Anelka regresa al lugar de sus sue?os
El franc¨¦s quiere demostrar hoy, cerca del sitio donde naci¨®, qu¨¦ es capaz de hacer
Nicolas Anelka est¨¢ en Paris. Recluido con el Real Madrid en un hotel palaciego rodeado por los bosques de Versalles, el delantero franc¨¦s, de 21 a?os, ya repasa con la mirada las inmediaciones del suburbio que lo vio nacer y criarse rondando la marginaci¨®n: el barrio proletario de Trappes. Su patrocinador ha cubierto muros enormes por toda la ciudad, anunci¨¢ndole en un retrato en el que se le ve golpeando balones a discreci¨®n sobre un fondo rojo. Su rostro, como siempre, permanece imperturbable. Las pasiones que esconde Anelka, aparte de los juegos electr¨®nicos y el hip-hop, forman parte de los arcanos del f¨²tbol. ?Qu¨¦ lo anim¨® a perder los nervios? ?Por qu¨¦ se declar¨® en rebeld¨ªa el pasado 10 de marzo, y acudi¨® al entrenamiento con un v¨ªdeo de un partido en el que marcaba un gol para aleccionar a su entrenador sobre c¨®mo deb¨ªa jugar el equipo para sacar el mayor provecho de ¨¦l? El t¨¦cnico, Vicente Del Bosque, se recuper¨® pronto de aquel sobresalto. Pero Anelka termin¨® de descolgarse del resto de sus compa?eros, multado y apartado del equipo por la directiva. El presidente, Lorenzo Sanz le puso en venta rebajando su precio de compra en 1.600 millones: lo dej¨® en 4.000 y el Paris Saint Germain ofreci¨® 3.500.Anelka recuerda aquella ¨¦poca fat¨ªdica en una entrevista publicada ayer por France Football, y la resumi¨® a la falta de conocimientos que de ¨¦l ten¨ªan sus compa?eros: "Ahora ya saben que delante tienen a un tipo r¨¢pido. Siento que si hubiera sido as¨ª desde el principio no hubiera habido ni el m¨¢s m¨ªnimo problema conmigo". Sus compa?eros lo repudiaron, mitad por su arrogancia, mitad por la envidia al verle ganar m¨¢s dinero que ninguno -cerca de 700 millones de pesetas por temporada- y el futuro de Anelka en el Madrid pareci¨® condenado al desastre. Pero no fue as¨ª. Regres¨® poco a poco, sumido en el silencio, y de pronto sus goles, muy escasos pero definitivos, lo redimieron.
Sobre todo los dos tantos que dejaron al Bayern M¨²nich fuera de la Liga de Campeones y que pusieron al Madrid en la final. Ahora ¨¦l proclama que la gente es "hip¨®crita".
"?Ojal¨¢ que le pegue con el culo! ?Ojal¨¢ que no meta un gol!", rog¨® al cielo uno de los veteranos en la plantilla, en v¨ªsperas de las semifinales contra el Bayern, en el Bernab¨¦u. Y, paradojas del destino, otro de los que no le quer¨ªan fue el que le regal¨® el gol: un pase perfecto de Ra¨²l permiti¨® la redenci¨®n de Anelka ante su p¨²blico. As¨ª comenz¨® su ascensi¨®n.
Para terminar de cerrar el c¨ªrculo, el lugar designado para preparar su ¨²ltimo partido de la temporada es el objeto de su mayor nostalgia desde que se march¨® al f¨²tbol ingl¨¦s hace tres a?os. Su para¨ªso perdido particular, el barrio de su infancia. Trappes: un conglomerado de condominios m¨¢s o menos as¨¦pticos, cerca de Versalles. El ¨¢mbito en el que vivir¨¢ las ¨²ltimas horas antes de la final. Antes de subirse al autob¨²s que lo traslade a la otra orilla del Sena, hoy a las seis de la tarde. Entonces el equipo viajar¨¢ hacia el estadio de Saint Denis, el teatro en el que Anelka dijo que piensa demostrar "todo aquello que es capaz de hacer con el bal¨®n en los pies".
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