Gitanos
En los sesenta y setenta a¨²n pod¨ªa v¨¦rseles en sus carromatos abarrotados de ni?os y enseres y con los perros atados a los bajos corriendo entre las ruedas. Iban con sus caballos en aquellas carretas de ruedas neum¨¢ticas que les serv¨ªan de hogar. Con ellas recorr¨ªan sin rumbo fijo los caminos de esta parte de Europa deteni¨¦ndose de vez en cuando a las afueras de alg¨²n pueblo o ciudad.La estancia duraba poco. En parte por la tendencia n¨®mada de aquellas familias, pero especialmente por el rechazo que provocaban en la localidad escogida para acampar. En las tiendas y mercados se daba la se?al de alarma; r¨¢pidamente corr¨ªa la voz de que algunas gallinas hab¨ªan desaparecido de alg¨²n corral, y en los bares y cafeter¨ªas se prohib¨ªa la entrada a sus ni?os, sucios y a la caza de una limosna o unas monedas olvidadas sobre el mostrador.
La gente se hac¨ªa lenguas sobre la habilidad de aquellas mujeres para esconder una gallina viva entre sus faldas, y en las ferias nadie quer¨ªa comprar sus caballos. Finalmente, eran expulsados por los municipales o la Guardia Civil. Incluso alg¨²n ex-mikelete, en paro desde la ¨²ltima guerra, recuperaba sus funciones por un d¨ªa para arrojar con orgullo a aquellos visitantes. Para esto no hab¨ªa vencedores ni vencidos, a todos molestaban por igual. Cada cual era fiel a su papel: los unos robaban si pod¨ªan, era su econom¨ªa, y los otros les expulsaban invariablemente. Eran, claro, los gitanos.
Los gitanos fueron en Europa -y son a¨²n- los otros por excelencia. Tanto racistas como humanistas, los singularizan. Una cosa es el rumano y otra el rumano gitano. Tras varios episodios racistas en Alemania, el escritor G¨¹nter Grass propon¨ªa que fuesen a vivir a Alemania "medio mill¨®n y m¨¢s de sinti & roma", gitanos para los alemanes. "Los necesitamos", a?ad¨ªa, como vacuna contra un pasado racista. Tal vez, tambi¨¦n nosotros, los del sur.
Aquellos gitanos n¨®madas de los sesenta fueron asent¨¢ndose en las afueras de las ciudades, en zonas de chabolismo o marginales. En ¨¦stas hab¨ªa ya peque?as colonias de gitanos asentados siglos atr¨¢s, pero en los a?os del desarrollo, las ciudades resultaban habitables para la etnia roman¨ª (siempre, claro, que organizara su gueto). Tras aquello, vinieron los programas de actuaci¨®n para integrar a esta minor¨ªa. El asunto es verdaderamente arduo y no ser¨¦ yo quien lo simplifique. Pero el resultado est¨¢ siendo que aquellos ni?os de los carromatos, siempre expulsados, son hoy vecinos de los ni?os de aquel tendero o municipal y que unos y otros env¨ªan a sus hijos a los mismos colegios. El conflicto est¨¢ servido si no se act¨²a con sumo cuidado.
Esto resulta m¨¢s que evidente en el caso de los ni?os de Barakaldo que estos d¨ªas ocupa p¨¢ginas en la prensa. El problema del colegio salesiano es un conflicto racista, se mire como se mire. M¨¢xime cuando algunos de estos padres fueron abandonando poco a poco el colegio p¨²blico de Retuerto, conocido por su solvencia pedag¨®gica, hasta dejar solos a una docena de ni?os gitanos y obligarlo a cerrar.
Esto es lo que se destaca estos d¨ªas en los comentarios. Pero hay otras dos l¨ªneas de reflexi¨®n que quisiera ahora tan s¨®lo se?alar. En primer lugar, estar¨ªa la peligrosa l¨ªnea de segregaci¨®n estructural que est¨¢ gest¨¢ndose en la ense?anza a partir de esa divisoria entre centros p¨²blicos y colegios privados, ahora concertados.
En las ciudades de EE UU se produce un fen¨®meno inquietante. Cuando en un barrio comienzan a residir negros (los gitanos americanos), jud¨ªos, alemanes, anglos, blancos en general, se van. Se van a nuevas zonas, fundan municipalidades -es su error estructural: buena parte del territorio suburbano en Estados Unidos no es de ninguna municipalidad - y las rodean de muros protectores. El barrio original se degrada. Algo de esto comienza suceder en los colegios p¨²blicos. Cuando en ellos se produce cierta degradaci¨®n los padres blancos se refugian en la escuela privada. En los Salesianos de Barakaldo al fin los padres se sent¨ªan seguros. Hasta que vino el Departamento de Educaci¨®n del Gobierno vasco (que ha tenido una actuaci¨®n ejemplar en este caso) y mand¨® parar.
Y, en segundo lugar, deber¨ªamos hacer una reflexi¨®n de calado sobre la llamada gen¨¦ricamente "v¨ªa policial". La Ertzaintza y la Fiscal¨ªa de Menores (siempre con el garantismo por delante) son buenas cuando es buena la causa. Dos hurras por la Consejer¨ªa de Educaci¨®n.
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