La acera de enfrente
Las v¨ªas de circunvalaci¨®n tienen la propiedad de acercar las cosas que se encuentran lejos y de alejar las cosas que se encuentran cerca. Gracias a la M-40 llegas en un santiam¨¦n a Boadilla del Monte, pero tardas horas en alcanzar el edificio que ves frente a tu casa, aunque al otro lado de la v¨ªa. Si pudieras cruzarla a pie no te llevar¨ªa m¨¢s de dos minutos.Pero atravesar la M-40 es m¨¢s peligroso, mucho m¨¢s, que cruzar un r¨ªo infestado de tiburones. En la M-40 no hay tiburones, pero est¨¢ lleno de Seats y de Renaults y de Citro?ns, aunque tampoco faltan los Jaguars, lo Mercedes ni los Hondas. En un r¨ªo del Amazonas, si llevas cuidado y s¨®lo pisas por las piedras, tienes las posibilidad de no despertar a ning¨²n anfibio. Pero los autom¨®viles permanecen despiertos las 24 horas, y no hay piedras por las que vadear el peligro.
Una anciana de 74 a?os fue devorada el otro d¨ªa por un Twingo al atravesar a pie la M-40 a la altura de la carretera de Colmenar Viejo. Por lo visto, iba a una romer¨ªa que se celebraba en la ermita de Nuestra Se?ora de Valverde. La ermita pod¨ªa verse desde el otro lado de la carretera: estaba ah¨ª mismo, como el que dice, y sin embargo, result¨® inalcanzable.
Las cosas que se encuentran al otro lado de las v¨ªas de circunvalaci¨®n son un puro espejismo, una ilusi¨®n ¨®ptica. No digo que no se puede acceder a ellas a pie, pero se tarda horas, o d¨ªas, y es necesario cruzar puentes imposibles o t¨²neles laber¨ªnticos. De ah¨ª que mucha gente prefiera jugarse la vida y tirar por la calle de en medio, que en lugar de conducir a la acera de enfrente conduce al m¨¢s all¨¢.
No es raro que lo que m¨¢s deseamos est¨¦ al lado mismo de nosotros y, sin embargo, no sepamos c¨®mo acceder a ello. Personas que duermen juntas viven a miles de kil¨®metros y personas separadas por oc¨¦anos se encuentran la una al lado de la otra. No sabemos qu¨¦ cosas unen y qu¨¦ cosas separan.
Las v¨ªas de circunvalaci¨®n, que tan cerca nos ponen lo lejano, nos alejan de nuestros vecinos de enfrente, a veces tambi¨¦n de nosotros mismos. Cerca/lejos, como dentro/fuera o arriba/abajo son conceptos variables, relativos, enga?osos. Hay una dimensi¨®n subjetiva de la distancia como hay una dimensi¨®n interior del tiempo. Hay segundos que duran una vida y mil¨ªmetros cuyo recorrido cuesta una existencia.
Las ciudades est¨¢n prescindiendo de las calles a marchas forzadas. La calle parece una cosa del pasado. En Miami, que para muchos es un modelo a seguir, no hay calles en el sentido tradicional de la palabra.
Un d¨ªa sal¨ªamos Rosa Reg¨¢s y yo de la Feria del Libro de Miami, y al ver la torre de nuestro hotel all¨ª mismo, apenas a unos metros, decidimos ir dando un paseo. Los de la editorial intentaron desanimarnos con el argumento de que la zona era insegura; pero, como eso no nos dio miedo, tuvieron que confesarnos finalmente que era imposible llegar al hotel a pie, pues no hab¨ªa una sola acera en el trayecto.
Y era verdad, no hab¨ªa aceras, luego no hab¨ªa calles. Si nadie nos hubiera advertido de esa carencia singular, habr¨ªamos caminado como dos locos por una especie de M-40 infinita en la que quiz¨¢ habr¨ªamos perecido arrollados por un Renault o por un Honda, no me fij¨¦ en la variedad automovil¨ªstica del lugar, pero devoraban tanto o m¨¢s que los nuestros.
En otras palabras, ten¨ªamos el hotel a dos pasos, pero era inalcanzable, como un espejismo. La M-40 y su antecesora espiritual, la M-30, est¨¢n produciendo en Madrid espejismos de ese tipo. "Voy all¨ª", te dices, porque est¨¢s viendo el edificio frente a tus narices, pero no encuentras el modo de llegar sin jugarte la vida. ?sta es precisamente una de las caracter¨ªsticas de los espejismos: que dar¨ªas la vida por ellos. A veces la das, como esa anciana que se empe?¨® en cruzar la M-40 para buscar refugio en la ermita de Nuestra Se?ora de Valverde. Tan cerca, tan lejos.
Las v¨ªas de circunvalaci¨®n son buenas para llegar a Boadilla o a Pozuelo, pero no sirven para llegar a uno mismo, que es hacia donde se dirig¨ªa esa mujer de 74 a?os cuando corr¨ªa en direcci¨®n a la romer¨ªa.
La desaparici¨®n de las calles, de las aceras, es la consecuencia l¨®gica de la supresi¨®n de los pasillos en las casas. En los dos casos se trata de eliminar la sensaci¨®n de tr¨¢nsito, que no es econ¨®micamente rentable.
Los arquitectos y urbanistas deber¨ªan leer, o releer, el Viaje a ?taca. Sin duda, es importante llegar a Boadilla, no lo niego. ?Pero qu¨¦ tienen en contra de que uno llegue a la acera de enfrente?
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