El milagro de Eli¨¢n.
Es con alguna zozobra que me encuentro a punto de imponerle a Eli¨¢n Gonz¨¢lez, ya tan manoseado, la carga de otra met¨¢fora m¨¢s. Despu¨¦s de todo, durante los ¨²ltimos cinco meses, desde que escap¨® de los mares traicioneros del Caribe, el joven n¨¢ufrago se ha visto sumergido en aguas peligrosas de otro tipo, una incesante marea simb¨®lica derramada sobre ¨¦l por un ¨¢vido mundo adulto. Tal transformaci¨®n de Eli¨¢n en Significaci¨®n Trascendente fue inaugurada por sus compatriotas cubano-americanos en Miami, que ahora s¨ª compite definitivamente por el t¨ªtulo de la capital del realismo m¨¢gico de Am¨¦rica Latina. El peque?o, salvado por los delfines y santificado por una aparici¨®n fantasmag¨®rica de la Virgen Mar¨ªa en un espejo, sin hablar de toda una parafernalia invocada por la santer¨ªa afrocubana, fue r¨¢pidamente reinventado por una extensa parte de la comunidad exiliada como el Mes¨ªas, un ni?o que los conducir¨ªa a la Tierra Prometida, un Signo de que estaban contados los d¨ªas del dictador. Como era de esperar, Fidel Castro, a menos de cien millas de distancia, no quiso cooperar con esta definici¨®n ferviente de la criatura y prefiri¨® encarnar en Eli¨¢n una especie de inocencia perdida y secuestrada, el fundamento para movilizar y reconstituir a una naci¨®n cubana extenuada por problemas econ¨®micos y resentida por tensiones sociales y pol¨ªticas. Y el feliz retorno del ni?o a los brazos de su padre, Juan Miguel, lejos de haber terminado con la batalla por Eli¨¢n, parece haberla recrudecido ac¨¢ en los Estados Unidos, donde un r¨ªo de miles de expertos, pol¨ªticos y psic¨®logos han malgastado millones de palabras en explicaciones y disputas.Ser¨ªa mejor, por lo tanto, dejar tranquilo al ni?o: que llore la muerte de la madre, que normalice su vida, que trate de borrar el delirio colectivo en que lo hemos sumido entre todos. Y, sin embargo, es posible vislumbrar una versi¨®n alternativa de Eli¨¢n, una que permitiera rescatar algo positivo de tanto dolor y trauma: bastar¨ªa con ver al peque?o no como un abismo que separa a adversarios mortales, sino como un puente -?mi ¨²ltima met¨¢fora!- que encarna una posibilidad de uni¨®n y reconciliaci¨®n.
Los remotos parientes de Miami que cuidaron de ¨¦l durante estos meses podr¨ªan iniciar este proceso de reconfigurar el sentido de Eli¨¢n, mediante el simple expediente de exigir el fin del bloqueo contra Cuba. Ellos dicen que adoran al ni?o y que har¨ªan lo imposible para su dicha, y tenemos que presumir que ese amor no va a cesar repentinamente cuando el chico regrese dentro de poco, como parece probable, a su patria. Ya de vuelta en Cuba, Eli¨¢n va a sufrir de nuevo los efectos del absurdo embargo norteamericano contra Castro, sin duda uno de los fracasos m¨¢s extraordinarios de la pol¨ªtica exterior de Washington a lo largo de su historia. ?Y qu¨¦ hay de los millones de otros ni?os cubanos, que merecen tanta atenci¨®n y afecto como Eli¨¢n, aunque no hayan flotado durante d¨ªas en un mar azaroso ni tampoco fueron devorados durante horas por las c¨¢maras de televisi¨®n del mundo? ?No ser¨ªan ellos los primeros beneficiados por la reapertura de lazos comerciales con el vecino del Norte? ?La poblaci¨®n cubana de Miami odia m¨¢s a Fidel de lo que ama a Eli¨¢n? ?O van a insistir en castigar a ¨¦l y a tantos otros chiquitines cubanos por el solo hecho de no haber elegido el exilio?
En cuanto a Fidel, ¨¦l podr¨ªa intentar un gesto rec¨ªproco o incluso anticiparse con uno propio. Cuando Eli¨¢n retorne a Cuba va a verse favorecido por un sistema de educaci¨®n y salud que es la envidia de las Am¨¦ricas. Pero no gozar¨¢ de algunas libertades que hubiese tenido, por lo menos te¨®ricamente, de haberse quedado en los Estados Unidos -y no me refiero a viajes a Disneylandia-. Hay libros, por ejemplo, que Eli¨¢n y sus compa?eros de escuela no podr¨¢n leer cuando crezcan, obras maestras de escritores cubanos exiliados como Cabrera Infante o Reynaldo Arenas. Si el Gobierno cubano permitiera que todos los libros del universo pudiesen circular libremente por el pa¨ªs y, de paso, dejara de intimidar y perseguir a los ciudadanos que han tratado de organizar, en sus hogares, bibliotecas que ofrecen textos prohibidos, ?no ser¨ªa ¨¦ste el mejor regalo para Eli¨¢n y otros futuros adultos de Cuba? ?No merecen ellos la oportunidad de resolver por s¨ª mismos lo que es peligroso, lo que es una cr¨ªtica justificada, lo que es contrarrevolucionario? ?Qu¨¦ mejor manera de darle la bienvenida al Ni?o Heroico que tenerle confianza?
Admito que estas dos iniciativas, de un lado y del otro de la dividida naci¨®n cubana, tienen pocas posibilidades de prosperar. Pero si los delfines supuestamente guiaron a Eli¨¢n durante tres d¨ªas y tres noches, ?por qu¨¦ no puedo so?ar en coyunturas a¨²n m¨¢s incre¨ªbles? De hecho, las tribulaciones de Eli¨¢n podr¨ªan conducir a un resultado a¨²n m¨¢s prodigioso si Bill Clinton decidiera convertir el puente transitorio de un Eli¨¢n en un puente permanente a todos los Elianes de Cuba, restableciendo relaciones entre el pa¨ªs que le dio nacimiento y cari?o a ese ni?o de carne y hueso y el pa¨ªs que le otorg¨® un fugaz refugio contra la muerte. Si los norteamericanos pueden sostener hace cinco a?os lazos diplom¨¢ticos y econ¨®micos con Vietnam, una naci¨®n con la que llevaron a cabo una guerra de ocupaci¨®n sangrienta y desoladora, ?c¨®mo no van a poder intentar una normalizaci¨®n parecida con Cuba? Si John McCain, el senador republicano, puede volver de visita a la prisi¨®n en Hanoi donde lo tuvieron prisionero, ?por qu¨¦ diablos no puede el presidente Clinton hacer la traves¨ªa m¨¢s corta y menos dolorosa a La Habana?
?Hay alg¨²n modo mejor de celebrar la supervivencia de Eli¨¢n y su recalcitrante y resistente existencia y las muchas madrugadas que todav¨ªa le han de tocar en su vida?
?se s¨ª que ser¨ªa un lento y aut¨¦ntico milagro. Y si llegara a hacerse realidad aquel proyecto improbable e inveros¨ªmil, Eli¨¢n podr¨ªa dejar de ser el territorio de combate entre muchos bandos antag¨®nicos, ni fosa ni puente ni ninguna otra met¨¢fora, para ser por fin aquello que ha sido en realidad toda su vida, reconquistando ese derecho que todo ser humano tiene por la mera circunstancia de haber nacido: el derecho de ser, tan sencillamente despu¨¦s de todo, nada m¨¢s que un ni?o.
Ariel Dorfman es profesor distinguido en la Universidad de Duke. Su ¨²ltima novela es La nana y el iceberg.
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