"La herida que abri¨® la guerra del Golfo entre los ¨¢rabes a¨²n est¨¢ abierta"
Se presenta como un general retirado, pero sus modales son m¨¢s los de un diplom¨¢tico que los de un militar. El pr¨ªncipe Jaled Bin Sult¨¢n Bin Abdulaziz al Saud, de 50 a?os, es el general saud¨ª que, junto al estadounidense Norman Schwarkopf, codirigi¨® la fuerza multinacional contra Irak en la guerra del Golfo (1991). "Fue la mayor experiencia que, como soldado profesional, pod¨ªa haber deseado", confiesa ahora a punto de cumplirse 10 a?os de la invasi¨®n iraqu¨ª de Kuwait que dio pie a la guerra. Esta semana ha estado en Madrid para presentar su libro El guerrero del desierto, en el que recoge su visi¨®n personal de aquel conflicto y que acaba de aparecer en espa?ol."La guerra terrestre para liberar Kuwait nos llev¨® 100 horas. El libro me cost¨® escribirlo casi tres a?os. As¨ª que entender¨¢n lo que quiero decir cuando aseguro que estoy contento de haber elegido la carrera militar", bromea al presentar esta nueva edici¨®n, la d¨¦cima. Ya en serio, defiende que se trat¨® de una guerra justa porque "un pa¨ªs grande se trag¨® a un pa¨ªs peque?o". Es la misma tesis que expone en su libro, donde argumenta que, sin la intervenci¨®n y el compromiso de su pa¨ªs, la guerra para liberar Kuwait no hubiera sido posible.
Sin embargo, admite que aquel conflicto dividi¨® gravemente al mundo ¨¢rabe. "La herida fue demasiado profunda, aunque espero que terminar¨¢ sanando, pero todav¨ªa est¨¢ abierta; no, no ha curado del todo", asegura.
?Y la democratizaci¨®n que se esperaba en la zona tras la guerra? El pr¨ªncipe Jaled responde, socarr¨®n, con otra pregunta: "?Se refiere usted a Irak o a Arabia Saud¨ª?". "Todos queremos mejorar, pero creo que s¨®lo cuando hay una base s¨®lida es posible el cambio", explica finalmente. "Somos un reino y, como suele decirse, depende de c¨®mo se mire la botella, si est¨¢ medio llena o medio vac¨ªa. ?D¨®nde est¨¢ Arabia Saud¨ª? ?En el Tercer Mundo? Entonces, no est¨¢ tan mal. Adem¨¢s, la democracia en la que ustedes creen no es la misma que en la que creemos nosotros. Si no hago lo que ustedes dicen, ?estoy equivocado? Nuestra democracia se basa en la religi¨®n y el Cor¨¢n; es lo que el 100% de los saud¨ªes desea para el reino".
Hijo del ministro de Defensa, sobrino del rey Fahd y nieto del fundador del reino de Arabia Saud¨ª, el pr¨ªncipe Jaled insiste en que El guerrero del desierto es una "visi¨®n personal" de la guerra. Sin embargo, el relato transpira un tanto de ajuste de cuentas con el socio norteamericano que le vio como "el general que firmaba los cheques". No esconde que tuvieron sus m¨¢s y sus menos. Incluso en el Estado Mayor saud¨ª su nombramiento fue pol¨¦mico. ?l mismo reconoce que el cargo de jefe de las Fuerzas Conjuntas y del teatro de operaciones era, desde un punto de vista militar, "exc¨¦ntrico, e incluso err¨®neo". Pero defiende que sirvi¨® al objetivo de legitimizar, a ojos ¨¢rabes y musulmanes, la presencia de tropas extranjeras en suelo saud¨ª, donde se hallan los dos principales lugares sagrados del islam.
Su estrella se eclips¨®, no obstante, poco despu¨¦s de concluida la campa?a militar. El protagonismo que se arrog¨® en el libro (publicado por primera vez en ingl¨¦s en 1995), sus declaraciones sobre la necesidad de rearmar el Ej¨¦rcito saud¨ª o de hacer obligatorio el servicio militar en el reino, molestaron en palacio y el pr¨ªncipe-general se retir¨® discretamente a Londres.
Casado en dos ocasiones y padre de siete hijos, el pr¨ªncipe Jaled es un hombre inmensamente rico. Fuentes de la oposici¨®n saud¨ª en Londres estiman su fortuna en 10.000 millones de d¨®lares (1,8 billones de pesetas) y le acusan de haberse enriquecido con las comisiones de diversos contratos militares que en su d¨ªa ayud¨® a cerrar. Hoy, parece haber cambiado las armas por las letras, y cuando se le pregunta a qu¨¦ se dedica, asegura que "a disfrutar de la vida, a leer y a su peri¨®dico". Desde 1988 es propietario del diario Al Hayat, tambi¨¦n posee el semanario Al Wasat y hace un a?o lanz¨® una televisi¨®n ¨¢rabe en EEUU.
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