Una cuesti¨®n de confianza
El cartel era insuperable: los dos ¨²ltimos campeones de Europa, dos entidades enciplop¨¦dicas del f¨²tbol continental cara a cara en un escenario que destila alcurnia en cada hierba, en cada butaca. Y todo bajo la atenta mirada de Sir Bobby Charlton y Don Alfredo Di St¨¦fano, ap¨®stoles del juego m¨¢s universal del planeta. De camino al Bernab¨¦u lat¨ªan en la memoria colectiva las viejas tardes de Chamart¨ªn, aquella caldera de pasi¨®n reverenciada desde todas las esquinas del planeta. Con todo a punto de caramelo, el peque?o chasco lleg¨® en la grada, donde se advert¨ªa una multitud un pelo esquel¨¦tica entremezclada con el pl¨¢stico de algunos asientos desiertos. Poca magia para tratarse del gran d¨ªa. M¨¢s bien, un cierto aire de rutina, como cualquier tarde del invierno liguero que el Madrid despacha con aire plomizo.Los ¨²ltimos sinsabores del madridismo han quebrado en exceso la qu¨ªmica con la hinchada, que no se f¨ªa y ayer se sent¨ªa amenazada por una tormenta de a¨²pa. Se ha debilitado la confianza, cuesti¨®n capital para una grada acostumbrada a imponer su jerarqu¨ªa. Y, en ¨²ltimo caso, a entregar la derrota s¨®lo cuando el rival acepta desangrarse.
Lo cierto es que el Manchester no tuvo que llegar a tanto y exhibi¨® enormes dosis de confianza. Muy propio de un equipo que en el ¨²ltimo a?o y medio no ha salido derrotado de San Siro, el Camp Nou, el Ol¨ªmpico de M¨²nich y Delle Alpi, buena parte de los santuarios futbol¨ªsticos. Pas¨® malos ratos, pero dio la sensaci¨®n de jugar en punto muerto. Como un ej¨¦rcito bien pertrechado expuso todo a favor de su juego colectivo y s¨®lo exprimi¨® el talento donde lo tiene (Giggs, Beckham y Scholes). A quien espor¨¢dicamente trastocaba su papel le ca¨ªa una rega?ina de cuidado del cabo cuartel, Roy Keane.
Sin embargo, desde la animosidad, el Madrid fue equilibrando la noche. Hasta que poco a poco la inclin¨® claramente de su lado a base de empuje y coraz¨®n, hasta desterrar el victimismo y lograr que la grada cargara con todo su aliento y le despidiera con bendiciones. El madridismo, anta?o tan exigente hasta en la victoria, respir¨® con el empate porque presagiaba un traspi¨¦ mayor. Su equipo estuvo por encima de lo sospechado y en estos tiempos ya basta. Porque desde el vestuario se ha transmitido desconfianza a la grada, desconcertada con un equipo imprevisible que ya s¨®lo impone sus viejos galones de vez en cuando. Sin fecha fija.
Lo contrario que el equipo ingl¨¦s, que hace semanas que ha descontado que el Madrid tendr¨¢ que pasar por el horno de Old Trafford, donde abunda la altaner¨ªa, fruto del esp¨ªritu y la vocaci¨®n de un equipo siempre fiable. Hasta en d¨ªas como ayer, cuando desde el respeto que se ha ganado d¨ªa a d¨ªa da la sensaci¨®n de haber sobrevivido con el freno de mano.
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