Campo de minas
-Cuando me dijeron que hab¨ªan puesto autobuses adaptados para minusv¨¢lidos, me fui con mi silla de ruedas e intent¨¦ subir en uno. Pero la plataforma no bajaba del todo. El conductor se ape¨® y, a base de golpearla con el pie, consigui¨® bajar la rampa. El problema es que se neg¨® a ayudarme porque en su contrato no constaba que hubiera de hacerlo, y en el convenio tampoco lo pon¨ªa. Con que all¨ª me tiene, con la plataforma especial y sin poder utilizarla. As¨ª que un viajero con buena voluntad tuvo que ayudarme.Eugenio Ramos, parapl¨¦jico a causa de un accidente, quiso utilizar uno de los 636 autobuses municipales que, de una flota de 1.840, est¨¢n preparados para ser utilizados por gente con discapacidad f¨ªsica. Si ¨¦l, o alguno del medio mill¨®n de discapacitados que hay en el ¨¢rea de Madrid, hubiera querido coger un taxi, hubiera tenido que llamar a uno de los 28 adaptados a este tipo de servicios. Hubiera tardado mucho en venir y -ya le ha ocurrido en alguna oca-si¨®n- la bandera hubiera marcado un buen pellizco. Pero Eugenio Ramos recuerda su experiencia en el transporte p¨²blico sin un ¨¢pice de resentimiento. Incluso en su voz puede apreciarse un cierto tono de humor.
-F¨ªjese que tom¨¦ la l¨ªnea circular. Y, claro, resulta que daba la vuelta a Madrid. As¨ª que para volver a mi lugar de origen me tuve que chupar todo el viaje. ?Qu¨¦ quiere? Tampoco me importa el comportamiento del conductor. Si es que, mire usted, tenemos que convivir todos. Darnos cuenta de que somos una sociedad en la que nos necesitamos unos a otros.
Eugenio Ramos tiene 54 a?os. Y es, posiblemente, una de las mayores pesadillas del Ayuntamiento de Madrid. Desde 1997 se ha dedicado, tenaz y sin descanso, a denunciar todas las irregularidades que hacen m¨¢s dif¨ªcil la vida para quienes han de moverse por la ciudad con alguna discapacidad f¨ªsica. Alcalde, concejales y el Defensor del Pueblo saben de su incansable actividad.
Hay transportes que incluso le est¨¢n vedados. Algunas estaciones de metro, sin ir m¨¢s lejos. El metro de Madrid va eliminando barreras en las nuevas instalaciones. Hay 120 ascensores en 40 estaciones. En tres m¨¢s los elevadores se encuentran en construcci¨®n. Y hay tambi¨¦n una rampa en la estaci¨®n de Empalme. Las nuevas obras suelen tener en cuenta a estos colectivos, aunque no siempre. Por eso, Ramos vigila y fiscaliza cada actuaci¨®n municipal.
-Tengo que pasarme por la calle de Santiago, a ver c¨®mo la han dejado.
Eugenio Ramos, ingeniero t¨¦cnico de Obras P¨²blicas, agarrar¨¢ su coche y se presentar¨¢ esta tarde, ma?ana o pasado ma?ana en la calle de Santiago. Con el detenimiento de un entom¨®logo estudiar¨¢ las aceras, los rebajes de los bordillos, medir¨¢ la separaci¨®n de los bolardos, subir¨¢ y bajar¨¢ con su silla de ruedas a la acera, saldr¨¢ y entrar¨¢ en su coche en las plazas de aparcamiento.
Comenta Ramos que las personas que se mueven sin problema f¨ªsico alguno por Madrid no se dan cuenta de la jungla de barreras que, como un campo de minas, hacen de la ciudad un campo hostil.
-Las plazas de aparcamiento. Ahora se est¨¢n imponiendo las plazas en bater¨ªa. Dicen que para impedir los aparcamientos en doble fila. Pero nadie ha pensado que una persona que utilice una silla de ruedas, o simplemente unas muletas, necesita abrir la puerta del coche al m¨¢ximo. Y eso no es posible en bater¨ªa.
Para todo hay soluciones. Y Ramos ha propuesto que las plazas de minusv¨¢lidos se acoten al lado de los pasos de peatones. En la capital hay 2.000 plazas en superficie reservadas a personas con discapacidad, 475 en aparcamiento subterr¨¢neos para residentes, y adem¨¢s los minusv¨¢lidos, con una vi?eta que les concede el Ayuntamiento pueden aparcar en carga y descarga. El problema no es de escasez.
-Pero si la gente no respeta el carga y descarga a los repartidores, imag¨ªnese a nosotros. Adem¨¢s, que estas plazas esan limitadas por su horario. Con lo que a partir de las ocho ya las puede utilizar el p¨²blico en general. O sea, que no sirven para mucho.
No hay mala intenci¨®n en estas cosas, cree Ramos. Pero nadie pens¨® que llenar de ¨¢rboles las calles de Madrid, como hizo Esperanza Aguirre -la hoy presidenta del Senado- cuando era concejal, impide en numerosas aceras el paso de sillas de ruedas. O los andamios de las obras que hacen imposible el paso no ya de una silla, sino de cualquier peat¨®n. O los bolardos, aut¨¦ntica pesadilla, sobre todo en el Madrid viejo.
-No he encontrado una soluci¨®n. Salvo la del civismo. Si no se ponen, malo porque aparcan los coches. Y si se ponen, peor porque son aut¨¦nticos obst¨¢culos para los ciegos que no tienen la referencia para su bast¨®n.
Hay, dicen en el Ayuntamiento, 3.200 aceras rebajadas. Unos 10 kil¨®metros en los que se han efectuado este tipo de actuaciones. Pero en Madrid las calles suman 2.100 kil¨®metros. Queda, pues, tarea. Y no siempre se act¨²a con l¨®gica. Ni con eficacia. Fernando Becerra, presidente de la Federaci¨®n de Asociaciones de Minusv¨¢lidos F¨ªsicos de Madrid, denuncia un desfase presupuestario de 340 millones de pesetas que la Consejer¨ªa de Servicios Sociales ha contra¨ªdo con las asociaciones de discapacitados.
En algunos casos, los errores se cometen en obras recien ejecutadas. Ramos, por ejemplo, se dio una vuelta por la calle de la Montera inmediatamente despu¨¦s de su arreglo. El 21 de enero escrib¨ªa al alcalde Jos¨¦ Mar¨ªa ?lvarez del Manzano para contarle las irregularidades detectadas: bordillos incorrectos en el cruce de Caballero de Gracia y en los situados frente a los n¨²meros 47 y 22 de Montera y en el paso de peatones de la calle de San Alberto. Y a dos pasos, en la Puerta del Sol, enfrente justo de la Presidencia de la Comunidad, el paso de peatones tambi¨¦n est¨¢ mal hecho.
Tampoco es que los edificios p¨²blicos se distingan precisamente por su inter¨¦s en hacer m¨¢s f¨¢cil el acceso de una persona discapacitada. Es verdad que hay un centenar de edificios municipales adaptados, con sus rampas y sus ascensores. Pero el Ayuntamiento de Madrid -cierto que por su antiguo y venerable dise?o- no est¨¢ preparado. Y en otros casos, los edificos de nueva construcci¨®n tampoco tienen en cuenta a estos colectivos. Hay situaciones que rozan el absurdo. Como el de un cine -Renoir de Retiro, cita Ramos- que tiene servicio para minusv¨¢lidos, pero es imposible acceder a ¨¦l si no es a la sillita de la reina. O el de un centro para ancianos en la calle de Juan Montalvo, denunciada tambi¨¦n por Eugenio Ramos, que presentaba un hermoso escal¨®n en la puerta de acceso. Tampoco se libran los edificios de ocio, ni p¨²blicos ni privados. Para entrar en el teatro Espa?ol hay que saltar un escal¨®n. Y lo mismo ocurre en el cine Dor¨¦, sede de la Filmoteca Nacional. Pero hay cines que, justo es decirlo, se han gastado sus pesetas para que todos, independientemente de sus circunstancia f¨ªsicas, puedan disfrutar con el mejor cine: el cine Cristal, sin ir m¨¢s lejos.
-El problema es que nunca deb¨ªan darse licencias para que un local p¨²blico se abra si no se cumple la normativa. Porque lo grave es que se trata de normas obligatorias que se incumplen sistem¨¢ticamente y que, aparentemente, no impiden su apertura.
En otros cines, la soluci¨®n para colocar a los discapacitados en silla de ruedas es situarlos delante de la primera fila.
-La ¨²nica ventaja es que, quieras o no quieras, terminas morre¨¢ndote con la primera actriz.
Para nadie llega la cinefilia tan lejos.
La justa altura de los bolardos
Bancos, papeleras, chirimbolos, se?ales de tr¨¢fico, farolas, ¨¢rboles, jardineras, contenedores de pilas y de papel, cubos de basura, contenedores de obras, andamios, parterres, paneles de anuncios, marquesinas de autobuses, vallas, horquillas para aparcar motocicletas, alcorques, toldos bajos, cabinas telef¨®nicas, rejillas del metro, columnas de sem¨¢foros.... y mil cosas m¨¢s que, cada d¨ªa, uno se encuentra en las aceras de Madrid. Mil cosas m¨¢s y los bolardos. Los malditos bolardos.-Tienen la altura justa, s¨ª se?or. Tienen la altura para golpearle a uno donde m¨¢s duele. Pero con ser malos, lo peor son las papeleras, ?sabe usted?
Domingo S¨¢nchez vende el cup¨®n de la ONCE en la Puerta del Sol.
-Las papeleras, colgadas de las farolas, son trampas mortales. Usted no la detecta con el bast¨®n y se golpea en el pecho. Y los contenedores, que como la parte de abajo est¨¢ m¨¢s rebajada que la de arriba, no s¨¦ si me entiende, ocurre lo mismo. Y, bueno, los andamios tambi¨¦n. Son barras para las que no encuentras referencias y puedes darte en la cabeza o qu¨¦ s¨¦ yo. (No, se?ora, no, el 69 no lo tengo. Si quiere el 49... Nada, buenas tardes y mucha suerte) Y, malo, malo, lo de esos toldos bajos que te dejas los sesos en ellos... Y las papeleras, que ya las pod¨ªan poner para otro lado. Y, en los edificios, los extintores, oiga... Y...
La ciudad es una trampa. Lo dice Domingo. Una trampa para el que no ve, para el que no tiene unas piernas que le sostengan.
Salvador, 55 a?os, ciego de nacimiento, cree que el problema es que los dise?os los hacen gente que no tienen deficiencias f¨ªsicas, que no est¨¢n obligados a moverse midiendo los cent¨ªmetros.
-A m¨ª, ya ve, me cuesta trabajo creer que con las nuevas tecnolog¨ªas no hay manera de solucionar lo de las obras, lo de los andamios. ?Es que no hay forma de marcar las cosas de tal manera que puedas detectar los obst¨¢culos que te encuentras en una acera, o en la calle?
Cuenta Salvador que la gente ha cambiado mucho. Que se va perdiendo la solidaridad. Por culpa de unos y de otros. Y que mucha gente deja el coche sobre la acera sin importarle si se est¨¢ impidiendo el paso a una persona en silla de ruedas a su propia casa.
-Nosotros vamos tan tranquilos, fi¨¢ndonos, a lo mejor, por el bordillo de la acera. Y, de pronto, te encuentras con un coche aparcado que no esperas...
Hay cosas tremendas. Dice Salvador que, en alguna ocasi¨®n, ha tenido que aguantar que alg¨²n conductor le haya recriminado por golpear con su bast¨®n la reluciente carrocer¨ªa de un coche mal aparcado.
-Ya le digo... Se quejaba de que le pod¨ªa rayar el coche. Tal vez hubiera preferido que me hubiera abierto la cabeza.
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