Iker Casillas
Hoy, bajo los voladizos de Anoeta, Iker Casillas sumar¨¢ un nuevo episodio a la asombrosa aventura de su carrera profesional. Como siempre, cumplir¨¢ con su r¨ªgido protocolo de arquero de 2000: vestir¨¢ alguno de esos llamativos jerseys fosforescentes que imitan el caparaz¨®n de un escarabajo tropical, revisar¨¢ maquinalmente la simetr¨ªa del el¨¢stico de sus medias blancas, tirar¨¢ una l¨ªnea imaginaria hasta el punto de penalti, calcular¨¢ las distancias a los postes, ajustar¨¢, dedo por dedo, las costuras de sus guantes palmeados y se plantar¨¢ desafiante sobre la l¨ªnea de gol.Sin perder un minuto, los cronistas se apresurar¨¢n a interpretar los dibujos t¨¢cticos, y los espectadores, atrapados por el magnetismo del juego, se enfrascar¨¢n r¨¢pidamente en los vaivenes de la pelota. Por la fuerza de la costumbre, casi nadie tendr¨¢ un minuto para reconocer la fisonom¨ªa del musculoso guardameta visitante. Si alguno de ellos se tomara la molestia, quiz¨¢ reconocer¨ªa al joven Arconada en su figura de le?ador, pero muy pronto volver¨ªa a confundirle con cualquiera de los alumnos del colegio m¨¢s pr¨®ximo. De pronto la Real se sacudir¨¢ sus complejos de superviviente y dar¨¢ su primer zarpazo. Desde ese instante, la suerte del partido, los nervios de la hinchada y los arcanos de la Liga estar¨¢n pendientes de ¨¦l. De un chico de dieciocho a?os.
Y sin embargo los espectadores saben que el f¨²tbol de alta competici¨®n es un mundo de millones y dinosaurios en el que la inexperiencia est¨¢ prohibida. Resulta improbable que un jugador de campo prospere como titular en un club de primer nivel antes de los veinte a?os, salvo en un caso: si fuera portero, su candidatura ser¨ªa imposible. La regla dice que en materia defensiva los usos deben ser muy estrictos y que a los grandes porteros ha de exig¨ªrseles que presenten seis credenciales: velocidad bajo los palos, contundencia en los choques a¨¦reos, astucia para interpretar las maniobras del adversario, valent¨ªa para aguantar a pie firme en el mano a mano y, recuperada la pelota, malicia para iniciar el contraataque con una entrega precisa. La sexta es la veteran¨ªa. As¨ª, por ejemplo, el portero que inspira confianza debe ser un trasunto de Bodo Illgner; es decir, un proyecto de padre de familia casi cuarent¨®n, impuesto en sarampiones, c¨®licos y resfriados, que s¨®lo se altera ante el pediatra de guardia y ante las facturas del modisto. Un ciudadano que vive en la porter¨ªa como quien se refugia en el balneario.
Por razones de estricta necesidad s¨®lo algunos entrenadores se atreven a incumplir el principio. Un d¨ªa, Vujadin Boskov dijo Jugador bueno se ve pronto, y aline¨® a Agust¨ªn, un muchacho de veinti¨²n a?os, ante el potente Inter de Mil¨¢n que, oh, prodigio, tambi¨¦n empezaba a confiar en un novato llamado Walter Zenga. Pero Zenga y Agust¨ªn fueron las excepciones.
Sin embargo, no hay que equivocarse con Iker. En realidad empez¨® a hacerse grande el 10 de mayo de 1997, hace tres temporadas. Aquel d¨ªa, cumplida con empate la pr¨®rroga de la final de la Eurocopa sub 16 ante Austria, se cuadr¨® bajo la porter¨ªa para defenderla del ¨²ltimo y decisivo lanzamiento desde el punto de penalti. La secuencia fue r¨¢pida: se oy¨® un disparo, y ¨¦l, crecido en la soledad del portero, no vol¨® como un ¨¢guila, sino como un proyectil. Lleg¨® al palo, revent¨® la pelota de un manotazo y se proclam¨® campe¨®n. M¨¢s tarde ganar¨ªa el Mundial sub 20 en Nigeria, y de repente se lesionaba Illgner, y Bizarri sufr¨ªa el calambre de la fama, y fueron a buscarle a casa. Y v¨¦anle ah¨ª, convertido en un anciano de dieciocho a?os.
Le meter¨¢n alg¨²n gol, pero nadie conseguir¨¢ sacarle de sus casillas.
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