Nacionalismo y democracia
Cuanto m¨¢s tarda el PNV en desasirse de su asociaci¨®n con EH, va cobrando perfil una duda dolorosa: ?es irrevocable el compromiso de los nacionalistas con la democracia? Por supuesto, ser¨ªa intolerable responder, sin m¨¢s, que no. Hasta la fecha, los nacionalistas no han impugnado la validez de las elecciones ni han acudido a medios irregulares para retener el poder. La prolongaci¨®n, sin embargo, de los equ¨ªvocos anejos a la Declaraci¨®n de Estella est¨¢ removiendo el fondo del estanque y provocando que afloren a la superficie unas burbujas que hacen "glu, glu" y nos dejan a todos un poco desazonados. Por acudir a un ejemplo cualquiera: Herrero de Mi?¨®n, en este mismo diario -"?Cuanto peor, mejor?"; 15 de abril-, sosten¨ªa que una derrota de los nacionalistas en las auton¨®micas podr¨ªa ser interpretada por ¨¦stos como una desautorizaci¨®n del Estatuto. Esta tesis es profundamente pesimista. De ella se desprende que los nacionalistas vinculan la legitimidad de las instituciones al hecho de que sean ellos los que sigan mandando y, por tanto, que el PNV no acepta la alternancia. O sea, que no es democr¨¢tico. En mi opini¨®n, esto es sacar las cosas de quicio. Las cuestiones tremendas no se pueden liquidar con un monos¨ªlabo, sino que exigen ser abordadas con un tino proporcional a su complejidad intr¨ªnseca. Todos los partidos, todos, han atravesado instantes de confusi¨®n, as¨ª sentimental como ideol¨®gica. El PSOE estuvo confuso cuando el zafarrancho de Guadalajara; el PP ha tenido tambi¨¦n sus momentos malos, y as¨ª sucesivamente. Lo mismo que en las series estad¨ªsticas, lo que importa no es el dato puntual, sino el sesgo o la tendencia. Si nos fijamos s¨®lo en lo que queda a un palmo de nuestra nariz, acabaremos todos un poco turulatos.Volviendo a los nacionalistas vascos -quiero decir, a los democr¨¢ticos- y a los nacionalismos emergentes en general: hay una cosa que s¨ª cabe decir de ellos, con toda la comprensi¨®n y simpat¨ªa del mundo. Y es que la t¨¦cnica democr¨¢tica no es la m¨¢s adecuada a la consecuci¨®n de uno de sus fines notorios: el de la emancipaci¨®n nacional. La raz¨®n es simple: no se funda una naci¨®n pol¨ªtica sin inventar una nueva soberan¨ªa y las soberan¨ªas de nuevo cu?o no surgen de la agregaci¨®n del 51%, el 52% o el 55% de los sufragios. Inventar una nueva soberan¨ªa entra?a redefinir desde cero las reglas de juego y este salto categorial nunca ser¨¢ incruento mientras una proporci¨®n considerable de la poblaci¨®n se considere desafecta al cambio portentoso. La democracia no sirve para mudar de estado, sino para negociar asuntos e intereses dentro de una estructura estable, en un tira y afloja donde todo lo que se decida es, por definici¨®n, provisional y ulteriormente rectificable. De aqu¨ª, la tentaci¨®n recurrente, por parte de algunos nacionalistas, de dar un golpe de tim¨®n que altere irreversiblemente el curso de los acontecimientos. Tal es el ¨¢ngulo desde el que conviene analizar el suceso de Estella, con independencia del bla-bla-bla sobre la paz y todo lo dem¨¢s.
Siendo ¨¦sta la situaci¨®n, es natural que muchos nacionalistas contemplen la historia con un gesto de irreprimible irritaci¨®n. En algunos casos, la constituci¨®n del ser nacional -tomo prestada la palabra de los propios nacionalistas- ha coincidido con la constituci¨®n de una democracia poderosa. Tal aconteci¨®, paradigm¨¢ticamente, con los Estados Unidos. Por lo com¨²n, sin embargo, las naciones europeas -en tanto que realidades sociales, no jur¨ªdicas- traen su origen de tiempos predemocr¨¢ticos y adquirieron forma a lo largo de una peripecia constelada de violencias, abusos e imposici¨®n de monopolios pol¨ªticos. Nos enfrentamos a este hecho tanto si miramos a Francia como a Italia o Alemania. Espa?a, por supuesto, no es una excepci¨®n. No podr¨ªa serlo viniendo, como viene, de muy lejos. Ello plantea una pregunta, ahora s¨ª, muy precisa: ?qu¨¦ ha de pesar m¨¢s: el respeto a la convivencia en libertad, en los t¨¦rminos imperfectos que nos ha deparado el azar hist¨®rico, o la ambici¨®n fundacional, con el quebranto de los derechos individuales que su ejercicio supondr¨ªa? Si lo segundo, s¨®lo se ser¨¢ democr¨¢tico... relativamente. El que vea la cosa m¨¢s clara que levante la mano.
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