Haneke desvela los inquietantes signos del 'C¨®digo desconocido' de un nuevo fascismo
Buenas aportaciones al concurso del sueco Roy Andersson y del franc¨¦s Arnaud Desplechin
ENVIADO ESPECIALNueva, y nuevamente oscura y dur¨ªsima, met¨¢fora del austriaco Michael Haneke, que ya levant¨® hace tres a?os oleadas de malestar con la terrible lucidez de Funny games. La capacidad de Haneke para ponernos ante los ojos indicios de la verdad de lo que se est¨¢ cociendo en el, cada d¨ªa m¨¢s viciado y explosivo, subsuelo social y moral de Europa no tiene equivalente hoy. Hay que remontarse a la Alemania de entreguerras para o¨ªr una voz capaz de denunciar el nazismo y, sobre todo, a Bertolt Brecht, maestro de Haneke. Cine muy complejo, nada c¨®modo, indispensable.
Otros dos t¨ªtulos completaron la densa jornada de ayer, pen¨²ltima del concurso. Uno es el filme sueco Canci¨®n de la segunda planta, dirigido por Roy Andersson, un veterano que s¨®lo ha hecho dos largometrajes, uno en 1969, Una historia de amor sueca; y otro en 1975, Giliap. Despu¨¦s hizo un par de cortometrajes y paren ustedes de contar, lo que convierte a Andersson en un cineasta casi escondido, ya que con tan escasa obra logr¨® alcanzar la fama pero no se aprovech¨® de ella. Ahora, despu¨¦s de 25 a?os, vuelve al largometraje y se le nota tan inspirado como desentrenado. La pel¨ªcula comienza muy bien, ofrece im¨¢genes de estructura expresionista muy originales, de gran singularidad, y Andersson organiza gags esperp¨¦nticos muy eficaces, l¨²gubres y virulentos. Pero el filme pierde la gracia y el ritmo en la zona final, donde se hace algo reiterativo, cosa grave siempre pero m¨¢s en una pel¨ªcula con ritmo de farsa, y el juego acaba por debajo de donde comenz¨®, descenso que en el cine c¨®mico es una irreparable fuente de decepci¨®n.Tambi¨¦n tiene rasgos de rareza y singularidad Esther Kahn, coproducci¨®n franco-brit¨¢nica dirigida por el franc¨¦s Arnaud Desplechin, que cuenta minuciosamente el proceso de formaci¨®n de una actriz en los teatros del Londres de finales del siglo pasado. Toda la pel¨ªcula es una monograf¨ªa dedicada a la joven Summer Phoenix, que encarna a una adolescente jud¨ªa con rasgos de autista, siempre encerrada en s¨ª misma e incapaz de crear flujos de comunicaci¨®n con los dem¨¢s. La muchacha descubre un d¨ªa casi casualmente que esa c¨¢rcel ¨ªntima se abre cuando habla desde un escenario y que interpretar equivale en ella a vivir. As¨ª, desvelada su identidad, la chiquilla inicia una larga e intrincada conversi¨®n en actriz, una forja en la que es orientada por un viejo actor alcoh¨®lico que interpreta maravillosamente el brit¨¢nico Ian Holm. El d¨²o entre ¨¦ste y Summer Phoenix es una peque?a joya, que pierde algo de brillo al final, por un embarullado exceso de metraje que dilata in¨²tilmente el desenlace, que requer¨ªa viveza de ritmo y prontitud.
La condici¨®n de dif¨ªcil que tuvo el cine de ayer se acentu¨® en C¨®digo desconocido, que dej¨® muda, desorientada a mucha gente, aunque era perceptible que la pantalla hab¨ªa golpeado la sensibilidad colectiva con un seco pu?etazo, no f¨¢cil de encajar, hecho de im¨¢genes sin precedentes, en las que no hay manera de moverse con la br¨²jula de ver cine convencional, cine de ficci¨®n dram¨¢tica o narrativa. C¨®digo desconocido discurre en otros cauces, va por otros derroteros. No es un drama o un relato, ni tampoco es un documento. Es una estructura po¨¦tica y esc¨¦nica in¨¦dita, casi abstracta, consistente en la representaci¨®n de una serie sucesiva de hilos inconcretos, de hilachas sueltas y aparentemente elegidas de manera arbitraria, de las que la imagen tira y nos lleva al interior de rincones oscuros y desconocidos de la vida cotidiana en una ciudad europea de ahora. Es Par¨ªs, como pod¨ªa ser Viena o Madrid.
Violencia esencial
Lo que la c¨¢mara de Haneke -siguiendo el cauce conductor de una Juliette Binoche de nuevo actriz insuperable- descifra es un c¨®digo desconocido de signos, o de indicios, que conducen a algo inconcreto e inquietante que se asoma a la pantalla en las conductas, estrictamente ritualizadas, de una veintena de personajes. Es el indicio de que una silenciosa violencia esencial -no un estallido violento accidental, no la intromisi¨®n estruendosa de un suceso sangriento, no una explosi¨®n animal humana desintegradora, sino otra cosa m¨¢s insidiosa- est¨¢ anidando calladamente en el interior de la normalidad de nuestra vida cotidiana. Y est¨¢ convirti¨¦ndose en parte de ella, en un rasgo natural del comportamiento y de los roces entre comportamientos.
Lo que se adivina agazapado detr¨¢s de estos trozos o destrozos de vida cotidiana atrapados por la c¨¢mara de Haneke -sin aparente orden, pero al final descubrimos que siguiendo en realidad un orden exacto, conformando un lenguaje e incluso un metalenguaje- es algo dif¨ªcil de expresar pero que pone los pelos de punta. Son brotes de horror dispersos, arrancados del subsuelo de una sociedad y una forma de vida en trance de desintegraci¨®n. Pisamos el suelo movedizo del retorno a un nuevo fascismo y Haneke nos proporciona el c¨®digo con el que orientarnos en el laberinto de este territorio inestable de una vuelta hacia atr¨¢s asustante de la historia de Europa.
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.