La pobreza de los recursos sanitarios p¨²blicos VICEN? NAVARRO
Estos d¨ªas hemos le¨ªdo en la prensa que siete personas han muerto en los ¨²ltimos siete meses esperando ser operadas del coraz¨®n en el hospital de Sant Pau de Barcelona, a causa de una prolongada lista de espera que para este tipo de intervenciones es mayor que el promedio espa?ol, que a su vez es mayor que el promedio de los pa¨ªses de la Uni¨®n Europea (UE). Quisiera felicitar al doctor Alejandro Aris, jefe del Servicio de Cirug¨ªa Cardiaca del hospital donde tales hechos ocurrieron, por haber informado a la poblaci¨®n de lo que est¨¢ pasando en su servicio. Ser¨ªa de desear que otros profesionales del sector hicieran lo mismo porque, por desgracia, lo que ha pasado en el hospital de Sant Pau no es un caso ¨²nico. Hay personas que est¨¢n muriendo y enfermos que no est¨¢n siendo atendidos a causa de una escasez de recursos en los servicios p¨²blicos sanitarios, realidad ignorada, cuando no ocultada, en este mensaje triunfalista de que Espa?a va bien y Catalu?a, mejor. En realidad, Espa?a no va bien y Catalu?a, en muchas ¨¢reas del Estado de bienestar que afectan la calidad de vida de la ciudadan¨ªa, como las listas de espera, va peor. Veamos.Hay dos indicadores que son muy importantes para definir el grado de compromiso pol¨ªtico de los gobernantes de un pa¨ªs con el sector sanitario p¨²blico. Uno es el gasto sanitario p¨²blico como porcentaje del PIB y el otro, el porcentaje de poblaci¨®n adulta empleada en dichos servicios. En ambos indicadores, Espa?a est¨¢ muy por debajo del promedio de la UE. Nuestro gasto sanitario p¨²blico total es del 5,6% del PIB, de los m¨¢s bajos en la UE, cuyo promedio es el 6,8%. Pero la situaci¨®n es peor. Si del gasto sanitario total excluimos el que corresponde a farmacia -Espa?a es uno de los pa¨ªses que en la sanidad p¨²blica tiene un mayor porcentaje de gasto en farmacia (el 20% de total) como consecuencia del poder que ejerce la industria farmac¨¦utica-, se comprueba que el gasto sanitario espa?ol (4,2% del PIB) es el m¨¢s bajo de la UE (OCDE. 1999).
Algo parecido sucede cuando se analiza el segundo indicador, el n¨²mero de personas empleadas en el sector sanitario. Se mire como se mire, cuantificando las personas ocupadas por n¨²mero de habitantes, bien sea por paciente, bien sea por su n¨²mero total, el hecho es que en todos los casos el n¨²mero de personas que trabajan en el sector sanitario es de los m¨¢s bajos en la UE. S¨®lo el 2% de la poblaci¨®n adulta en edad laboral trabaja en el sector sanitario p¨²blico en Espa?a comparado con el 5% en la UE (Employment in Europe. Comisi¨®n Europea, 1999).
Esta escasez de personal y de otros recursos tiene un gran coste en la calidad de vida de la ciudadan¨ªa, y muy en especial de las clases populares, que son las que utilizan m¨¢s estos servicios p¨²blicos. Los grandes tiempos de espera (en Catalu?a incluso mayores en muchas intervenciones de gran importancia para explicar la calidad de vida de la ciudadan¨ªa, como son operaciones de cataratas, artrosis de rodilla, pr¨®tesis de cadera y otras), la masificaci¨®n de los servicios, la frustraci¨®n del personal sanitario por la carencia de infraestructuras, la infrautilizaci¨®n de los servicios p¨²blicos -como los quir¨®fanos- debido a la falta de personal, etc¨¦tera, est¨¢n basados en gran parte en la escasez de gasto p¨²blico. La ida a la medicina privada de sectores de rentas superiores tampoco resuelve el problema, puesto que la calidad de la infraestructura y del personal es menor que en la p¨²blica.
Lo que sorprende a pesar de esta escasez de recursos es que el gasto p¨²blico y social (incluyendo el sanitario) per c¨¢pita est¨¢ descendiendo en Espa?a, y ello en respuesta a una moda pol¨ªtica que acent¨²a la necesidad de disminuir tal gasto p¨²blico a fin de competir exitosamente en la econom¨ªa globalizada. Esta moda, que ha alcanzado la categor¨ªa de dogma, se reproduce constantemente a pesar de que no existe evidencia cient¨ªfica que la apoye. Otros pa¨ªses m¨¢s integrados en la econom¨ªa internacional y m¨¢s competitivos que Espa?a, como los escandinavos de tradici¨®n socialdem¨®crata, tienen un gasto p¨²blico y social mayor. Pero las modas pol¨ªticas son como las de la ropa, cambian seg¨²n los intereses econ¨®micos que configuran el gusto, en este caso, pol¨ªtico. Siguiendo esta moda -y los intereses financieros que la promueven- estamos hoy viendo en Espa?a una reducci¨®n del gasto p¨²blico que se est¨¢ realizando a costa del gasto social, que ha descendido del 22% del PIB en 1994 al 19,9% en 2000, seg¨²n las proyecciones del Gobierno espa?ol. Jos¨¦ Mar¨ªa Aznar ha se?alado como uno de sus objetivos el reducir m¨¢s el gasto p¨²blico, uno de los m¨¢s bajos en la UE. Es improbable que en ausencia de una presi¨®n popular el Gobierno cambie sus pol¨ªticas.
Por desgracia, sectores de la oposici¨®n han aceptado las tesis de la Tercera V¨ªa que reh¨²yen pedir un mayor aumento del gasto p¨²blico, siguiendo el ejemplo de Tony Blair en el Reino Unido, quien se comprometi¨®, al salir elegido, a mantener por dos a?os el porcentaje del gasto p¨²blico del Gobierno neoliberal conservador anterior. Como consecuencia, el deterioro de los servicios p¨²blicos, incluyendo el Servicio Nacional de Salud (las listas de espera en el Reino Unido para mayores intervenciones quir¨²rgicas son de las m¨¢s largas en la UE junto con las de Espa?a), ha sido muy acentuado, lo cual ha forzado a personalidades del sector sanitario a escribir cartas a los medios de comunicaci¨®n, como la del doctor Aris, protestando por la escasez de recursos. Estas cartas, y otras protestas, han movilizado una presi¨®n popular que ha forzado una respuesta del Gobierno de Blair con una inversi¨®n considerable en el sector sanitario. No soy optimista sobre que en Espa?a o Catalu?a ocurra lo mismo, porque ni el establishment pol¨ªtico espa?ol ni el catal¨¢n son conscientes del deterioro del sector sanitario. Mientras, los ciudadanos de a pie contin¨²an sin tener resuelto uno de los problemas mayores, la sanidad p¨²blica.
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