hasta ahora, en A Coru?a se ha hecho una excelente gesti¨®n emocional del liderato. La afici¨®n, muy cr¨ªtica al principio, ha cerrado filas con el equipo, y tanto Lendoiro como Irureta han mostrado una discreci¨®n y una mano izquierda poco habituales en nuestro f¨²tbol. No lo estropeen ahora meti¨¦ndose en un avispero que s¨®lo reportar¨¢ m¨¢s tensiones al equipo. Existe la sensaci¨®n en el Depor de que se le trata de modo desde?oso. Pero quien desprecie las opciones al t¨ªtulo de un equipo que lleva 21 jornadas como l¨ªder lo ¨²nico que demuestra es su necedad.
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