El barrio andino del Retiro
El coraz¨®n de la Am¨¦rica andina late en la Chopera del Retiro. A s¨®lo un paso de las instalaciones del Instituto Municipal de Deportes se levanta cada domingo un peque?o barrio conformado por m¨¢s de mil personas de Ecuador y Per¨² que van tras los recuerdos de la tierra lejana: la m¨²sica, la comida y los amigos.Los hay de muchas ciudades: de Cuzco, Cajamarca, Piura y la selva peruana. O de Guayaquil, Quito, Loja, Ibarra, Ambato o Turc¨¢n, en el caso de Ecuador. A todos ellos, o a la mayor¨ªa, los unen las mismas historias, a veces tristes. Pero aun as¨ª, lo ¨²nico que se respira en el barrio andino del Retiro es alegr¨ªa.
Un ejemplo de ello es Mar¨ªa, de 31 a?os. Con una sonrisa en la boca, cuenta que hace un mes lleg¨® a Espa?a, y que all¨ª, en Guayaquil, su tierra natal, se quedaron bajo el cuidado de su hermana cuatro de sus cinco hijos. S¨®lo Nuria, de cuatro a?os, pudo venir con ella.
El primero de los hijos de Mar¨ªa naci¨® cuando ella ten¨ªa 16 a?os. En Guayaquil viv¨ªan en una casa mixta, una construcci¨®n de cemento y madera en una zona marginal de la ciudad. La situaci¨®n se hizo tan insoportable que un d¨ªa su marido, Adolfo, tuvo que decidirse a venir a Espa?a. En Madrid, ¨¦l trabaja como t¨¦cnico de refrigeraci¨®n, por lo que le pagan unas 130.000 pesetas al mes.
Mientras encuentra trabajo, Mar¨ªa se dedica al cuidado de Nuria, a la espera de que algo salga pronto. "Yo vengo mucho aqu¨ª porque puedo saborear la comida de mi pa¨ªs", cuenta. Eso mismo comenta Tatiana Padilla, una ecuatoriana que conoce bien los domingos de la Chopera. Pero va m¨¢s all¨¢: "Aqu¨ª viene gente que est¨¢ muy sola. Algunos acaban de llegar. Por eso vienen: para combatir la tristeza y la soledad".
La romer¨ªa en la Chopera comienza a las doce de la ma?ana. Incluso antes. Grandes y chicos van desfilando hacia el punto de encuentro. Parece como si los sedujera el olor del cebiche peruano -marisco crudo preparado en un adobo de jugo de lim¨®n y cebolla- o el sonar de los pasillos, los valses, los boleros o el popular San Juanito ecuatoriano, uno de los ritmos m¨¢s representativos de ese pa¨ªs.
"En el prendedero de mi coraz¨®n te clavaste t¨². Nadie podr¨¢ arrancarte jam¨¢s", canta un joven, guitarra en mano. Al fondo, en una de las vallas que rodean las canchas del Instituto Municipal de Deportes ondea una bandera ecuatoriana. Son ya m¨¢s de las tres de la tarde y la Chopera parece que hierve.
A un lado se oyen los gritos exaltados de los j¨®venes que juegan al f¨²tbol. Al otro se mezclan chicos y chicas en divertidos partidos de voleibol, para los cuales es necesario improvisar el escenario y conseguir una malla. Como fondo musical, salsa. Y como complemento, el olor del pl¨¢tano maduro, frito en una r¨²stica estufa de gas.Lo ¨²nico que logra enturbiar el ambiente festivo de la Chopera es la presencia constante de la polic¨ªa. Cada veinte minutos, una patrulla ronda la zona, y de vez en cuando, un par de agentes se incautan de las cervezas y refrescos que venden algunas personas. "?Qu¨¦ prefieren? ?Qu¨¦ robemos?", pregunta indignada Tatiana Padilla. Paulina, de 25 a?os, tambi¨¦n se enfada. Hace s¨®lo cinco minutos le quitaron cuatro botellas de cerveza y media docena de latas de Coca-Cola. "Eso est¨¢ muy mal. Siempre tenemos que esconderlo todo. Nosotros no le hacemos da?o a nadie. No entiendo por qu¨¦ no nos dejan trabajar en paz", dice Paulina. Si cuenta las veces que le han decomisado su mercanc¨ªa en las ¨²ltimas semanas, cree que ha perdido m¨¢s de 50.000 pesetas.
Presi¨®n policial
Pamela, una lime?a de 38 a?os, tambi¨¦n ha sufrido el acoso policial. Atrincherada detr¨¢s de un contenedor de basura, Pamela vende chicles, chupa-chups y tabaco. Cada vez que aparece la polic¨ªa, esconde su mercanc¨ªa. "Mi t¨ªa Ximena ven¨ªa aqu¨ª, pero se cans¨® de que los polic¨ªas la acosaran tanto y le quitaran las cosas. A m¨ª tambi¨¦n me las han quitado. Se han llevado los chupa-chups, todo. Por eso ya no vengo siempre", cuenta Pamela, una enfermera que lleg¨® hace m¨¢s de un a?o a Madrid y que trabaja como empleada dom¨¦stica.
La presi¨®n policial, sin embargo, no desanima a los asistentes. Al contrario, cada vez acuden m¨¢s ecuatorianos y peruanos al parque. Esa costumbre, dice Carmen, una de las veteranas de la Chopera, comenz¨® hace ocho a?os. En aquella ¨¦poca, cuenta, s¨®lo se reun¨ªan unos cincuenta ecuatorianos, pero con el paso de los a?os se ha ido multiplicando la presencia de peruanos y compatriotas suyos.
Carmen cree que la costumbre de juntarse en el parque del Retiro se extender¨¢ a medida que lleguen m¨¢s latinoamericanos. Y es que ning¨²n ecuatoriano o peruano puede escapar a la irresistible tentaci¨®n de comer un buen cebiche de pescado, una fritada con carne de cerdo o una papa a la guancaina (una mezcla de aj¨ª, leche, queso, galletas y sal). Todo ello, a un m¨®dico precio: 500 pesetas.
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